Paquirri ya tiene su gran homenaje en casa: festival en Zahara de los Atunes

M. D.

Zahara de los Atunes

19/04/2025 a las 21:59h.

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Zahara de los Atunes vivió este sábado una de esas tardes que se graban a fuego en la memoria colectiva de un pueblo. La plaza, llena hasta la bandera, vibró con un festival que no sólo fue un acontecimiento taurino, sino un emotivo homenaje al legado de una familia que ha marcado la historia del toreo: los Rivera. En el marco del 40 aniversario de la trágica muerte de Paquirri, su tierra y su familia lo recordó con una jornada llena de sentimiento, toreo y raza.

Se lidiaron novillos de la ganadería El Soldado, bien presentados y en su mayoría de buen juego, destacando el lidiado por Canales Rivera, al que se le dio merecida vuelta al ruedo.

La tarde tenía un protagonista claro: Cayetano Rivera, quien se despedía de esta tierra que lo vio nacer como torero. Y lo hizo a lo grande, con una faena elegante y templada a un toro noble que supo entender con sabiduría, llevándolo con suavidad y firmeza. Cortó dos orejas en ese primero que fue todo clase. Pero el momento más intenso llegaría con su segundo, un animal complicado, que no humillaba, al que Cayetano logró sacar partido gracias a esa raza barbateña que lleva en la sangre. Brindó la faena a su tía Teresa Rivera, y se entregó en una faena de poder y verdad que le valió dos orejas y rabo. Su adiós en Zahara fue de la mejor forma.

Canales Rivera, el anfitrión del festival y alma del evento, fue puro sentimiento. Toreó con una muleta de su tío Riverita, que el público reconoció, cargando de simbolismo una actuación que conectó desde el primer muletazo con el público. Brindó su toro a Cayetano, y se tiró de cabeza con la raza de su estirpe. Su toro fue bueno, con transmisión, y él lo toreó con gusto y entrega.

Dos orejas y rabo, y vuelta al ruedo al toro, mientras los tendidos se deshacían en piropos hacia su paisano, consciente del esfuerzo personal que ha hecho por organizar este homenaje. Fue una faena con sabor a familia y a historia, donde el pasado y el presente se fundieron bajo el sol de Zahara. En su segundo, el de Barbate volvió a mostrar su compromiso y el excelente momento físico en el que se encuentra. Conectó con el tendido desde el inicio y firmó una faena firme, madura y con ese pellizco de torería que siempre ha llevado en la sangre. Cortó otras dos orejas, completando una tarde rotunda y muy celebrada por el público.

La sorpresa de la tarde fue el joven torero local Adrián Guillén, que demostró que el futuro también tiene nombre propio. Salió a por todas, con dos largas cambiadas de rodillas que encendieron la plaza. Su toreo de capote fue bueno, valiente, y ya en la muleta se mostró firme y con cabeza frente a un eral que tuvo lo suyo. Sufrió dos volteretas, pero no se amilanó. Al contrario, firmó una faena de entrega total, que le valió dos orejas. En su segundo, mostró aún más madurez. Entendió a un eral con complicaciones, y lo toreó con paciencia, temple y valor. Dos orejas y rabo para una joven promesa que dejó claro que en Zahara también hay cantera.

El público, festivo, entregado, entusiasta, hizo de la tarde una celebración. Los aficionados aplaudieron, vitorearon y se emocionaron. Porque lo que se vivió no fue solo un festival taurino, fue una celebración de la memoria, del arte y del alma de una dinastía que sigue latiendo con fuerza en cada rincón de esta tierra gaditana.

Zahara se despidió de Cayetano como se despide a los grandes: con gratitud, con respeto y con el corazón en un puño. La figura de Paquirri sobrevoló toda la tarde, viva en el recuerdo, presente en la sangre de sus herederos, y abrazada por un pueblo que no olvida.

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