ABC

En marzo del año pasado, el torero Juan José Padilla aseguraba: «Más que tener suerte, ha sido milagroso: he tenido una vez más la mano de Dios encima». El torero hablaba desde la cama del Hospital Casa de la Salud de Valencia, pocos días después de la gravísima cogida que había sufrido en la plaza de toros de dicha ciudad. «Hoy he podido pasear y, si Dios quiere, me quitarán la respiración artificial en poco tiempo (...). He tenido muchos percances, pero en este según me golpeaba ya sabía que podía herirme con mucha gravedad», explicaba.

[ Un toro arranca el cuero cabelludo a Juan José Padilla en Arévalo ]

Aquella cornada en el pecho que le produjo un desgarro y le afectó el pulmón, no fue ni la primera ni la última de las heridas sufridas en un ruedo por el diestro gaditano, que cuenta sus cogidas por milagros. La de ayer en la plaza de toros de Arévalo (Ávila) fue, una vez más, espeluznante. Tras tropezarse inmediatamente después de poner dos banderillas, el morlacó le embistió y le arrancó el cuero cabelludo. Una vez más, el jerezano bordeó la tragedia, en este «aparato percante que, gracias a Dios, es superficial», comentó su hermano después de que el torero fuera trasladado a la enfermería conmocionado.

La cogida más dramática de Padilla fue la sufrida, en octubre de 2011, en la plaza de toros de Zaragoza , a raíz de la cual su rostro quedó desfigurado y perdió un ojo . Fue a la salida del tercer par de banderillas cuando el diestro fue volteado y, en el suelo, el pitón de un toro de Ana Romero le corneó en la cara. Su imagen levantándose de la arena con las manos tapándose el rostro ensangrentado causó gran impresión entre los espectadores del coso de la Misericordia. Entre rabia y gritos de dolor se le oyó farfullar «no veo». Era su última corrida de la temporada.

Aquella cornada puso en grave riesgo su vida y, por supuesto, su carrera. Parecía imposible que volviera a torear, habiendo perdido un ojo, con la limitación que eso supone para medir las distancias, además de varias dolorosas secuelas más. De hecho, durante el resto de aquella temporada, volvió a pasar por el quirófano varias veces, sin que el gran público lo supiera.

Pero regresó. El percance le abrió después las puertas de mejores carteles, con reses menos complicadas: pudo ofrecer nuevas facetas de su completa capacidad lidiadora, de la escuela del maestro Rafael Ortega. Suele recibir a los toros con largas de rodillas; es variado con el capote; vistoso, con las banderillas; con la muleta, domina las suertes clásicas pero también sabe recurrir a los efectismos, de cara al público; suele ser muy seguro, con la espada. Un diestro completo que, después de aquella herida y con un parche en su ojo, ha toreado más de 500 corridas y lleva en el cuerpo más de cuarenta cicatrices. Algo impensable.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación