Teatro

Diez minutos de teatro

Ernesto Alterio y Natalia protagonizan en el Central «Schok», la adaptación de la obra de Naomi Klein

Una imagen de la representación ABC

Alfonso Crespo

El problema de partida de la idea de «teatro documental» que sostiene esta adaptación , por parte de Andrés Lima y sus colaboradores, de las teorías de la periodista y activista Naomi Klein, tiene que ver con la dificultad de competir con el audiovisual, sobre todo con el que lleva tiempo horadando justamente este terreno.

Pensemos, por ejemplo, en Adam Curtis o Errol Morris, con bastante metraje «guerrillero» dedicado a unos temas que, además, también reducen a uno solo: la historia del ascenso al dominio internacional de los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial en paralelo al advenimiento de eso que ahora llaman post-verdad. «It felt like a kiss», se sintió como un beso, como poéticamente resumió uno de esos títulos.

En «Shock» el centro lo ocupa el Golpe de Estado que derrocó a Allende, antecedido por el proemio de las teorías de Milton Friedman —quizás lo más jugoso de la obra; al menos ahí donde el juego entre pantallas y escena produce mayores recompensas— y su influencia en el imperialismo capitalista yanqui, y desplazado hasta la muerte de Pinochet, con desvío previo por la Operación Cóndor y sus ramificaciones en la Argentina de las dictaduras militares.

Tres horas de altas pretensiones y a lomos de una voluntad didáctica —una parte de la obra es puramente informativa— que tiene a una troupe de actores entre la ya característica sátira autárquica y desinhibida — juegan, cantan y bailan (demasiado), pasándoselo mejor que el público — y los paréntesis de alto voltaje emocional, pues aquí se trata de seguir buscándole rédito afectivo a hechos archiconocidos y de los que, creemos, no existen aún negacionistas.

Justo casi al final, después de idas y venidas, bombardeos y picanas, apareció el teatro, en una escena —un «sketch» fabuloso, medido, sin Ernesto Alterio— que estrangula la visita de Margaret Thatcher y un intérprete a Pinochet y su cardada señora en el arresto domiciliario británico. Quizás Valle Inclán, y no Naomi Klein, custodiaba mayores verdades.

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