Sevilla y la música se abrazan durante cuatro horas gracias al Nocturama

Fernando Rodríguez Murube

07/12/2020
Actualizado a las 21:51h.

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Un buen relato se empieza por el final, sobre todo cuando es apoteósico. Como el epílogo del «Irreductibles. Nocturama 2005-2020» , el maratoniano concierto de casi cuatro horas que ha organizado este lunes La Suite en el Teatro Central para conmemorar el décimo quinto aniversario del festival hispalense, además de memorable ha estado repleto de simbolismo, no se me ocurre mejor manera de iniciar la crónica que recordando el verso lapidario que Kiko Veneno escribió hace más de cuatro décadas para «Volando voy» , ese himno imprescindible de la cultura popular española, y que volvió a interpretar, acompañado de su amigo Pájaro y con todo el público en pie, para abrochar una velada de casi cuatro horas: «Enamorao de la vida, aunque a veces duela» . Probablemente no exista mejor cita para expresar lo que los 200 privilegiados que asistieron al Central experimentaron al abandonar el recinto a las cuatro de la tarde. Pese al Covid-19, la vida sigue siendo bella, y parte de la culpa de que pensemos así se la debemos a la música.

A buen seguro que no solo los espectadores terminaron con esa sensación, los artistas también. Para que quedara constancia de ello, la penúltima canción del evento fue una trepidante versión de «Superhéroes de barrio» , también del genial Kiko Veneno, que el artista que más público ha reunido en los quince años de historia del Nocturama cantó acompañado por el propio Pájaro, Raúl Fernández, Maga y All La Glory. Si hacer música en tiempos de coronavirus no se ha convertido en un acto casi heroico , poco le falta.

Doce del mediodía, 200 personas con los rostros cubiertos por mascarillas esperan sentados en sus asientos. La hora, obligada por las restricciones y más propia para oficiar una misa que para celebrar un concierto de rock, y la frialdad del atuendo de rigor, invitan a pensar que la efeméride especial del Nocturama arrancará con un clima gélido. Nada más lejos de la realidad. Súbitamente el Teatro Central es invadido por un espíritu de aldea gala , por la irreductible apuesta por la cultura de los organizadores de este ya mítico festival que celebra aniversario en un contexto tan hostil para el arte en vivo como es este inolvidable (por lo malo) 2020 de pandemia y Covid .

Independientemente del repertorio, de antemano la cita ya obligaba a ejercitar las emociones, ya que, aunque parezca una perogrullada, el concierto en sí reunía el ingrediente para ser todo un acontecimiento: música en directo . Nunca antes, al menos en la historia reciente, artista y público se habían necesitado tanto mutuamente como ahora. Por eso al cabo de los dos primeros acordes que hicieron sonar Ana Chufa (la revelación de la edición ordinaria del Nocturama de este pasado verano) y Juano Azagra , los presentes (los del escenario y los del patio de butacas) derribaron la cuarta pared para abrazarse (metafóricamente) durante cuatro horas hasta fusionarse en un solo ente, la música, emblema privilegiado de la identidad cultural.

La cita discurrió por un ecléctico paisaje sonoro que abarcó desde el indie hasta el pop-rock (a veces andaluz, a veces con vetas más anglosajonas), pasando por el flamenco. Los numerosísimos artistas que desfilaron por el escenario del Teatro Central aprobaron con buena nota, no obstante, es de rigor destacar que hubo momentos de absoluto contacto con la excelencia .

A saber, la íntima exquisitez de Carmen Boza en esa delicia titulada «Un golpe de suerte»; el súbito y vibrante frenesí de notas que derrocharon las cómplices guitarras de Andrés Herrera «Pájaro» y su inseparable compañero (todo un lujo) Raúl Fernández; la brutal adaptación de los versos hernandianos de «Andaluces de Jaén» que firmaron Kiko Veneno y la onubense Rocío Márquez , que dejó buena cuenta de su sublime prodigio vocal tanto en este tema como en los dos cantes que interpretó seguidamente; el arrollador y descarado Nacho Camino con su demoledora versión en castellano de «The carny», de Nick Cave; y, por supuesto, los All La Glory , la banda sevillana, omnipresente durante todo el concierto, sonó impecable acompañando a casi todos los artistas, con el mérito añadido de adaptarse a diferentes estilos y registros, y brillando con luz propia en «La noche silenciosa», un tema mayúsculo de su último trabajo, «Disco fantasma», en el que destilan aires ochenteros.

También rayaron a gran nivel los respectivos singles (todos estrenados este mismo año) interpretados por Niños Mutantes, Maga, Álvaro Suite y Chencho Fernández , que derrocharon talento cada uno en su estilo; el Sr. Chinarro , con su indie sobrio, clásico y fundamental; el rock sureño y enérgico de Riverboy; María Guadaña con su versión de «Qué he sacado con quererte», de Violeta Parra, y el acertadísimo regreso para la ocasión de Solina, la banda que inauguró la primera edición de Nocturama en 2005.

Sin duda, Nocturama, una de las propuestas alternativas con más solera de la capital hispalense ha sabido celebrar como se merece sus tres lustros de música que ya forman parte de la historia viva de la cultura sevillana del siglo XXI.

Una ocasión que ha servido para paliar, aunque solo sea un poco, la enorme anemia de cultura derivada de la pandemia, esa vitamina en forma de música en directo que muchos necesitamos tanto como respirar. Y lo han hecho aplicando al pie de la letra las medidas higiénico sanitarias necesarias para hacer frente al Covid-19, haciendo alarde de mucho ingenio , demostrando que ni mucho es estéril la matriz de donde han germinado tantas buenas ideas y reivindicando, cómo no, las bandas y los artistas con marchamo andaluz, en general, y sevillano en particular.

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