Ildefonso Falcones: «Con el nacionalismo vivimos un proceso de involución cultural»

El escritor viaja a los albores del siglo XX para alumbrar el nacimiento del Modernismo y las luchas obreras con «El pintor de almas»

Ildefonso Falcones, fotografiado en el Palau de la Música de Barcelona Joan Tomàs

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Mientras escribía «El pintor de almas» (Grijalbo), su quinta novela y un bullicioso retrato de los años convulsos en los que el Modernismo moldeó la silueta de Barcelona, a Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) le diagnosticaron un cáncer contra el que aún sigue batallando. «En el contenido del libro creo que no ha influido, pero en la mecánica de trabajo lo ha hecho de una forma trascendental: hay días que no puedes escribir, el teclear de pronto se vuelve doloroso, tienes horas que te cansas más, estás más débil...», desvela el autor de «La catedral del mar».

El problema, añade, son los proyectos «más a largo plazo». «Con esto de la enfermedad empieza a jugar una variable que es la muerte. ¿Llegaré? ¿No llegaré? Confío en luchar y vencer, sí, pero es algo que está ahí», relata. Casualidad o no, cuando minutos más tarde se le pregunta por algún rasgo compartido con Dalmau Sala, protagonista de la novela y pintor que opera a la sombra de los Gaudí, Domènech i Montaner y Puig i Cadafalch de la época, la primera palabra que brota de su boca no es otra que «luchador». «Lo importante es que la naturaleza te permite luchar», insiste.

¿Qué tiene la Barcelona de 1901, con el auge del Modernismo como telón de fondo, que merezca una novela?

Es un escenario tremendamente atractivo. Además, no conozco ninguna novela que trate el Modernismo en general. Hay novelas sobre Gaudí, muy esotéricas algunas de ellas, y grandes novelas sobre la época, pero ya está. Si además eso lo observas desde el punto de vista social te produce una contradicción tremenda: están los burgueses compitiendo por ver quién muestra más riqueza con los edificios, algo que contradice la supuesta discreción de la burguesía catalana, y frente a eso hay una mayoría obrera que vive en la miseria. Es una época anticlerical, de revueltas sociales, de bombas, de huelgas, de injusticias tremendas…

¿Se puede establecer algún paralelismo entre aquella Barcelona y la de hoy en día?

Es difícil, pero si hay dos circunstancias similares son la brecha entre los ricos y los pobres, que se está acrecentando también en la sociedad actual, y la inmigración, porque Barcelona tenía un alto índice de inmigración del campo catalán. La gran diferencia es que entonces la gente no tenía derecho a nada y se moría literalmente de hambre.

¿De dónde surge un personaje como el de Dalmau Sala?

Es una persona luchadora, un artista que intenta coquetear con la burguesía y sale mal parado. Era una pieza imprescindible para poder trasladar al lector la magia del Modernismo, así que me vino un poco impuesto.

También es una novela de personajes femeninos poderosos, con Emma y Montse a la cabeza.

Cuando estudias esa época, te sorprendes de la importancia que tenían las mujeres. Llevaban la familia, encabezaban las manifestaciones y se arriesgaban frente a la Policía. La mujer luchaba, pero no luchaba por unos ideales feministas como los podemos entender ahora: luchaba por poder dar de comer a sus hijos y esa lucha era real y física.

¿Como se ve la actualidad desde la atalaya de la novela histórica?

Complicada, sobre todo con Barcelona. Creo que hay un proceso de involución cultural, que es lo que cualquier movimiento nacionalista promueve, y eso está perjudicando gravemente a la sociedad. Pese a eso, sigo diciendo que no nos cargaremos Barcelona: es más fuerte que nosotros y logrará resurgir. Pero estamos viviendo momentos muy delicados y convulsos en los que hemos dejado los valores universales de Barcelona. Seguimos siendo abiertos, sí, pero cultural y socialmente hemos perdido mucho. Un movimiento independentista lo que hace es exacerbar los sentimientos nacionalistas en lugar de buscar esa universalidad que ha caracterizado a la ciudad.

La antítesis del Modernismo, vamos.

Totalmente. Lo que viene después, el Noucentisme, es la arquitectura del régimen. Se pierde la magia y la explosión de fantasía.

¿Se han arreglado las cosas con Hacienda?

Seguimos peleando. Dos años antes de publicar «La catedral del mar» vendí los derechos a una sociedad que era el bufete de abogados ¿Cómo iba a saber que iba a tener éxito una novela de un autor novel al que han rechazado todas las editoriales? ¿Quién podía imaginar que eso entrañaba la más mínima posibilidad de fraude? Pues sobre eso llevamos años dándole vueltas.

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