Andrew Roberts: «Churchill fue de derrota en derrota en la guerra, pero supo mantener la calma»

El historiador militar más conocido del Reino Unido, publica una biografía del carismático primer ministro, editada por Crítica, pensada para alumbrar a Inglaterra en tiempos de confusión y cuando su actual primer ministro, Boris Johnson, redunda en vano en las escasas similitudes entre él y el gigante político que nació para salvar a Inglaterra de la barbarie

Winston Churchill, en Sandown Park
César Cervera

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Un estudio realizado hace una década entre miles de adolescentes británicos arrojó que más del 20 por ciento de los entrevistados creía que Winston Churchill -primer ministro de Reino Unido en su instante más oscuro- era un personaje de ficción, mientras que un 58 por cierto defendió que Sherlock Holmes sí había existido. La verdad es que no resulta tan sencillo creer que ocurrieran alguna vez las cosas que hizo y deshizo aquel tipo del bombín, el puro y el gesto de la victoria.

Andrew Roberts, uno de los historiadores militares más prestigiosos del Reino Unido, acaba de publicar en España «Churchill: la biografía» (Crítica) para recordar que, efectivamente, existió un caballero de su talla. Más de mil páginas para diseccionar el carácter de un hombre que a los 25 años había participado en campañas militares en cuatro continentes, escapado de un campo de prisioneros en Sudáfrica y había sido elegido miembro del Parlamento.

Y solo era el principio. A Winston Leonard Spencer Churchill le faltaba ocupar las principales oficinas del Estado, incluida la de primer ministro en tiempos de guerra, escribir más de 37 libros (entre ellos varias novelas), pronunciar cinco millones de palabras en discursos públicos, pintar 540 lienzos, ganar el premio Nobel de Literatura y fumar 170.000 puros. En las páginas de su libro, Roberts dota de vida a estas cifras abrumadoras a través de una documentación que incluye, por primera vez, los diarios del Rey Jorge VI.

El historiador Andrew Roberts durante la entrevista en un hotel de Madrid Ernesto Agudo

El resultado es una obra monumental pensada para alumbrar a Inglaterra en tiempos de confusión, justo cuando su actual primer ministro, Boris Johnson, admirador de Churchill, redunda en vano en las escasas similitudes entre él y el gigante político que nació para salvar a Inglaterra de la barbarie.

-¿Pensaba que Dios le había elegido para salvar a su país?

-Desde que era un mocoso estaba convencido de que había sido elegido para salvar Inglaterra, como así se lo confesó a un amigo con 16 años. Ese objetivo fue el motor de su vida, pero no en un sentido providencial, pues no era un cristiano al uso. Sí creía en un ser todopoderoso que tenía la obligación de cuidar a Winston Churchill, según su ególatra punto de vista.

-Defiende usted que la mala relación con su padre talló su carácter.

-No fue un buen estudiante y se ganaba en cada colegio castigos corporales al romper las reglas. Era su manera de llamar la atención de su familia. Su padre fue un político brillante y un orador carismático. Una personalidad vibrante que, sin embargo, nunca atisbó ningún brillo en su hijo, que acabaría por superarle en todos los aspectos. Algunas de las cartas más tristes que recibió Churchill en su vida procedían de ese padre, que usaba un tono terrible . A su muerte, el hijo le escribió una biografía a modo de homenaje y asumió sus ideas políticas.

«Por no hablar de lo bien que congenió con Stalin, junto al se quedaba hasta las tres de la mañana bebiendo vodka en el Kremlin, a pesar de estar bien informado del genocidio comunista»

-Desembarcó de la peor forma en la Segunda Guerra Mundial, ¿cómo salió bien parado con tantas derrotas?

-Se convirtió en primer ministro el mismo día que Hitler se internó en Occidente. Fue de desastre en desastre durante tres años, pero no todos los errores fueron de su cosecha y nunca perdió la calma. Por ejemplo, la falta de armamento en el Ejército británico no era culpa de Churchill, que llevaba años pidiendo que Inglaterra se rearmara. En esta travesía por el desierto lo importante fue su aplomo. Llevaba toda la vida preparado para ese momento, estaba hecho a las crisis, en calma, contando chistes cuando todos habían entrado en pánico.

-Usted denuncia que en la actualidad se está tejiendo una leyenda negra sobre su figura.

-Hay material para atacarle. Tuvo muchas pifias en su vida, como él mismo reconocía sin problema. Se equivocó enormemente con el patrón de oro cuando estaba en Hacienda, con el sufragio femenino, del que estaba en contra, con su apoyo al Rey Eduardo VIII, con la expedición de los Dardanelos y con su apoyo al terrorismo en Irlanda. Por no hablar de lo bien que congenió con Stalin, junto al se quedaba hasta las tres de la mañana bebiendo vodka en el Kremlin, a pesar de estar bien informado del genocidio comunista. Si juntas todas estas cosas, se puede generar una leyenda negra sobre su figura a base de retorcer la realidad y achacarle todos los males de su tiempo. Es fácil hacerlo con un personaje que no se sentía bien en la paz. Se puede decir que vivía con más calma en la guerra.

-Su obra incluye los diarios de Jorge VI. ¿Qué ha encontrado?

-La parte más importante es la frustración que sentía Churchill hacia la administración Roosevelt. Hacia la lentitud con la que gestionaron la entrada de EE.UU. y luego la guerra en sí. Churchill veía la Segunda Guerra Mundial como una lucha existencial entre la civilización y el régimen más cruel y maligno del mundo. No podía comprender por qué la democracia más grande del mundo insistía en arrastrar los pies.

El historiador contesta a las preguntas al respecto de Churchill Ernesto Agudo

-¿Era un defensor de una unión de los pueblos europeos?

-Churchill creía y confiaba en que tras la guerra se iban a crear unos EE.UU. de Europa, donde Inglaterra iba a jugar un papel protagonista. Lo que quería evitar así es que «los teutones volvieran a atacar a los galos», pues demasiados amigos suyos habían muerto en las guerras mundiales.

-¿Estaría preocupado con la situación actual en Europa?

-Francamente, no. Pienso que no hay peligro ahora mismo de que los teutones luchen con los galos [ríe]. Eso era lo que más le obsesionaba.

-¿Encontraría él una salida al laberinto del Brexit?

-Churchill, que sí creía en los referéndum, no hubiera malgastado tres años intentando llevar a cabo lo que votaron los británicos. Era un hombre de medidas directas, no como May.

-¿Qué le parece el interés casi obsesivo de Johnson por Churchill?

-Es bueno que los políticos actuales se interesen por la historia y escriban de ella. Pero considero que, ni por un instante, Johnson puede sostenerle la comparación a Churchill. Él jamás se hubiera hecho primer ministro en unas circunstancias así. Solo lo hizo en un contexto muy claro, la Segunda Guerra Mundial, que, por suerte, está muy lejos del problema del Brexit.

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