Quattrocento italiano: la revolución que cambió la Historia del Arte

El Prado santifica al beato Fra Angelico con una exquisita exposición sobre los orígenes del Renacimiento en Florencia

«Dieciocho beatos dominicos». Detalle. Tablas del retablo mayor de San Domenico en Fiésole THE NATIONAL GALLERY, LONDRES

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En la iglesia de Santa Maria sopra Minerva de Roma hay un sepulcro de mármol que tiene grabada en latín esta inscripción: «No me elogiéis porque parezca un nuevo Apeles, sino porque os entregué, oh Cristo, todas mis riquezas». Allí está enterrado Fra Angelico , una de las figuras más señeras de la Historia del Arte. Tras tomar los hábitos en la orden de los dominicos hacia 1420-23 –ingresó en el convento de San Domenico de Fiésole–, Guido di Pietro pasó a llamarse Fra Giovanni de Fiésole. No fue hasta catorce años después de su muerte cuando recibió el apodo de Fra Angelico por su condición de teólogo de la pintura. En 1982 Juan Pablo II le beatificó y un año después le nombró patrón de los artistas . No en vano es un pintor de pintores. Admirado por Gauguin y Degas, no podríamos entender sin su pintura la del más espiritual de los expresionistas abstractos: Mark Rothko .

Dos personas charlan ante «La Virgen de la granada», de Fra Angelico, propiedad del Prado EFE

En torno a este genio del Quattrocento gira uno de los platos fuertes del bicentenario del Prado : «Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia». Comisariada por Carl Brandon Strehlke y patrocinada por la Fundación Amigos del Museo del Prado, esta excepcional muestra reúne, en las salas C y D del edificio Jerónimos y hasta el 15 de septiembre, 82 obras (casi en su totalidad nunca vistas en España), cedidas por 40 prestadores de todo el mundo: Museos Vaticanos, Metropolitan, Uffizi, Hermitage, Louvre, Bargello, Galerías Nacionales de Londres y Washington, Casa de Alba, Colección Thyssen-Bornemisza, Universidades de Oxford y Cambridge... Excepcional e irrepetible , además de por el pedigrí de los prestadores, por otros muchos motivos. En primer lugar, por el gran número de obras de Fra Angelico que se exhiben en sus salas (hasta 40). También, porque le acompañan maestros de la talla de Masaccio, Masolino, Lippi, Uccello, Donatello, Ghiberti, Brunelleschi ... Son tesoros extremadamente frágiles y delicados, realizados sobre tabla o en terracota hace seis siglos, y apenas se prestan. Da buena idea de los muchos quilates que hay encerrados en esta muestra el valor de los seguros: la garantía del Estado asciende a casi 300 millones de euros. Además, el Prado tiene entre sus lagunas el Quattrocento italiano, redescubierto en el XIX e imposible de adquirir hoy en el mercado.

En primer plano, dos fragmentos cortados de una «Anunciación», de Masolino. The National Gallery, Washington EFE

La exposición, dedicada a la memoria del que fuera presidente del Patronato del Prado José Pedro Pérez-Llorca , a quien esta tarde se rinde tributo en la pinacoteca, narra la revolución artística en la Florencia de los 20 y 30 del siglo XV, en la que también participó activamente Fra Angelico con su arte visionario. La ciudad era un hervidero de arte , un vibrante laboratorio. Los encargos de arte público se sucedían. Ghiberti creó la maravillosa puerta del paraíso del Baptisterio de San Giovanni. Ganó el concurso, desbancando al mismísimo Brunelleschi, que se ocupó de la cúpula del Duomo, el hospital de los Inocentes, la iglesia de San Lorenzo... Donatello realizaba terracotas para residencias privadas, mientras Masolino pintaba la Capilla Brancacci en la iglesia del Carmine, que culminaría Masaccio. Una capilla, encargo de Felice Brancacci, rico comerciante de sedas, que constituye un hito del arte renacentista. Fue estudiada por Fra Angelico, Verrocchio, Botticelli, Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Perugino, Andrea del Sarto, Pontormo... El Papa Martín V vivió en esa Florencia rica y culta, que florece gracias a la Banca y su industria textil y donde los gremios eran muy poderosos. Mecenas como Palla Strozzi, Cosme y Pedro de Médicis o los Gaddi ayudaron a que todo ese genio y talento se materializaran.

«La Virgen y el Niño con cuatro ángeles», de Fra Angelico. Detalle. HERMITAGE, MUSEUM, SAN PETERSBURGO

Fue un momento decisivo que cambia la Historia del Arte : la concepción del espacio, el cuerpo humano... Después de Giotto, y antes de que entrara en escena la santísima trinidad (Leonardo, Miguel Ángel y Rafael), un grupo de talentosos artistas florentinos inventó una nueva manera de ver en el arte occidental, tanto en pintura, como en escultura y arquitectura. Así, Masaccio, el más moderno de todos ellos, renovó por completo el lenguaje pictórico, dotando a la pintura de vivacidad, fuerza y volumen. Hizo desnudos y escorzos inusuales hasta entonces. Cuelga en el Prado un espléndido «San Pablo». De Masolino, dos fragmentos cortados de una «Anunciación».

«San Pablo», de Masaccio. Detalle MUSEO NACIONAL DE SAN MATEO, PISA

Otro revolucionario fue Filippo Brunelleschi . Arquitecto, escultor, orfebre, pintor..., inventó la pala quadrata, con la que el gótico se fue al traste. La exposición arranca con un hermoso capitel corintio, de 600 kilos, que procede de una pilastra de la iglesia de San Lorenzo de Florencia, su obra maestra. El gran orfebre Lorenzo Ghiberti contaba con ayudantes como Donatello y Uccello. El primero, autor de célebres esculturas, fue un maestro del relieve. Está presente con espléndidas terracotas, como «La Natividad», «La creación de Eva», «La Virgen de la granada» y «La Virgen y el Niño entronizados con dos ángeles y dos profetas». De Uccello, pintor dotado de un sofisticado ingenio, cuelga su «Anunciación», del Ashmolean Museum (Universidad de Oxford).

Y, junto a ellos, un monje pintor, Fra Angelico , que actualiza la espiritualidad en el arte, sirviéndose de las nuevas conquistas. Lejos de ser pluscuamperfecto, como lo describe Vasari en sus «Vidas», experimenta, corrige una y otra vez, y participa de las inquietudes y anhelos de sus coetáneos, de su revolución estética. Miguel Falomir, director del Prado y especialista en pintura italiana del Renacimiento, destaca «su técnica superlativa y su refinamiento, su sensibilidad especial, sus extraordinarios colores, su capacidad para plasmar lo inasible». La nostalgia del absoluto, de la que habla George Steiner.

«La Anunciación», de Paolo Uccello. Detalle THE ASHMOLEAN MUSEUM, OXFORD

Fra Angelico utiliza por primera vez la perspectiva para organizar el espacio. Es el caso de «La Anunciación» del Prado , primera obra del artista que salió de Italia (fue adquirida por el XIV duque de Alba) y hoy luce espléndida tras su restauración. Un documental relata los pormenores de los trabajos. El museo incorporó en 2016 otras dos obras del maestro. Adquirió por 18 millones de euros «La Virgen de la granada» , de la Colección de la Casa de Alba. Además, el duque de Alba donó «Funeral de San Antonio Abad». Junto al uso de la perspectiva, entre sus virtudes se hallan el manejo de la luz y su capacidad para narrar historias. Fra Angelico fue aprendiz en el taller de Lorenzo Monaco. Hay en la exposición obras de éste y algunas realizadas a cuatro manos por maestro y discípulo.

«La Anunciación», de Fra Angelico, tras su restauración MUSEO DEL PRADO

De Fra Angelico destacan las tablas del retablo mayor de San Domenico de Fiésole (retrata a 200 personas y permite meterte en la mente y hasta en el convento del propio Fra Angelico), de la National Gallery de Londres; una magnífica «Crucifixión» del Metropolitan, «La Virgen de la Humildad» de la Colección Thyssen-Bornemisza, depositada en el MNAC; o «Historias de los padres del desierto» (curioso paisaje, que semeja un cómic, de los Uffizi)... Excepcional préstamo, «Cristo crucificado con San Nicolás de Bari y San Francisco de Asís» , que sale por vez primera de Italia. Son pinturas siluetadas con las que Fra Angelico buscaba imitar las esculturas de madera policromada. Esta pintura tridimensional se sacaba en procesión. La cabeza y el torso de San Francisco se cortó en el siglo XIX y hoy le sustituye una copia. El Prado exhibe también el original, del Museo de Filadelfia. Se reúnen por primera vez desde que se separaron. Cierra la exposición un conmovedor dibujo, «Cristo muerto», que cuelga cerca de «La Crucifixión» de Berruguete. Pura emoción .

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