Así fueron los 19 minutos con los que Da Vinci rompió el mercado del arte

El mundo esperaba una venta millonaria, por encima de los cien millones de dólares (Christie’s tenía esa cantidad garantizada a través de un tercero), pero no los 450,3 millones de dólares con los que «Salvator Mundi» se convirtió en la obra más cara de la historia

Javier Ansorena

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Tras más de un cuarto de hora de puja, Jussi Pylkkanen sacó del atril un vaso de agua con hielos y le pegó un sorbo. Quizá el subastador principal de Christie’s tenía la boca pastosa de pronunciar sin descanso « millones de dólares », los que se cruzaban en una sala atiborrada en Rockefeller Center por « Salvator Mundi », el único cuadro de Leonardo Da Vinci en manos privadas.

Pylkkanen imprime un ritmo trepidante a las pujas, no se entretiene en esperar una oferta más alta y golpea con el mazo sin tregua. El miércoles por la noche hizo una excepción en una subasta histórica, la que acabó con el precio más alto, de lejos, pagado nunca por una obra de arte. En un momento en el que la puja se estancó, con incrementos de dos millones de dólares, por debajo de los trescientos millones, Pylkkanen no mostró su habitual prisa. « Es un momento histórico, esperaremos », anunció, mientras dos teléfonos echaban humo en la sala, los que conectaban a dos expertos de casas de subastas presentes en la sala con otros tantos coleccionistas anónimos en alguna parte del mundo, los únicos que seguían vivos en la pelea. Fue una decisión correcta. La puja se avivó y se alargó hasta los 370 millones de dólares, con una mezcla de pasmo y fascinación en el rostro de quienes atestaban la sala ( Patti Smith en primera fila, Leonardo di Caprio en un reservado y pesos pesados del arte como Larry Gagosian o Eli Broad mezclados con curiosos). A punto de cumplirse los veinte minutos de toma y daca, uno de los dos coleccionistas puso de golpe otros treinta millones de dólares encima de la mesa: « ¡400 millones de dólares! », exclamó de golpe Alex Rotter, co director de arte contemporáneo de Christie’s, interlocutor en la sala del comprador anónimo. Fue el golpe de gracia a la subasta, y Pylkkanen dejó caer el mazo. Con la comisión que se lleva la casa de subastas, el precio final ascendió a 450,3 millones de dólares.

Fue un resultado asombroso. El mercado del arte esperaba una venta millonaria, por encima de los cien millones de dólares (Christie’s tenía esa cantidad garantizada a través de un tercero), pero no un precio que pulverizara todos los récords existentes. Hasta ahora, el mayor precio en subasta habían sido los 179,4 millones de dólares pagados por « Les Femmes d’Alger », de Pablo Picasso , en mayo de 2015. Pero «Salvator Mundi», una imagen de Jesucristo que sostiene una bola de cristal, atribuida a Da Vinci y ejecutada hacia el año 1500, supera también las mayores ventas privadas que se conocen. Se especula que un inversor estadounidense se gastó 300 millones de dólares el año pasado en un cuadro de Willem de Kooning, la misma cantidad que se atribuye a uno de Paul Gauguin adquirido por Qatar.

El mercado del arte trata ahora de digerir la noticia. Es cierto que el viento financiero -con la bolsa en EE.UU. en máximos históricos- ha empujado a favor y que los precios del mercado han evolucionado en los dos últimos años después de una contracción, pero quizá el mayor valor del cuadro tiene que ver con su escasez. Hay casi tantas versiones de «Les femmes d’Alger» ejecutadas por Picasso -quince- como cuadros que han sobrevivido de Da Vinci. Para un coleccionista ávido por conquistar la única obra del artista más famoso de la historia, era ahora o nunca. El resto de obras conocidas están en museos. El clima financiero, la agresiva campaña de marketing de Christie’s y la unicidad de la obra crearon la tormenta perfecta.

No importaron las condiciones del cuadro, ni las dudas sobre su autenticidad, ni la rocambolesca historia que arrastra. «Salvator Mundi» perteneció a la colección del rey Carlos I de Inglaterra y se le perdió de vista entre 1763 y 1900, cuando fue adquirido por una familia noble británica. Entonces no se consideraba un cuadro de Da Vinci, sino una copia de un discípulo. En 1958 apareció en una subasta en Sotheby’s y se adjudicó por 45 libras -unos 125 dólares actuales-. Volvió a salir a la luz en 2005, en una puja en Luisiana (EE.UU.), donde un grupo de marchantes lo adquirieron por algo menos de diez mil dólares. Después de seis años de restauración y de análisis, lograron que se atribuyera a Da Vinci y fue incluido en una exposición sobre el genio renacentista en la National Gallery de Londres. Como era de esperar, su precio se disparó y pasó por varias manos hasta que un multimillonario ruso, Dmitry Rybolovlev, hasta ahora su dueño, lo adquirió en 2013 por 125,7 millones de dólares.

Lo que se desconoce es la identidad del comprador , tan misteriosa de momento como es para algunos la autenticidad del cuadro. Hay especulaciones para todos los gustos: otra fortuna de Rusia, donde hay mucho gusto por la iconografía religiosa; un nuevo rico asiático, por la agresividad al final de la puja; incluso una familia real de Oriente Medio, para coronar alguno de los fantásticos museos que han surgido en la región (¿podría ser el Louvre de Abu Dhabi , que podría tener su «Mona Lisa» masculina?). Brett Gorby, ex de Christie’s y actual galerista, aseguró a «ArtNews» que el comprador «daba la sensación de ser muy americano». Un sospechoso es Bill Gates , uno de los hombres más ricos del mundo, y que ya se gastó unos 50 millones de dólares actuales en 1994 por un archivo de escritos científicos de Da Vinci conocido como « Codex Leicester ». La caza del único propietario privado de un Da Vinci continúa.

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