Eduardo Arroyo, un referente del arte español

Madrileño por los cuatro costados, aunque curtido en París y siempre con un toque de elegancia «italianizante», el pintor ha sido durante décadas uno de los grandes referentes culturales españoles

El artista Eduardo Arroyo posa junto a una de sus obras durante la inauguración de la XIII edición del Hay Festival Segovia EFE

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Eduardo Arroyo , uno de los artistas más importantes de nuestro país, ha fallecido hoy a los 81 años de edad. Madrileño por los cuatro costados, aunque curtido en París y siempre con un toque de elegancia «italianizante», ha sido durante décadas uno de los grandes referentes culturales españoles.

Exponente de una concepción figurativa de la pintura, generador de una iconografía propia que iba más allá de la retórica del arte pop para ofrecer perspectivas críticas de la realidad sin caer nunca en lo panfletario. Con obras en los más importantes museos del mundo (entre otros en la colección permanente del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ) y el reconocimiento de la crítica, tenía una posición netamente polémica con respecto a las dinámicas «feriales» del arte actual, subrayando el declive de la pintura que era la forma creativa a la que se entregó apasionadamente.

He escrito en numerosas ocasiones sobre este gran pintor. En realidad, era mucho más que un pintor: dibujante extraordinario, narrador excepcional, ensayista de un vigor increíble, experto en boxeo, cartelista de ingenio total, creador de algunas escenografías teatrales verdaderamente imponentes. En este momento de tristeza, lo que más recuerdo es su divertidísima conversación.

Estar con él era, en todos los sentidos, un lujo; las comidas se prolongaban sin sentido del tiempo, las confidencias estaban marcadas por la inteligencia resplandeciente. La última vez que nos encontramos fue en la presentación de su libro sobre Panamá Al Brown. Me pidió el editor Javier Fórcola que hablara y lo hice para dar cuenta, una vez más, de mi admiración infinita; él se reía y tomó luego la palabra con un tono de «hojarasca».

Estaba muy delgado aunque me transmitió que tenía ánimo para seguir «en la batalla». Es uno de los más grandes artistas que he conocido, una figura referencial del arte español, un testigo de épocas críticas en las que no tuvo miedo de decir lo que pensaba. En este momento de absoluta tristeza rememoro la grandeza de este amigo. Un ser único, grande, tierno, resplandeciente.

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