¿Qué pasó con el hijo de María Antonieta?

Cómo el ADN mitocondrial reveló el destino del niño que habría reinado como Luis XVII

Luis Carlos de Borbón, más conocido como Luis XVII Wikipedia

Pedro Gargantilla

Hasta el año 1665 el concepto de célula simplemente no existía. Ese año el científico inglés Robert Hooke (1635-1703) denominó así a unos compartimentos que observó en un corte de corcho con la ayuda de un rudimentario microscopio. En este momento sabemos que cada uno de nosotros tiene, aproximadamente, treinta billones de células.

En 1676 Anton von Leeuwenhoek (1632-1723) anunció que había observado lo que serían las primeras células vivas. Pero fue preciso esperar hasta 1890 para que un biólogo alemán, Richard Altmann (1852-1900), describiera unos filamentos en el interior de las ellas, lo que hoy conocemos como mitocondrias. Se estima que en cada una de nuestras células puede haber hasta dos mil mitocondrias.

El siguiente salto, en esta línea de descubrimientos, se produjo cuando dos investigadores suecos, Margit y Sylvan Nass , descubrieron el ADN mitocondrial, un material genético que se hereda por vía materna. Pues bien, gracias a este ADN fue posible conocer qué sucedió con Luis XVII .

Un príncipe sin corona y un rey sin cabeza

En 1789 Francia vivió unos momentos convulsos. Al grito de igualdad, libertad y fraternidad los revolucionarios mandaron al rincón de pensar a lo que más adelante se conocería como Antiguo Régimen y despojaron a los Borbones del trono galo.

El 13 de agosto de 1793 el rey Luis XVI, su esposa María Antonieta, junto con sus hijos María Teresa y Luis Carlos, y una hermana del monarca, Madame Elisabeth, fueron llevados a la Torre del Temple, un torreón medieval, y hechos prisioneros.

Los revolucionarios les sustrajeron de todos sus títulos y convirtieron al heredero en, simplemente, el 'pequeño Capeto'. El 8 de septiembre de 1792 el rey Luis XVI redactó un acta de abdicación en la que renunciaba a la corona y establecía la formación de un Consejo de regencia que ejercería la administración del supremo poder ejecutivo hasta la mayoría legal de Luis Carlos, su hijo.

De poco le valió aquella artimaña porque únicamente salió con vida de aquella prisión María Teresa, la hija de los reyes. El monarca, la reina y la hermana de Luis XVI acabaron en la guillotina y el pequeño Luis Carlos permaneció encarcelado hasta que murió en 1795, cuando contaba diez años.

Al día siguiente de la muerte del pequeño cuatro médicos, con la mayor discreción posible, realizaron la autopsia. Uno de ellos, el doctor Pelletan, fue el encargado de abrir el cuerpo, un hecho que le permitió, aprovechando un momento de distracción de sus compañeros, quedarse con el corazón del hijo del Luis XVI.

Los galenos certificaron que, el que habría reinado como Luis XVII, falleció a consecuencia de la tuberculosis. El bacilo de Koch, y no los revolucionarios, acabó con su vida. A pesar de todo, muchos se negaron a creer que el heredero había muerto y surgió la leyenda que afirmaba que uno de los vigilantes, en el último momento, le habría permitido escapar sustituyéndole por otro niño. Esto motivó que durante mucho tiempo se presentasen en la corte multitud de 'luises' reclamando sus derechos dinásticos.

Los secretos del corazón

Tras el hurto, Pelletan colocó el órgano en un frasco con alcohol, que reemplazó periódicamente hasta que consiguió que se momificara. En 1815 presentó la reliquia a Luis XVIII -hermano de Luis XVI y tío de Luis XVII- que la rechazó. Posteriormente el hijo del médico galo se la regaló a Edouard Dumont y este, a su vez, a Carlos María de Borbón, el pretendiente carlista al trono español. Cuando el hermano de Fernando VII falleció, la urna con el corazón pasó a sus descendientes, siendo una de sus nietas la que la devolvió a Francia. Nos encontramos ya en 1975.

A partir de ese momento el corazón fue depositado en la basílica parisina de Saint Denis y no fue hasta el año 2000 cuando se solicitó a dos laboratorios independientes que dictaminasen si realmente aquel órgano momificado había pertenecido a un descendiente directo de Luis XVI. Tras analizar los restos de cabellos de María Antonieta, que estaban guardados en varios museos y colecciones privadas, y compararlos con el corazón los investigadores de la Universidad de Munster y de la universidad de Lovaina llegaron a la misma conclusión: el ADN mitocondrial era el mismo. En román paladino, la treintena de genes contenidos en el ADN avalaron de forma definitiva la historia del doctor Pelletan, echando por tierra la leyenda que defendía que había escapado con vida.

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