Habíamos sido testigos de multitud de referencias, en los repertorios de diferentes agrupaciones, al octavillita ególatra, personaje completamente reconocible en la fauna carnavalesca. Pero salvando a 'Los comparsistas se la dan de artistas' de Juan Carlos Aragón, que tenía una intención radicalmente distinta, no recordamos un tipo dedicado a las estrellas mediáticas del carnaval de Cádiz.
La chirigota de Llull pega fuerte en su pase de preliminares con una logradísima distorsión de la figura del octavilla. Es un superhéroe, nada menos.
En el primer pasodoble, de bella factura musical y muy bien cantado, se burlan de la vanidad del comparsista y las envidias que supuestamente despiertan. Ironía pura, aunque fácil de descifrar. La segunda letra, sobre la cultura estadounidense y el viejo sueño americano. Ellos prefieren quedarse en Cádiz trabajando en Astilleros. Predomina de nuevo el sarcasmo, que se aborda con inteligencia en cada momento.
Buena tanda de cuplés. El primero, a un fantasma en un hospital. Y es que resulta que lo habían citado hace tanto tiempo para una operación de cataratas que ya no está entre nosotros. El segundo, bien tirado, a la poca gente que no ha nombrado Martínez Ares en su pasodoble de los carnavaleros-ovejanegras.
Sorprendentemente, el popurrí no se agota por más que explotan el tipo vanidoso y egocéntrico del comparsista. Mención especial a la cuarteta en la que recrean un pasodoble cantado por un octavilla en las calles de Cádiz. La hermosa cuarteta final completa un estupendo pase donde logran el equilibrio entre el humor sinvergüenza y el decoro. Por más carga que dan al personaje, no encontramos un solo chiste a la recurrente alusión del comparsista aficionado a la coca, tan citado por otras agrupaciones.
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