Qué bonito arranca el pasodoble, unidas las voces en el tenor. De los mejores inicios de este año. Zampaña y Cheza proyectan dos letras contundentes, no se guardan nada en el zurrón. Durísima respuesta a los ignorantes que critican el acento andaluz, no por su soniquete, sino porque representa al pobre, al campesino, al labrador. «Cállate la boca que está hablando Andalucía», gritan. Incluso amenazan con cerrar las fronteras para asfixiar a una España que ha dejado de lado a esta tierra, que ha perdido el sur. El Teatro canta el himno de Blas Infante.
Críticas hacia fuera, tirón de orejas de puertas hacia adentro. Recordando «el Carnaval que yo aprendí desde chiquillo, el que cantaba las verdades que dolían». Lamenta que parte de esta fiesta se haya vendido al poder por miedo, por el éxito, por el dinero. «El sobran forillos y le faltan dos cojones». Ese verso repetido, en tres ocasiones, da mucho empaque a una copla a la que tal vez le sobre el penúltimo parón. «Si se calla, que otra vez se queme el falla pero con nosotros dentro».
Sufren en los cuplés y remontan en un popurrí que representa un acentuado cambio con respecto a sus anteriores creaciones, unas más sombrías, otras más clásicas, todas cargadas de agresividad. Mantienen ese carácter tan crítico pero desde un semblante más calmado. El grupo maneja perfectamente los volúmenes y se aprecia la excelente afinación que caracteriza al músico. Aspiración clara a semifinales.
La comparsa de Nene Cheza y Zampi apuesta por una puesta en escena clásica aunque formas algo diferente, manteniendo la rotundidad de siempre en la interpretación
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