Opinión CArnaval

Carta para Luis, un amigo

Llamaste a la puerta del ensayo y demostraste una clase personal inesperada

José Luis Bustelo

Cádiz

Llamaste a la puerta del ensayo. Abrimos y eras tú. Te presentaste, Luis Ripoll. Nosotros unos chavales con nuestra comparsa juvenil que sería Dueños del mundo. Fue un orgullo tenerte de visita. De chaval ya cantaba tus cosas en Fragela con mis amigos: Animadores de Cabaret, Marionetas, Carrusel de Colores, Los Golfos. Mi admirado Ripoll. Pero venías para resolver algo. Me dijiste que mi comparsa podía coincidir en tipo con la tuya, que iba a llamarse Los Tío Sam. Efectivamente así iríamos vestidos. Me extrañó que tú, un autor de la competición en adultos te molestaras en discutir esa coincidencia con unos chavales de juveniles. Igual podías habernos obviado por ser de categoría inferior y que tu nombre aplastara el nuestro. Pero no. Demostraste una clase personal inesperada. Para solucionar el entuerto fuiste simple. Me pediste la fecha aproximada en que tuve la idea. Te dí una fecha y dijiste «Listo, la idea es tuya entonces. A mí me vino después» Y te fuiste tranquilo, saludando. Aquel año sacaste Cuentos y Leyendas (1979). Desde entonces no me olvido de eso y lo cuento entre amigos. Hoy, tras 45 años de aquello, siento que te han tratado mal. Y me ha dolido. Puede que tu comparsa no esté a ese mismo nivel de muchas, pero puede que sí lo esté, por sentido y tripas gaditanas, sobre otras. Otras que quizás vinieron a cantar nombrando Cádiz porque había que hacerlo y así cumplir, Todo un protocolo. Luego se fueron. Y tú te quedas. No sumaste esos puntos en el matiz de las cosas. No es pedir un privilegio por ser quien eres, porque sería hacer trampas. Es simplemente negarme a aceptar ese «Que se retire ya» de algunos, como si ellos, por adelantado, moviesen la batuta del decidir quién puede o no seguir aquí. Aunque te hundan en la tabla seguirás teniendo esa chispa popular entre nosotros, tu gente de Cádiz. La fama de jueces y otros tan bien ilustrados acabará justo el día 10. Nadie se acordará de ellos tanto como SÍ de ti. Ellos se van. Tú te quedas. Ah, y gracias.

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