OPINIÓN CARNAVAL

Que comience la partida

Jona nos presenta Los sacrificaos, una apuesta por un Carnaval subversivo y revolucionario que, hasta ahora, resulta una de las comparsas más transgresoras de las creadas hasta la fecha

Cristina Braza

Alejado del mundo de fantasía, cine y color que traían consigo Los peliculeros, el autor de esta comparsa nos sorprende con una apuesta completamente diferente y renovada. Jona nos presenta Los sacrificaos, una apuesta por un Carnaval subversivo y revolucionario que, hasta ahora, resulta una de las comparsas más transgresoras de las creadas hasta la fecha.

Al igual que en la sociedad estamental que caracterizaba la Edad Media, en la que el pueblo carecía de privilegios y su vida estaba marcada socialmente desde el nacimiento, este grupo de obreros también se manifiestan por ser los peones adoctrinados por el miedo para servir a los superiores. Para llevar esta idea a escena, Jona ha realizado una acertada alegoría entre el mundo y el ajedrez en el que los peones son los sacrificados, los que se utilizan para seguir manteniendo los privilegios de unos pocos, principalmente a las altas esferas: el rey, la reina o los bancos. La inmensa mayoría, que es el pueblo, nace y ya desde entonces, las reglas del juego de la sociedad le vienen impuestas.

El sacrificao representa un personaje rebelde, que se manifiesta contra lo que se le impone, aunque lo realmente característico de esta comparsa es que el autor consigue con un solo elemento escénico, la carretera industrial de Astilleros, gaditanizar al obrero. Un detalle que destaca del tipo no es otro que el pañuelo rojo y negro que representa el anarco-sindicalismo, es decir, la lucha por la clase obrera y la ruptura con la jerarquía de clases.

La propuesta es tan vanguardista como clásica porque si bien Jona nos plantea aquel trabajador del escalafón más bajo de la sociedad, tan representado a lo largo de la historia del Carnaval de Cádiz, el autor consigue ir más allá de contar las desigualdades que sufren día a día los obreros. Para ello, equipara dentro de la partida de ajedrez el papel que juega un peón con el del obrero en la sociedad. En este sentido, los peones son los primeros en sacrificarse para luchar por ganar el juego, son los primeros en dar un paso hacia delante y no dejan de recordarnos que en este primer mundo donde vivimos las fichas blancas inician la partida.

Sin embargo, este tipo tan universal no está exento del ingrediente gaditano. Estos obreros llevan al último extremo sus esfuerzos y representan, tal y como se plantea, en el primer pasodoble, los sacrificios que realizan para poder regalar su comparsa año tras año a Cádiz.

Tras desgranar un repertorio crítico y comprometido socialmente, es al final del popurrí cuando la comparsa representa, una vez más, con los compases de aquellos Originales, la alegría y el desenfado que caracteriza el espíritu del gaditano.

Así como en el ajedrez, los peones consiguen la coronación cuando llegan al final del tablero, esta comparsa tiene todas las herramientas para alcanzar la partida final de este Carnaval.

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