Forillo negro. Cuarteto clásico, clásico, clásico. El Gago es hasta moderno. Y se puede hacer. Sí, se puede hacer. Es más complejo, pues engancha más el movimiento, el baile, la risa, el correteo, los equívocos, las morisquetas... pero es que esto es un cuarteto de Carnaval. Cargante a más no poder, con todos los sectores de la ciudad y la fiesta.
Los jovencísimos intérpretes se reparten el repertorio de manera equilibrada. El crítico, el feliz, el triste... Pero sin abusar del chiste fácil, rimado a conciencia, y con una dosis extra de poca vergüenza. Para el neófito le puede resultar incomprensible que cuatro chavales, recién cumplida la mayoría de edad, se agranden de esta manera en el escenario.
Golpes muy originales en el popurrí, con su hilo conductor como recalcan al inicio. ¿Cómo acabaron en el cuarteto? Luis Rivero no los quiso en el coro por tener los pies planos y de los Estudiantes se fueron por no aguantar a Mario Mangano. Dan a todos los palos menos al cuartetero. A coristas, comparsistas y chirigoteros. Muy de consumo local. Salen por la puerta grande y dejan la sensación de que la sorpresa puede estar a la vuelta de la esquina.
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