Opinión Carnaval

El Carnaval más inclusivo

Si hablamos de inclusión, por su carácter más inherente al sentido etimológico del término, hablamos de Willy y de Lola

Eder Rey

Santoña

Hablar del Carnaval de Cádiz es hablar de la chirigota del Cascana. Es hablar de transgresión, de desvergüenza, y sobre todo, es hablar de inclusión. Y si hablamos de inclusión, por su carácter más inherente al sentido etimológico del término, hablamos de Willy y de Lola.

Cuenta este que suscribe estas palabras que allá por el 2014 cuando tiene la inmensa fortuna de pisar por primera vez las benditas tablas del escenario envuelto en ladrillos coloraos, con una chirigota de cuyo nombre no quiero acordarme, es acogido por un grupo de locos viñeros, con más historia que vida, entre los que se encuentran entre otros, el por todos reconocido Juanlu; Willy; Lola, motor, manos y pies del malogrado; y Joshua, mecánico de amor suplente de Lola.

Recuerda el mismo que suscribía las palabras anteriores, que tras años estrechando lazos con la chirigota más necesaria del Carnaval de Cádiz, en 2019, en la Peña Paco Alba, se organiza una «Marmitada de hermanamiento chirigotero» en la que los no menos locos pseudochirigoteros del barrio gaditano de Santoña atraviesan el mapa de punta a punta cargados, a partes iguales, de ilusión, de octavillos de «lo que me pide Cádiz» y de bonito del norte para elaborar el plato marinero más típico de la bella tierruca marinera, El Marmite.

Permitan este pequeño paréntesis para comentar que en aquel hermanamiento gastronómico-chirigotero tuvo a bien aparecer un tal Manuel Vizcaíno, por aquel entonces ya presidente del Cádiz, que, para gastar en fichajes no, pero para comer anchoas movía las manos con una ligereza que daba gusto. Y aunque parezca un imposible, quizás fuera el mismísimo Willy el que más rápido moviera las manos para llevarse a la boca aquel manjar del norte. Porque Willy, aunque fuera pequeñito, zampaba por un tubo…(me odiaría y me amaría a partes iguales por este chascarrillo)

Y, ¿sabéis quién estaba allí con Willy? Sus manos y sus pies tenían nombre propio y se llamaban Lola. Esas manos de seda que le empujaban por el sendero de la vida. Esas garras aterciopeladas que daban cuerda a los latidos de dos corazones. Lola, símbolo superlativo del amor hecho persona.

Y fue aquel 17 de Noviembre cuando a Lola se le apagó un poco de sí misma y cuando Cádiz fue menos Cádiz. Fue aquel 17 de Noviembre cuando todo lo relativo al mundo del carnaval se torció y dejó de ir sobre ruedas…

Se fue un trocito de La Tacita. Se fue un poquito de todos y cada uno de los aficionados pero permanecerá para siempre como amuleto celestial de la fiesta típica gaditana más inclusiva.

Véanse estas líneas como pequeño homenaje de un humilde montañesuco aficionado al Carnaval de Cádiz para Willy, y sobre todo, para ELLA. Para Lola, porque aunque estas letras resulten contradictorias, los homenajes más bonitos son los que se hacen en vida.

Cuando dejéis de creer en el amor verdadero, dejad de hacer todo lo que estéis haciendo y observad una fotografía de Lola.

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