Tío Borrico, visto por el gran dibujante Pedro Carabante. :: LA VOZ
Jerez

El flamenco, un patrimonio universal

El nombramiento por parte de la Unesco tiene lugar con cierto retraso, lo que impedirá resarcir a tantos grandes artistas La distinción se produce tras décadas de desagravio

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El nombramiento de Patrimonio Universal que la Unesco le ha otorgado al arte flamenco, más que una distinción, me parece un desagravio. ¡Ya era hora! Sí, porque el arte flamenco es una manifestación cultural tan digna, como tantas otras que existen en el mundo calificadas de éste modo desde hace muchos años y, sin embargo, ha estado minusvalorada durante décadas y por algunos sectores de la música y la cultura incluso denostada. No digamos hasta los años sesenta o setenta del pasado siglo en el que era considerada una manifestación de mal gusto, cuyos deleitantes eran personas de escasa cultura y sus artífices individuos de baja estofa.

Recordemos como por aquellos años el cante gitano era ridiculizado por actores españoles como Fernando Esteso y Andrés Pajares y, más tarde, por el dúo cómico Martes y Trece, los que en sus 'sketchs' utilizaban los ayeos del cante a modo de burla.

Haber estado de flamenqueo, era por entonces haber pasado una noche de borrachera en apartadas ventas de caminos, rodeado de gente de mal vivir, en las que eran frecuentes las putas y los maricones. Había excepciones y en las noches de juergas también podías encontrar personas con sensibilidad: pintores y escultores, poetas y escritores y otros artistas cuya formación y cultura les permitían apreciar los valores del cante gitano. También lo apreciaban algunos señoritos, pero la mayoría de éstos eran crápulas y noctámbulos que utilizaban la juerga para encubrir sus vicios y también sus perversidades.

Desde entonces acá, el arte gitano-andaluz ha seguido expresándose del mismo modo, es decir, a través de sus «palos», por los diferentes artistas que nos lo han hecho sentir; unas veces con más acierto que otras, pero siempre llegándonos a los sentimientos a través de sus letras, sus músicas o sus ritmos.

Para las mayorías

Aunque nosotros preferimos el flamenco de bis a bis, de tú a tú, con el cantaor rebuscándose, mirándote directamente a los ojos, haciéndote estremecer; reconocemos que éste privilegio es de minorías por lo que, para que el mundo lo conociera, era necesario llegar a hacerlo de mayorías, exhibiéndolo y haciendo representaciones en grandes escenarios. Yo sabía hace tiempo, que tarde o temprano el mundo tendría que pararse a escucharlo y que los «mandamases» al contemplarlo quedarían estupefactos y acabarían rindiéndose a la transmisión de sus emociones.

Y me decía: si este arte se pudiera difundir como es debido, trasladarlo a la escena, a los platós... el mundo se rendiría a sus arrebatadoras expresiones. Por eso me dolía tanto cuando era utilizado como hazme reír por cuatro payasos, que escasos de talento recurrían a un arte ancestral para caricaturizar con escarnio a sus intérpretes, exagerando sus atuendos y sus modos de expresión.

¡A ver si son capaces de hacerlo ahora! Mofarse de un arte que es mundialmente reconocido, cuyos textos, músicas y ritmos ganan cada día más adeptos, llenando numerosos teatros y coliseos y sus intérpretes tienen unos cachés y prestigio que para sí hubieran querido ellos en aquellos tiempos de chuflas y pantomimas.

Aunque para hacerlo más asequible y poderlo mostrar se le haya tenido que 'enlatar', los aficionados reconocemos que sin éstas formas multitudinarias de representarlo no se habría llegado al gran público, ni atravesado fronteras... obteniendo por lo tanto con ello el reconocimiento mundial del que ahora es objeto.

Aunque con bastante retraso, nosotros lo recibimos con agrado, porque la noticia del reconocimiento viene a satisfacer antiguos anhelos, pero sin provocarnos el lógico entusiasmo que el nombramiento tiene, ya que nos también deja el sabor agridulce de la impotencia, esa que ahora sentimos de no poder resarcir a tantos buenos artistas que se dejaron la vida defendiendo su cultura y solamente recibieron el agravio de la incomprensión de la mayor parte de la sociedad.

Porque ¿quién les hace ahora llegar el desagravio? Por ejemplo: al Negro del Puerto, o al Chozas, o también a Tío Borrico, que murió prácticamente en la indigencia. Seguro que si despertara del sueño eterno no se lo creería y dejaría de decir aquello de: sobrino, que difícil es comer caliente dos veces al día... porque aunque lo decía con sorna gitana, la verdad era que tenía el hambre instalada en la boca del estómago.

Esté donde esté, seguro que le impresionará saber que ahora lo contratarían todos los días, por lo que tendría dinerito y no pasaría nunca más necesidades; ya nunca más aquello otro de: sobrino, ayúdame que estoy «mu» malamente. Ni le haría falta que le hicieran homenajes porque con su eco habría dado varias vueltas al mundo; ya no se mofarían más de él, ni se escribirían libros ensañándose con sus miserias, como asimismo tampoco aparecerían los oportunistas que han utilizado su nombre y su persona para beneficio propio.

Incluyo en este ámbito a la clase política, la que se ha acercado al flamenco para sacar rédito, utilizándolo como trampolín, amparándose en él con el fin de abrir instituciones, secretarías y subsecretarías; en suma, puestos políticos que solo han servido para succionarle la sangre al flamenco, sin darle la mínima contraprestación a sus artífices, que son los generadores de éste arte, a los que hace cuatro o cinco décadas ignoraban, pero que ahora apoyan por puros intereses electoralistas, ya que tras el flamenco existe un importante colectivo humano al que tratan de manipular con sus tejemanejes: menos mal que el tiempo de los tontos ya pasó...