Carlos, junto con otra de las monitoras de los cursillos que este año organiza la Delegación municipal de Turismo . :: JAVIER FERNÁNDEZ
LA FERIA POR BOCA DE CARLOS NÚÑEZ PROFESOR DE SEVILLANAS

Mira quién baila en el Templete

El cursillo acelerado atrae a la caseta municipal a voluntariosas 'alumnas' de toda clase y condición Carlos enseña sevillanas a las extranjeras que visitan el González Hontoria

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Voluntad, desde luego, le pone. La señora sigue las instrucciones de Carlos, paso a paso, giro a giro, pero lo que le sale más bien es una especie de sardana sin brío, un sucedáneo de jota que el público aplaude por compromiso. Además, por entre los volantes del traje, cuando toca remate de tacón, se le ven unos calcetines de rombos que le llegan casi hasta las rodillas. Es nórdica. Puede que sueca, o finlandesa. Se le nota en el gesto un tanto serio, y en que aún no ha tenido tiempo de dorarse, aunque sea un poquito, bajo el sol del Hontoria. Carlos suda la gota gorda, pero como es un profesional, no pierde la sonrisa, y anima al resto del grupo a subirse al tablao. Más de lo mismo.

La idea, básicamente, es que aprendan las nociones básicas del baile por sevillanas. De lunes a jueves, en el Templete, las guiris reciben un cursillo acelerado. Quince minutos por cabeza, y un refresquito después. «Hay de todo, desde luego. Algunas no han escuchado una en su vida, y a los veinte segundos ya dan el pego. Otras, aunque se esfuercen...».

Dice Carlos que, de entrada, lo mejor es mentirles. «Esto es muy fácil», pregona en el micro. «Si alguna se resiste, por miedo o por vergüenza, la invitamos a que se tome antes una copita de fino». «En veinte minutos no van a salir de aquí hechas unas artistas, pero a ellas les da seguridad para luego hacer sus pinitos por las casetas».

«Suena un cohete / y un 'viva' / y mi carreta se va». No hay romerías en Centroeuropa. La chica que baila ahora (¿alemana?) tiene algo más de garbo que su predecesora. Al menos no mira al cielo como si fuera a llover de un momento a otro y no se pisa los bajos del traje. Sale contenta, colorada y feliz, y estrecha las manos de Carlos, satisfecha de haber pillado el asunto a la primera. O al menos eso cree. Al fin y al cabo, tampoco hacen daño a nadie.