Respetado. A pesar de estar rodeado de pintadas, el recuerdo de Klara no ha sufrido actos vandálicos. :: C. C.
SAN FERNANDO

Monumentos a una vida robada

San Fernando guarda recuerdos de su historia más negraAlgunos recuerdan sucesos recientes cuyo dolor aún permanece, mientras que otros se pierden por el tiempo o han terminado por convertirse en leyenda

SAN FERNANDO. Actualizado: Guardar
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Lugar de uno de los abrazos más antiguos del mundo, capaz de convertir un puente en la última frontera de España. Laberinto intrincado de caños y esteros, con un oro de color blanco que ha perdido valor e interés con el tiempo, con un auge y un declive militar, con la promesa de un futuro en un tranvía, con una industria naval casi siempre en riesgo, un centro comercial casi inmerso en un parque natural y una voz que inmortaliza el flamenco. San Fernando se puede ver o entender de muchas maneras. Al igual que cualquier ciudad, depende de los ojos que la interprete. Pero a diferencia de la gran mayoría no ha sabido poner en valor su historia y menos aún sus monumentos.

Aquellos recuerdos destinados a dar a conocer los grandes acontecimientos de la ciudad. Lo que no puede faltar a la hora de realizar una visita y que pretenden precisamente ensalzarla. Aunque a menudo se deja de lado algunas partes de esa historia. Su crónica más negra y no porque falten monumentos, que también los hay.

En el caso de San Fernando, se pueden encontrar en diferentes zonas de la ciudad. Algunos más escondidos, otros a la vista, algunos deteriorados y casi olvidados, otros bien conservados y respetados a pesar del vandalismo que hay a su alrededor. Algunos hacen mella en el dolor más reciente de la ciudad, otros se pierden con el tiempo entre relatos de las personas con mayor edad o ya convertidos en una de esas leyendas que encierran los municipios. Recuerdos de un hecho cruel, de un asesinato, monumentos a una vida robada.

Herida abierta

No está a simple a vista. Hay que cruzar el parque de El Barrero para encontrarlo rodeado de pintadas en las paredes, de suciedad, de actos vandálicos que, sin embargo, lo respetan y no lo han tocado. El pequeño unicornio se alza sobre un pedestal en el mismo parque en el que la niña que soñaba con él perdió la vida.

Se la quitaron a navajazos haciendo una herida que sigue abierta en la ciudad. Y es que no se deja cicatrizar, porque se reabre cada vez que ocurre un crimen entre adolescentes en cualquier parte de España. De inmediato se recurre a lo que ocurrió en mayo de 2000 en ese parque y como dos de sus amigas acabaron con la vida de Klara García.

Un crimen que amenaza a la lógica del que lo intenta comprender, por manifestar las dos jóvenes que lo que pretendían era experimentar la sensación de matar a una persona. El tiempo ya hace mella y muchos que encuentran el unicornio no sabe de la historia o se desdibuja.

Todo queda entre rituales satánicos y un sentimiento de venganza por el abandono de Klara a unos juegos de espíritus por un chico. Así que la engañaron, se la llevaron al parque le dieron decenas de puñaladas y ahí la dejaron para ir a cambiarse de ropa y volver a salir, preparando una coartada que se vino abajo desde un primer momento.

Un 'boom' informativo recayó en San Fernando con todo lo que había pasado y poco a poco se fue acallando hasta que de vez en cuando vuelve a resurgir por un acontecimiento similar. Cientos de noticias, cientos de minutos en antena, dando vueltas y vueltas a lo que ocurrió aquella noche en la que un guarda de una garita del Observatorio de Marina escuchó «¿me habéis traído para matarme?», unas palabras que no le extrañaron por ser un lugar habitual de conflicto.

Poco ha cambiado porque cerca del unicornio se pueden encontrar litronas, cristales rotos, jeringuillas o preservativos. Catorce años han pasado ya. Las asesinas han cumplido sus condenas y se alejaron de una ciudad que profirió infinidad de calificativos, que se hundió entre la personalidad de la que perdió la vida y de sus asesinas.

Una conmoción por todo lo hallado, por la predeterminación, por los cuentos escritos, por los demonios guardianes, por la magia negra y la magia blanca, por mecerse entre la aceptación y el sentirse inadaptado. Todo ello sustentado en un pedestal con un pequeño unicornio.

Una mujer y dos hermanos

Y no es el único recuerdo de una muerte violenta en San Fernando. Pasando el puente de la Casería y camino hacia la estación de tren del centro, se encuentra una pequeña cruz, motivo por el que es conocido como el 'Camino de la Cruz'. El que se acerque ahora no encontrará la razón de porqué está levantado en ese lugar este monolito. Antes sí. Había una placa que rezaba: «Esta cruz de hierro recuerda un hecho sangriento y a la vez sentimental, ocurrido a principio del siglo XX en el cual dos hermanos enamorados de la misma mujer, llegaron a una lucha feroz en la cual murió uno de ellos, siendo éste el lugar exacto donde fue recogido su cadáver».

Nadie sabe ya de esa historia con exactitud, lo que ocurrió en ese lugar, ni quiénes eran los hermanos ni la mujer por la que se pelearon. Ahora bien todos dan por cierta la pequeña historia que relataba la placa que se encontraba en el lugar. Algunos hablan del caso como un triángulo de amor y de pasión y lo reflejan como si fuera un símbolo del romanticismo en la que se llega a matar y morir por la persona deseada.

Incluso se cuenta que en este lugar se dejaba una piedra como señal de respeto y si al volver no se encontraba es porque iba a llegar el amor. Ahora resulta complicado dejar una piedra porque se encuentra alejado del dominio público y separado por una valla. Ni siquiera se sabe lo que ocurrirá con este monolito que continúa en pie pero sin que se le realice ningún tipo de mantenimiento.

Un martirio

Lo que sí es ya una leyenda es la explicación de que exista una ermita en uno de los puntos más altos de San Fernando. Incluso se conoce como el Cerro de los mártires, por lo que la leyenda ha calado en la ciudad hasta dar nombre a una de sus zonas.

De hecho allí se cuenta que fue donde mataron a los hermanos San Servando y San Germán. Eran soldados de Roma que decidieron no renunciar a su fe cristiana, motivo por el que sufrieron un amplio calvario al ser torturados y tener que caminar desde Mérida a Cádiz descalzos. El que los prendió, un representante del emperador llamado Viator, tenía que trasladarse a Marruecos y se los llevó para que perdieran su fortaleza. A pesar de todo lo que padecieron siguieron firmes a su fe y por ello decidió degollarlos en lo alto de ese cerro un 23 de octubre, fecha en la que ahora se celebra en la ciudad la Romería del Cerro.

Y como leyenda no podía faltar el encantamiento del lugar con textos en los que se recogen como personas aseguran haber visto por el lugar cuerpos deambular sin cabeza. Unos espíritus que estarían buscando sus cuerpos ya que no se encuentran en este cerro. El cuerpo de San Germán fue sepultado en Mérida y el de San Servando en Cádiz y, sin que se sepa en que fecha, trasladado a Sevilla donde se venera en su catedral. En lo alto del cerro lo que queda es una ermita con una cruz para contar su historia.