Unos surferos miran como explosiona en medio del mar un artefacto en la playa de Camposoto. :: CEDIDA L. PICARDO
SAN FERNANDO

Una playa de balas y bombas

Camposoto cumple 25 años con una de sus partes libre, pero la ciudad reclama más espacio

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El guarda los ve y de nuevo resopla. Son tres chavales de unos 15 o 16 años, como mucho 17. Han dejado las bicis en el suelo y con una tabla en una mano y la otra levantada gritan una y otra vez «desmilitarización, desmilitarización». El guarda se resigna y mira el reloj. Ya están a punto de finalizar las dos horas de maniobras, momento en el que se podrá marchar sabiendo que los jóvenes saltarán la valla para entrar a surfear, aunque ese ya no es su problema. Mientras los tres cambian de cántico, «Camposoto 'pa' nosotros, Camposoto 'pa' nosotros», el militar se marcha del lugar. Fernando Porra tiene esa imagen metida en la cabeza porque él era uno de esos adolescentes que lo único que querían era surfear en su ciudad. Hace ya 25 años de aquello. Entonces la playa de Camposoto no estaba abierta al público, era una zona de uso exclusivo para los militares.

«Una vez nos cansamos de saltar la valla y cogimos la puerta y la tiramos al caño. Lo más que hacían los militares era llamar a la Guardia Civil que desde la orilla nos pedían que saliéramos, pero no hacíamos caso. Entonces nos esperaban fuera del recinto para ponernos una multa por cualquier cosa. Especialmente cuando uno llegaba en motocicleta».

Suso Picardo fue otro de los jóvenes que se colaba en Camposoto con la intención de cabalgar las olas. El surf no era un deporte, era un estilo de vida y no estaban dispuesto a rechazarlo por no poder desplazarse a otras zonas. Además no querían. «Teníamos las horas de los guardas cogidas. Si llegabas mucho antes de las ocho entrabas sin problemas, si llegabas más tarde ya tenías al guarda. Mientras, hacían maniobras y había ocasiones en las que escuchábamos como alguna que otra bala perdida silbaba por encima de nuestras cabezas. Entonces el muro que hay ahora levantado en el campo de tiro no estaba».

En la primera curva en el caño se puede ver cómo falta un trozo de alambrada. La tiraron ellos, un grupo de chavales congregados en torno al club 'Campoloco', para hacer un pequeño puente por el que poder cruzar y acceder a la playa. Aunque el problema no eran solo las balas, sino las bombas de los ejercicios con artefactos explosivos en medio del mar.

«Estaban a 100 metros de la costa. Algunas muy pegadas a nosotros y las podíamos ver. Fue entonces cuando los medios de comunicación se hicieron eco de nuestra situación. Primero los locales con titulares como jóvenes que surfean entre bombas y de inmediato llamó la atención de grandes periódicos como ABC».

Ellos fueron uno de los eslabones de la cadena. Los que consiguieron dar publicidad nacional a las reivindicaciones que los isleños llevaban tiempo exigiendo: una playa de Camposoto de libre acceso. Un grupo de ecologistas llamado los 'Ortigas' acamparon en el lugar para pedir lo mismo. Las barriadas más cercanas a la playa también se movilizaron, especialmente el barrio de Gallineras. Los políticos vieron la oportunidad y el movimiento obtuvo sus frutos. En los años 90, tras una limpieza, parte de Camposoto o de la playa del Castillo, como también era conocida en alusión al baluarte de Sancti Petri, tiraba sus puertas de acceso y abría a todos los públicos.

Un nuevo movimiento

El hecho de que la playa de Camposoto estuviese vetada al uso público tuvo no obstante un efecto beneficioso. El litoral quedó fuera de las presiones urbanísticas a las que fueron sometidas las playas andaluzas a partir de los años 60. San Fernando ha heredado una playa natural sin edificaciones ni urbanizaciones a pie de costa, lo que pone a Camposoto como una de las pocas playas naturales de toda Europa. Una playa que cumple ahora 25 años. Y en el 2014 el panorama ha cambiado, aunque tampoco tanto. Suena una especie de trueno cuyo eco pasa por el aire hasta que en el mar se ve como explota el agua. Un mar en el que hay surfistas que no han tenido que tirar ninguna valla para llegar allí.

También hay familias disfrutando en la orilla. Advierten como pasan vehículos militares y de la Policía Local. Han detectado un artefacto explosivo y van para desactivarlo. Es algo que ocurre casi de manera continua, sobre todo tras un temporal. Suelen dejar al descubierto material normalmente inutilizado, aunque hay que proceder para evitar que se corra ningún riesgo. Al fondo se oyen disparos del campo de tiro que existe en la zona. Ya tiene un gran muro levantado y da a la parte aún militar. Aunque se ha construido, con una inversión de ocho millones de euros, un búnker para prácticas de tiro en la Clica sin que afecte al exterior allí se siguen realizando disparos.

Y todo ello cuando Camposoto se ha convertido en un lugar con unos 3.000 aparcamientos y una media de visitantes que asciende en temporada de baño a unas 12.000 personas al día. El máximo diario que puede superarse durante las jornadas de los fines de semana puede llegar a los 17.000. Y ese alto número hace que surja una nueva demanda: más playa.

De nuevo los colectivos y los partidos políticos han iniciado un movimiento. 'Campoloco' está en él, también la Federación de Vecinos o el grupo Scout 'Eryteeia'. El PSOE ya lo reclamó el año pasado, el Partido Andalucista lo va a hacer en el próximo pleno y también Izquierda Unida ha lanzado esta necesidad, la de liberar más terrenos de la playa. Quitar el campo de tiro para convertirlo en un nuevo aparcamiento y extender el uso público unos 1.300 más en dirección a Torregorda, al menos hasta donde linda el municipio en las inmediaciones del Río Arillo. Lo que supondría la desafectación de estos espacios que aún cuentan con un uso militar vinculado al acuartelamiento de Camposoto y al campo de prácticas de tiro que se sitúa junto al Parque Natural.

Parece complicado que este movimiento, que por el momento es solo una intención, coja impulso y logre su cometido, aunque ya se ha iniciado y cuenta con la experiencia de como unos jóvenes con sus tablas de surf, un barrio entero y un grupo de ecologistas que acamparon en la puerta dieron alas al Ayuntamiento para derribar el primer candado de Camposoto.