¿Tres generaciones de autopista?
Todavía recordamos cuando de niño íbamos de viaje, cómo nuestro padre al llegar al control descorría la ventanilla del 4-L para pagar las 6 pesetas del peaje. ¿Ya ha llovido! Idénticamente, años después, entre los compañeros de curso hacíamos la vaquita diariamente para pagar las 25 pesetas del puente. Estuvimos tantos años pagando idas y vueltas a Cádiz que terminamos asqueados. Luego fueron las 100 de ir y venir a Sevilla. Mas tarde las 500 para llevar a la universidad a nuestros hijos. Y ahora con el cambio, a las casi 1.000 a las que ha ascendido.
Actualizado:Llevamos toda una vida pagando el peaje de la autopista. No sé si es que los andaluces somos más tontos que nadie, sobre todo los gaditanos y malagueños, los que no tenemos fuerzas para obligar a los políticos de nuestra comunidad autónoma a que nos liberen de una vez por todas de esta maldita carga. Lo cierto es que ya vamos camino de los 50 años los que por cualquier vía que cojamos tenemos que pagar un diezmo por pasar.
¿Hasta cuándo nos seguirán exprimiendo? Sólo nos queda ver a nuestros nietos haciendo lo propio, porque al parecer y a pesar del tiempo que llevamos afrontando esta situación, aún no hemos sufragado el coste de la autopista ni de los créditos con los que nuestras lumbreras políticas nos hipotecaron ¿de por vida. Tantos miles de millones como se gastan en ponerse galones y presumir a costa del pueblo andaluz, bien que debieran quitarnos este dogal que un día nos pusieron al cuello y que ahora en vez de aflojarnos no cesan de apretar. En cada convocatoria electoral, unos y otros nos prometen la liberación de las autopistas y nosotros, pobres ingenuos, les damos nuestro voto en la creencia de que cumplirán sus promesas. El tiempo nos ha confirmado que mienten más que parpadean, porque pasan las legislaturas y seguimos abonando peajes. ¿Cuántos cientos de millones de vehículos serán los que habrán pasado por los controles durante estos cuarenta años?
Costes
Es por lo que creemos que los costes ya deberán haber sido sufragados con creces. Por aquel entonces hacer un kilómetro de autopista valía un millón de las antiguas pesetas, pero aunque hubiese costado el millón de euros que según dicen vale ahora, seguro que después de estos cuarenta años también se habrían pagado. Otra cosa es la explotación permanente que la empresa de la autopista lleva a cabo por concesión estatal, contrato que debió ser bien suscrito y amarrado para que se cumpla hasta la última cláusula.
Lo cierto es que cada vez que vamos a Sevilla y nos vemos obligados a tener que hacer efectivo el peaje nos ponemos de mal humor, debido a que hemos perdido las esperanzas que teníamos de dejar de pagar algún día.
La N-IV
Y nos acordamos de nuestros nietos, los que si deciden hacer alguna carrera que no se pueda estudiar en nuestra provincia, tendrán que desplazarse a Sevilla y para ello hacer frente al gasto que supone el peaje de la autopista, que en la actualidad asciende a los 240 euros al mes, o sea 40.000 de las antiguas pesetas; que me decía un conocido ingeniero jerezano que viaja diariamente a su puesto de trabajo en una empresa de Utrera. Y esto sin contar con la gasolina, y si afinamos, con el porcentaje del mantenimiento y desgaste del coche.
Sólo nos queda coger por la Nacional IV, la que en su día también nos prometieron arreglar, hacer un desdoble convirtiéndola en autovía, etc Pero, claro, darnos esa alternativa sería tirar piedras sobre su propio tejado. Y ahí permanecen, abriendo cada vez más carriles para el cobro con tarjeta, que ésa es otra, pues con la excusa de agilizar el pago y mejorar el servicio al cliente ya sólo tienen una o dos ventanillas para el cobro en metálico, el resto son lectores de tarjetas.
¿No será que las tarjetas les son más rentables? ¿Vaya usted a saber el acuerdo al que han llegado con los bancos!
Y allí observamos a la mayoría, apresurados, con la tarjeta entre los dientes y en apariencia de perder el AVE. A ver quién llega antes, pasa raudo y retoma la velocidad de crucero; sin darse cuenta que los peajes son el lugar idóneo para que los picoletos instalen sus apostaderos por lo que, además del diezmo nos pueden costar los puntos y con ellos la retirada del carnet.