DESVÍO. El acceso al centro de Torremelgarejo estaba fuertemente vigilado.
Jerez

Una barriada no tan feliz

Torremelgarejo, pegado al Circuito, es lugar de encuentro para moteros, pero el corte de su vía principal por seguridad amenaza la 'gallina de los huevos de oro'

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María se asoma una vez más a la puerta de su casa y mira calle abajo, hacia la principal entrada de Torremelgarejo. En la azotea, cuatro moteros venidos desde Granada montan sus tiendas de campaña. El más veterano lleva 17 años durmiendo sobre las cabezas de María y su familia. Serán unos 40 metros cuadrados de terraza; es decir, sitio para unas diez tiendas. «¿Y los demás?», ha preguntado la dueña poco antes de bajar y remirar hacia la carretera que une esta barriada rural jerezana con el Circuito de Velocidad. Nadie sube por ella. Ni baja. Sólo los vecinos y algún motorista a pie, sin montura.

Todos los años, coincidiendo con la celebración del Gran Premio de Motociclismo, estos 800 vecinos cambian su modo de vida y convierten una zona agrícola en una verbena constante para cientos de personas que no quieren alejarse demasiado del Circuito -está a unos 300 metros de distancia- y dejan su macuto en casas como las de María. El olor a gallinas y estiércol deja paso al de goma quemada, cualquier porche se transforma en la barra de un improvisado chiringuito, los corrales acogen motocicletas en lugar de vacas, el único bar de los alrededores hace su agosto multiplicado por seis... O así ha sido hasta ahora. Hasta este año.

María niega con la cabeza. «Nunca más votaré al PSOE porque nos ha engañado: para unos días que ganamos un poco de dinero y sacamos para pagarles la contribución, van y nos hacen esto, nos cortan la entrada al pueblo y nos ponen dificultades por todos los lados», se lamenta. De pronto, se da la vuelta y se mete de nuevo en casa, «no vaya a ser que mis moteros necesiten algo». Son las siete de la tarde de un viernes de Gran Premio y Torremelgarejo está más tranquilo que nunca.

Vía de emergencia

De lo que se queja María es de la decisión de considerar la calle principal del pueblo como vía de emergencia, dentro del plan de seguridad del Gran Premio. Eso supone que sólo los vecinos que tengan una acreditación (con la matrícula del coche y convenientemente pegada en el parabrisas) pueden acceder al corazón de la barriada. Los moteros, no. Los que quieran llegar al terrenito o el patio habilitado para estirar sus sacos de dormir tienen que adentrarse en los carriles que rodean a la barriada y rezar por no sufrir un pinchazo. Es decir, que lo que hasta hace poco fueron facilidades ahora son dificultades.

«Nos tratan como a delincuentes». El que habla ahora es Francisco López. Vino a Torremelgarejo desde Barcelona por primera vez hace 25 años, uno antes de que empezara la locura del Circuito de Jerez. «Me paso el año ahorrando para venir estos días aquí y me encuentro con que nos tratan como a cabras y nos cortan el paso», se queja. «Ya el año pasado estuvieron más atentos, pero este año ha sido el colmo», añade.

Tampoco entienden mucho los vecinos. Y el delegado de Alcaldía en Torremelgarejo, Manuel Garrido, va de guardia civil en guardia civil pidiendo explicaciones por el corte. «Tarde o temprano, cuando se queden dos o tres nada más, la gente tirará las vallas y pasará todo el mundo», augura. Nadie le dijo que esto iba a pasar. No desea que ocurra ningún incidente, pero los ánimos están muy caldeados y a su espalda se agolpan los vecinos. El negocio que les alegra la rutina y los bolsillos se puede acabar. «Si te ponen tantos problemas para llegar, nadie querrá venir por aquí, pero muy bien que se cuidan de no acordarse tanto de nuestra seguridad el resto del año», critica Lucía Luna, que se queda con el lamento de que «siempre hemos sido unos discriminados y esto es una prueba más: ya no podemos ni llegar a nuestras casas».

María ha vuelto a salir a pie de calle. «Todo el año con el ruidito de las carreras y esto al menos nos daba algo a cambio, porque nosotros estábamos antes que el Circuito y sólo se han acordado de nosotros los moteros», concluye.

amedina@lavozdigital.es