Por qué nos cuesta tanto estar a solas con nuestros propios pensamientos

Teresa Pousada y Jesús Matos, psicólogos del equipo de 'En equilibrio mental', explican cuáles son los motivos que nos llevan a no querer enfrentarnos a lo que nos encontramos en nuestro mente cuando no hay nada más que hacer que pensar

Teresa Pousada / Jesús Matos

El ser humano ha evolucionado durante miles de años para llegar a tener una mente prodigiosa. Pero en ocasiones estar a solas con nuestros pensamientos nos genera sufrimiento y malestar .

Para demostrar esta tesis, es decir, los efectos de exponernos a nuestros pensamientos en solitario el investigador Tomothy Wilson y sus colaboradores, de la Universidad de Virginia, llevaron a cabo varios estudios. Los resultados de sus experimentos se publicaron en la prestigiosa revista 'Science'. En un primer estudio se encerró a un grupo de estudiantes universitarios en una habitación vacía y se les pidió que se entretuviesen con sus propios pensamientos durante unos minutos. Después de un tiempo se les preguntó si estaban disfrutando de ese tiempo para ellos, y en promedio, en una escala del 0 al 9, sus respuestas estaban por debajo de la mitad.

Eso sí, para comprobar que este fenómeno no se debía a variables propias de los estudiantes o del laboratorio, realizaron distintos experimentos similares con otros voluntarios de entre 18 y 77 años pidiendo una tarea similar pero en otros lugares. Los resultados fueron similares. Es más, muchos de los participantes confesaron haber hecho trampa utilizando sus teléfonos móviles o escuchando música durante ese periodo en el que debían dedicarse a estar a solas con sus propios pensamientos.

Lo interesante de esta investigación es que no se encontró una relación entre el nivel de disfrute del tiempo a solas con sus pensamientos y la edad o el tiempo que pasaban utilizando sus dispositivos electrónicos.

La prueba de la descarga eléctrica

De hecho, Wilson y sus colaboradores fueron más allá. Quisieron saber si el hecho de someterse a estar a solas con su mente era más desagradable que recibir una descarga eléctrica . En esta condición experimental podían abandonar la habitación si aceptaban someterse a una descarga eléctrica autoaplicada en el tobillo. La prueba determinó que 18 de los 42 participantes decidieron darse la descarga antes de seguir en la habitación en compañía de sus pensamientos.

Hubo diferencias entre géneros, ya que solamente el 25% de mujeres decidieron someterse a la descarga eléctrica, mientras que el 67% de los hombres decidió acabar con la experiencia dándose un shock eléctrico.

Y es que aunque nuestra capacidad para pensar nos ayuda cada día a adaptarnos al mundo en el que vivimos es cierto que, tal como demostraron los experimentos de Wilson, en ocasiones nuestros pensamientos pueden causarnos muchísimo sufrimiento. De ahí la importancia de aprender a gestionar las emociones.

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