Medio Ambiente

El fuego condena a la Cuenca Minera de Huelva donde arde sobre quemado

Las dehesas de bosque mediterráneo están amenazadas de muerte por los megaincendios

Vecinos de Zalamea la Real observan las labores de extinción del incendio forestal de Almonaster E.P./A. Pérez

R Maestre

Punto negro y seguido. No es un elemento tipográfico. Es l a cuenca minera de Riotinto, el Andévalo onubense que año tras año arde sobre quemado. Julio de 2004 , Riotinto-Berrocal: 34.000 hectáreas calcinadas; julio 2017, El Campillo, mil hectáreas, en la Granada de Riotinto, 4.000; agosto de 2018, Nerva, 1.400 hectáreas; Almonaster La Real este agosto, 18.000. Cuando el fuego dice aquí estoy yo en esa parte maldita de la geografía onubense, las cenizas traspasan la provincia y llegan hasta Sevilla, y el cielo se torna rojizo por el resplandor de las llamas. ¿Por qué esta comarca acumula sólo en los últimos cuatro años el 70 por ciento de toda la superficie quemada en Andalucía? ¿Cuáles son las causas?

Estas son las preguntas clave para Juan Romero , representante de la plataforma Fuego Nunca Más . «Hay una sensación generalizada en la sociedad de que l os que queman el bosque casi siempre salen impunes. Y no porque no se investigue, que tanto los del Infoca (los bomberos forestales de la Junta), como los del Seprona (servicio de protección de la naturaleza de la Guardia Civil), lo hacen muy bien, sino porque es complicado dar con los culpables . Ya ocurrió en el de 2004, que afectó a 13 municipios de Huelva y Sevilla, acabó con la vida de dos personas, y donde el único acusado hubo que soltarlo por falta de pruebas», apunta Romero. «Si no se sabe quién o quiénes meten fuego poco sabremos hacer, lo que sí le puedo asegurar es que se está acabando con pequeños y medianos proyectos de ganaderos y agricultores, que luego no reciben ninguna ayuda, y han dejado toda su ilusión y ahorros aquí. Se han quemado ovejas, gallineros, maquinaria, si la explotación del bosque mediterráneo, que no es maderable, antes era poco rentable ahora puede ser una ruina», aventura.

Matías Rodríguez Sánchez es el presidente de Aspromin , una ONG sin ánimo de lucro con cuatro residencias para personas con necesidades especiales , psicodeficientes, atención temprana, adultos... en El Campillo. Rodeados de naturaleza, alejados de los núcleos urbanos, presumen de no haber tenido ningún caso de Covid-19. «Con el incendio de Almonaster tuvimos que evacuar a 50 personas al pabellón polideportivo de Minas de Riotinto , menos mal que sólo era un tercio del total porque la mayoría estaban aún de vacaciones con sus familiares, pero no fue una experiencia agradable para nadie», explica Matías Rodríguez. Afortunadamente las instalaciones de Aspromin no se han visto afectadas. «Nosotros ya contamos en nuestra finca con cortafuegos y planes de autoprotección, el fuego de 2004 fue aterrador», argumenta.

Estos planes no son baladíes. Si los ayuntamientos o las explotaciones agrícolas y ganaderas no cuentan con ellos se pueden encontrar con la sorpresa de que les llegue una factura de la administración con la parte proporcional de lo que les ha costado apagar el fuego. Más de un ganadero se ha quedado a cuadros al recibir la notificación después de haberlo perdido todo.

Un sinfín de papeles

El presidente de Aspromín, que cree que la mayoría de estos fuegos son intencionados aunque desconoce la finalidad, hace una «crítica constructiva» de la excesiva burocratización que tiene el campo. «Aquí para plantar cualquier cosa, mover un árbol o hacer una modificación del terreno hay que rellenar un sinfín de papeles, eso echa a un montón de gente para atrás».

Los que tienen menos dudas sobre por qué se producen estos megaincendios en verano son los ecologistas y señalan a los eucaliptales que hay en la zona para pasta de papel. Desde Ecologistas en Acción —quieren aparecer como un colectivo y no personalizar—, denuncian que «se han quemado masas de pino de repoblación en densidades muy altas y eucaliptales, tanto de monte público como de monte privado. Se han quemado grandes extensiones de dehesa de encinar, pastos y monte bajo . Todo ello ha creado grandes estragos para la biodiversidad, con la muerte de muchos ciervos, jabalíes y pequeños mamíferos, entre otros animales silvestres».

Ecologistas en Acción demanda a la administración andaluza como medida urgente la puesta en marcha de una oficina técnica para atender a todas las personas afectadas, inventariar todos esos daños reales, e iniciar un programa de ayudas económicas para resarcir los daños originados por el incendio forestal. «Los eucaliptos son bombas de racimo cuando hay un fuego, sus cortezas pueden estallar y ser lanzadas a 200 metros, sus hojas son pavesas que vuelan a toda velocidad zarandeadas por el viento. Dese cuenta las islas no quemadas que se formaron en este último, cuando cambiaba la dirección del viento, las encinas y los pinos aguantan mucho mejor el fuego, de estos últimos se queman in situ sus agujas y se quedan en tierra», argumentan.

Juan Romero cree que mientras Europa no apueste por una política forestal común como hace con la agrícola, « las dehesas , que son la mejor representación del equilibrio sostenible, están heridas de muerte . Lo que no es de recibo que la mayor parte de la industria extractiva de esta comarca, desde el cobre hasta el corcho, tenga que salir fuera para transformarse. Además, ahora, están hasta trayendo cerdos no autóctonas de otras regiones para que después de tres meses aquí pasen por ibéricos», se queja de forma pesimista este naturalista.

Desde la Fundación Atalaya Mining subrayan los importantes recursos que utilizan para la labor de extinción cuando se producen estos incendios. Aportan su maquinaria pesada de la mina para facilitar accesos o realizar cortafuegos, y «hemos movilizado nuestras cubas de riego de hasta 90.000 litros para refrescar áreas en peligro», concluye.

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