Cuatro afectados por el impuesto de sucesiones de la Junta de Andalucía
Cuatro afectados por el impuesto de sucesiones de la Junta de Andalucía - ABC

La cruda realidad de los «millonarios» del impuesto de sucesiones en Andalucía

Han perdido la herencia familiar en una subasta, están ahogados en deudas o en el paro. La Junta los llama «ricos», pero la realidad que cuentan es muy distinta

SEVILLA Actualizado: Guardar
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La clase media es la que hace prosperar a un país, la que sostiene a pulmón, con sus impuestos, la sanidad y la educación. Es también la gran damnificada por el tributo más asimétrico de España. Hay 17 impuestos de sucesiones distintos, tantos como autonomías que lo recaudan. Varían desde la cuota irrisoria que se paga en Canarias hasta derramas que pueden llegar a un tercio de lo heredado en Extremadura, Asturias, Aragón y Andalucía. En esta última cada día se renuncian a 19 herencias porque la deuda que deja el difunto supera a los activos y por las altas liquidaciones que deben abonar a la Consejería de Hacienda sobre todo si la herencia viene de un tío o un hermano, sin posibilidad de acogerse a reducciones en ninguna parte.

No es sólo cuestión de números. A poco que se le toma temperatura al problema y se baja a los sótanos de la realidad, uno se expone a testimonios estremecedores. Como los de Fabiola Lara, una viuda que aceptó el patrimonio de su cónyuge pensando, con candidez, que podían venderlo por el desorbitado valor que les puso la Junta de Andalucía y ahora no pega ojo torturándose con la idea de que le van a quitar la casa cualquier día.

Familias como la de Francisco Pacheco que no hacen pie y han visto evaporarse el principal patrimonio de su padre de la peor manera: malvendido el hotel en una subasta por ocho veces menos de lo que lo tasó la Administración. La pesadilla no ha terminado: aún les reclama 400.000 euros porque Hacienda no perdona.

De su severidad puede dar fe mejor que nadie Juan Miguel Ramos, que cobraba un subsidio de 296 euros al mes por desempleo cuando la Agencia Tributaria le pidió 8.000 euros por heredar de la mujer que lo crió desde que quedó huérfano un piso protegido en un humilde barrio donde abunda la patada en la puerta. «Siguen desangrándome, cuando perciben algo de riego en mi cuenta, por escaso que sea, me lo embargan», declara este vecino de la Línea de la Concepción. Para todos ellos, la herencia ha sido una condena de por vida, una catástrofe que se desencadena inexorable con una cuota vencida y que puede terminar en la antesala de un desahucio. Por eso a Maribel Pires se le crispa el ánimo y le vence la emoción cuando la llaman «rica». Su abuela emigró en 1936 a Sevilla montada en un burro desde una aldea portuguesa y compró un terreno en Sevilla sirviendo en casas y trabajando de sol a sol con su marido en una huerta que ahora puede perder.

Ésta es la realidad, alejada de la opulencia, con la que tienen que lidiar algunos «millonarios» del impuesto de sucesiones, como los denominó la presidenta andaluza, Susana Díaz, en el Pleno del Parlamento. Todos tienen una historia que contar. Pero la mayoría prefiere permanecer invisible porque las desgracias tienden a ocultarse. Por orgullo, por pudor, por decencia.

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  1. Afectados por el impuesto de sucesiones

    La clase media es la que hace prosperar a un país, la que sostiene a pulmón, con sus impuestos, la sanidad y la educación. Es también la gran damnificada por el tributo más asimétrico de España. Hay 17 impuestos de sucesiones distintos, tantos como autonomías que lo recaudan. Varían desde la cuota irrisoria que se paga en Canarias hasta derramas que pueden llegar a un tercio de lo heredado en Extremadura, Asturias, Aragón y Andalucía. En esta última cada día se renuncian a 19 herencias porque la deuda que deja el difunto supera a los activos y por las altas liquidaciones que deben abonar a la Consejería de Hacienda sobre todo si la herencia viene de un tío o un hermano, sin posibilidad de acogerse a reducciones en ninguna parte.

    No es sólo cuestión de números. A poco que se le toma temperatura al problema y se baja a los sótanos de la realidad, uno se expone a testimonios estremecedores. Como los de Fabiola Lara, una viuda que aceptó el patrimonio de su cónyuge pensando, con candidez, que podían venderlo por el desorbitado valor que les puso la Junta de Andalucía y ahora no pega ojo torturándose con la idea de que le van a quitar la casa cualquier día.

    Familias como la de Francisco Pacheco que no hacen pie y han visto evaporarse el principal patrimonio de su padre de la peor manera: malvendido el hotel en una subasta por ocho veces menos de lo que lo tasó la Administración. La pesadilla no ha terminado: aún les reclama 400.000 euros porque Hacienda no perdona.

    De su severidad puede dar fe mejor que nadie Juan Miguel Ramos, que cobraba un subsidio de 296 euros al mes por desempleo cuando la Agencia Tributaria le pidió 8.000 euros por heredar de la mujer que lo crió desde que quedó huérfano un piso protegido en un humilde barrio donde abunda la patada en la puerta. «Siguen desangrándome, cuando perciben algo de riego en mi cuenta, por escaso que sea, me lo embargan», declara este vecino de la Línea de la Concepción. Para todos ellos, la herencia ha sido una condena de por vida, una catástrofe que se desencadena inexorable con una cuota vencida y que puede terminar en la antesala de un desahucio. Por eso a Maribel Pires se le crispa el ánimo y le vence la emoción cuando la llaman «rica». Su abuela emigró en 1936 a Sevilla montada en un burro desde una aldea portuguesa y compró un terreno en Sevilla sirviendo en casas y trabajando de sol a sol con su marido en una huerta que ahora puede perder.

    Ésta es la realidad, alejada de la opulencia, con la que tienen que lidiar algunos «millonarios» del impuesto de sucesiones, como los denominó la presidenta andaluza, Susana Díaz, en el Pleno del Parlamento. Todos tienen una historia que contar. Pero la mayoría prefiere permanecer invisible porque las desgracias tienden a ocultarse. Por orgullo, por pudor, por decencia.

  2. Francisco Pacheco Millán (Jerez de la Frontera)

    Francisco Pacheco Millán
    Francisco Pacheco Millán - ABC

    Francisco Pacheco Millán y sus tres hermanos están endeudados hasta las cejas por una herencia de su padre que, para colmo, ya no es suya. Incapaces de hacer frente a la factura del impuesto de sucesiones, esta familia de Jerez de la Frontera perdió el pequeño hotel en el centro de la localidad que su padre les había dejado al fallecer en abril de 2010 y, más de un año después, aún deben 400.000 euros para «quedar en paz» con la Consejería de Hacienda. El edificio que había dado trabajo a toda la familia, se adjudicó a una empresa por 185.000 euros tras salir dos veces a subasta y quedar la puja desierta. La operación resultó un fiasco que no dio ni para cubrir la liquidación. Fue vendido por ocho veces menos del valor fijado por la Junta de Andalucía: 1.456.712 euros tras aplicar los coeficientes multiplicadores al valor catastral. Sobre la vivienda familiar de Francisco Pacheco y el local donde tiene su negocio, una asesoría laboral, pesa la losa del embargo. «Tengo que cobrarle en mano a mis clientes para que Hacienda no me quite el dinero. Céntimo que tengo en el banco, céntimo que me quitan enseguida. No puedo tener nada a mi nombre», se queja este jerezano. «No nos ha tocado la lotería y tenemos las mismas trampas», responde a la presidenta de la Junta, que llamó «millonarios de euros» a quienes como él han pagado un alto precio por heredar.

  3. Juan Antonio Reina, Dos Hermanas

    Juan Antonio Reina
    Juan Antonio Reina - ABC

    Póngase en su situación. Juan Antonio Reina, guardia civil de Dos Hermanas, va a su banco y descubre con que sus dos cuentas corrientes están embargadas hasta el 15 de enero de 2117. Es la consecuencia de la deudas originadas por el tributo que le correspondía pagar a su tía Conchi, cuyo expediente estuvo extraviado durante años en Hacienda con tan mala fortuna que apareció justo cuando estaba a punto de prescribir. Como sobrino y único heredero, no tiene reducción fiscal en España. «Están llevando al límite a algunas personas», declara.

  4. Fabiola Lara, Coria del Río

    Fabiola Lara
    Fabiola Lara - ABC

    Con una pensión de viudedad de 395 euros y una niña camino de la adolescencia, a Fabiola le cayó encima una losa llamada impuesto de sucesiones el aciago día que murió su marido. A ambas su cónyuge les dejó tres fincas rústicas «de pocos metros», un local y la vivienda familiar en una de las zonas más modestas de la localidad sevillana. Como no han podido pagar ni vender, la bola ha seguido creciendo con los intereses de demora: los 174.192 euros de cuota inicial se convirtieron siete años después en casi 400.000 euros. Sólo la casa, que estaba hipotecada, fue valorada en 312.000 euros por los peritos de la Junta. «Una locura en Coria. Si te dan 70.000 por ella te das con un canto en los dientes», apuntó su abogada, Carmen Julia García. Esta viuda confiesa que se lleva «todo el día llorando sin saber si alguien de la Consejería de Hacienda va a venir a echarme de mi casa».

  5. Juan Miguel Ramos, La Línea

    Juan Miguel Ramos
    Juan Miguel Ramos - ABC

    «He tenido que dejar la cuenta corriente en negativo por primera vez en mi vida; siguen desangrándome, en cuanto perciben algo de riego en mi cuenta por escaso que sea». Ya suma tres embargos. Juan Miguel Ramos ha entrado en «un laberinto kafkiano» por el piso protegido en la Línea de la Concepción que heredó de la mujer que lo crió como su madre y a la que cuidó diez años cuando el Alzhéimer borró su memoria. Su padre biológico falleció de un infarto en 1984 sin haber promovido la adopción. Por ello no puede beneficiarse de la exención para hijos adoptivos. A finales de 2014, cuando la Agencia Tributaria le impuso una liquidación del impuesto de sucesiones de cerca de 8.500 euros, tan sólo cobraba 269,25 euros del subsidio por desempleo. Además tuvo que abonarle al Ayuntamiento de la Línea de la Concepción 443 euros en concepto de plusvalía. «La Administración funciona como una maquinaria tragaperras. Nos ve como números, no como personas», se lamenta.

  6. Estrella Ramírez, Dos Hermanas

    Estrella Ramírez
    Estrella Ramírez - ABC

    Estrella Ramírez está con el agua al cuello. Por un local, la casa donde reside con su marido, su hijo de 25 años y su suegra hasta que ésta falleció en 2014 y donde tienen una platería (su medio de vida), la Junta le pide 122.000 euros. Ha impugnado la liquidación porque entiende que la casa está «sobrevalorada». Hasta que la Justicia dictamine, ha ido saldando a plazos parte de su deuda. Le restan 30.000 euros, pero la economía doméstica no da más de sí. «He ido a Hacienda a suplicarle que me den más tiempo, pero se niegan. Han arruinado mi vida, la de mi marido y la de mi hijo, que ha tenido que dejar las oposiciones porque no podemos pagarle la academia».

  7. Maribel Pires, Sevilla

    Maribel Pires
    Maribel Pires - ABC

    Maribel Pires se derrumbó. No podía más. Fue escuchar cómo el Parlamento andaluz rechazaba por tercera vez la bonificación del 99% del impuesto de sucesiones y venirse abajo. Ocurrió el pasado miércoles. Esta sevillana estalló en un llanto convulso, sin consuelo, al presenciar cómo diputados del PSOE, Podemos e IU tumbaban la iniciativa del PP. Junto con otros miembros de la Asociación Stop Impuesto Sucesiones que montaron en cólera en la tribuna, Maribel fue expulsada pero sus palabras al salir retumbaron como un trueno en la Cámara: «El patrimonio de mi padre agricultor me lo estáis robando todo». Ella, dos hermanos y su madre, desde que enviudó en 2010, se enfrentan a una factura de 130.000 euros que no saben cómo pagar. La causa de su desconsuelo son casi seis hectáreas de tierras donde tienen una huerta que dio de comer a su familia, la casa donde vive con su marido e hijo y otra vivienda que comparten su madre y un hermano en silla de ruedas. Está en el extrarradio de Sevilla, en el Aeropuerto Viejo, con un asentamiento chabolista muy cerca. Allí se asentaron en 1936 sus abuelos, emigrantes de Duas Igrejas, un pueblo portugués de 700 habitantes. «Mi abuela vino a Sevilla con 18 años montada en un burro y se puso a servir aquí». Tras agotar la vía administrativa, Maribel está en litigios con la Junta de Andalucía porque ha valorado los terrenos como urbanizables a pesar de que no figuran en ningún planeamiento y su uso es rústico, como constata el Catastro. Pero el tiempo sigue corriendo y la deuda, con sus intereses, engordando. La situación es desesperada. «Cuando escuché las barbaridades que dijeron en el Pleno del Parlamento, no me pude contener. ¿Ricos? Si yo no tengo empleo con un niño de cinco años y a mi marido lo despidieron», clama con la voz quebrada por la emoción. «Mi familia tuvo una vida muy sacrificada. Mi padre tenía vacas, había que ordeñarlas todos los días y mi madre repartía leche por las calles. No sabemos que son unas vacaciones. Y otros detalles que me ahorro porque me da vergüenza», explica.

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