Consejo Audiovisual de Andalucía

José María Arenzana: «En Ruanda los del Pacma se morirían de pena o del susto»

Este reportero enamorado de África cubrió en primera fila el conflicto entre hutus y tutsis, donde murieron más de 800.000 personas

José María Arenzana ABC

Romualdo Maestre

José María Arenzana, periodista, 59 años, vivió en carne propia una de las mayores tragedias humanitarias del siglo pasado: la matanza de los tutsis en Ruanda, un millón de asesinatos. Veinticinco años después de estos tristes sucesos «cuyas heridas permanecen abiertas», en palabras de este espíritu inquieto, Arenzana está esperando que acabe su etapa en el Consejo Audiovisual de Andalucía para participar como invitado en un proyecto que analizará el papel de los organismos internacionales en la resolución de este conflicto étnico.

¿Qué le llevó en 1994 a marcharse a Ruanda para narrar en primera persona la guerra entre dos etnias?

Compatibilizaba entonces mi tarea como co-fundador de la primera agencia de guiones para TV y trabajos en prensa y radio. En esa clase de conflictos, el fotógrafo Luis Davilla y yo fuimos siempre como free-lancers, sin más cobertura que unas sucias libretas, que aún conservo, y sus cámaras de fotos. Pura curiosidad de reporteros.

Ruanda estuvo en manos de alemanes en 1894, de belgas en 1916, ¿es un ejemplo de que el reparto de colonias casi a escuadra y cartabón de África trajo consigo que las fronteras artificiales dieran lugar a estas tragedias?

Esa no es la causa, pero es el paisaje histórico de fondo. Lo han podido cambiar mil veces, sobre todo tras la descolonización. De hecho, Sudán del Norte y del Sur se acaban de separar en dos países y la guerra y los conflictos no terminan; y Eritrea se separó de Etiopía y ahí siguen. En Ruanda, la convivencia, buena o mala entre ambas etnias, se remonta a antes de nuestra Edad Media.

Cuando se es testigo de asesinatos en masa como estos, ¿se pierde el sentido de la dignidad humana? ¿Hubo traumas psicológicos en los periodistas que cubrieron la información?

Ya le digo yo que sí. Y muertos, cayeron varios compañeros. En las guerras, eso sí, se asiste a lo peor y también a lo mejor del ser humano. En Ruanda, la indignidad se apoderó de todo. Un misionero dijo que aquel 7 de abril todos los demonios abandonaron el infierno, alguien se dejó la puerta abierta y se esparcieron por aquel país hermoso.

Los hutus eran mayoritariamente agricultores, los tutsis pastores, ¿había algún tipo de diferencias raciales entre unos y otros?

Considerados como etnias puras, sí las hay, tienen rasgos físicos diferentes. Pero la mescolanza era y es muy grande. Hay tutsis con rasgos bantúes y hutus con rasgos nilóticos. En el DNI exigían poner la etnia. Pero el conflicto no era sólo étnico, sino político. De hecho, entre los 800.000 asesinados había muchos hutus moderados que no participaron de aquel furor aniquilador.

El machete, herramienta de trabajo en los grandes cultivos de té y café, ¿se convirtió en una arma mortífera?

Absolutamente sí. En enero llegaron cargamentos con un millón de machetes de China solapados como herramientas. Aquellos aviones hicieron escala en Egipto. Casualmente, era la nacionalidad del entonces secretario general de la ONU, Boutros-Ghali.

¿Llegó usted a visitar esos campamentos de refugiados en las fronteras de casi dos millones de personas?

Vivíamos en ellos durante el día. En Goma, un lugar paradisíaco, a orillas de un lago precioso y gigantesco, el Kivu, de aguas envenenadas por el azufre de los volcanes y por extrañas bacterias. El cólera y la disentería causaban estragos, pero casi no se podía ni enterrar a los muertos porque el suelo era de lava. Pero más peligroso era el ejército de asesinos asentado allí entre los que huyeron.

¿Llegó a contactar con misioneros europeos?

Mi tarea más urgente cada día era encontrar un folio donde escribir a mano la crónica y enviarla desde un fax del ejército francés instalado a pie de pista, en el aeródromo. Entre las líneas y en los márgenes de un folio impreso por ambas caras, escribí varias crónicas, cruzando flechas que indicaban por dónde seguía el jeroglífico que luego descifraban en Madrid. Empleábamos mucho tiempo en contactar con los religiosos que lograban escapar cada día de sus aldeas y en averiguar la suerte que habían corrido muchos otros. Y cada noche volvíamos a nuestro refugio, un convento de carmelitas descalzos que dirigía el salmantino Hernández Bueno en mitad de aquella hecatombe. Por cierto, era el año del Mundial de Fútbol en EE.UU. y pudimos ver algunos partidos en un viejo televisor gracias a las gestiones de ese santo varón cuando se iba la luz en el pueblo más cercano. Les pagaba un refresco a los soldados y la luz volvía de inmediato.

La ONU estableció un Tribunal Penal Internacional especial para Ruanda. ¿Es cierto que al mismo llegaban muchos niños acusados de haber cometido asesinatos?

Fue el primer Tribunal especial de estas características que se creó desde Nuremberg. Luego vino el de Yugoslavia. Los demonios no tienen edad. El puesto fronterizo con Tanzania estaba controlado por rapaces de menos de 14 años con cuchillos y lanzadoras de granadas antitanques.

Casi un cuarto de siglo después Ruanda es uno de los países de África con un crecimiento económico más relevante, ¿por qué?

Y cabe añadir: sin apenas ayuda humanitaria. No lo dude, la estabilidad política y la seguridad jurídica son la base indispensable para los negocios y el mercado laboral. Nadie invierte en poner un quiosco si sabes que vendrá unos policías corruptos y se quedará con todo.

Usted es un enamorado de Ruanda, ¿qué destaca del país?

África es un continente apabullante, donde todo lo que sucede, la risa y el llanto, son muy de verdad, sin artificios ni convenciones. La muerte allí es una parte más del ciclo de la vida y la vida se retroalimenta de la muerte de otros seres vivos, en directo y sin intermediarios. Los del Pacma se morirían de la pena. O del susto. Los paisajes de Ruanda son embriagadores, ocho volcanes mágicos e inmensos la rodean, el Parque Nacional Virunga, el de gorilas en la niebla, es un lugar que magnetiza, sus lagos y colinas, verdes de té y café, la tierra roja...

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