Entrevista

Pilar Rangel: «El yihadista detenido en Málaga tenía mimbres de convertirse en un lobo solitario»

La directora del Curso de Experto Universitario en Análisis de Terrorismo Yihadista advierte de la necesidad de prevenir la radicalización

Pilar Rangel, en su despacho ABC

J. J. Madueño

La Guardia Civil tomó hace una semana Lagunillas, un barrio céntrico de Málaga, para detener un yihadista que fue enviado a prisión por adoctrinamiento. Los investigadores aseguraron que había tratado de comprar armas y que tenía una intensa actividad en las redes sociales difundiendo mensajes y propaganda. Es el último ejemplo de yihadismo en Andalucía, que Pilar Rangel, profesora de la Universidad de Málaga, estudia en sus cursos sobre Radicalización y Terrorismo Yihadista.

¿El yihadismo es un problema en Andalucía?

Sí. En Andalucía y a nivel general. Además, es un problema que parece que ha venido para quedarse. Es algo que tiene continuidad. La finalidad del yihadismo es extender el califato en todo el mundo. Van contra todo aquel que no aplique la ‘sharía’ de forma estricta. Málaga además es una ciudad muy golosa, porque es la entrada y el paso a otros lugares por estar cerca de Marruecos y Gibraltar. Los terroristas no suelen entrar con la inmigración ilegal. Hay algunos que la usan, pero lo normal es que entren por otras vías. Ahí Málaga es ciudad de entrada por el aeropuerto, aunque no sea uno de los puntos calientes como Ceuta, Melilla, Madrid, Cataluña y el Levante.

¿Los yihadistas son inmigrantes?

Hay que tener cuidado, porque la respuesta puede acabar en un problema de xenofobia. Las últimas detenciones eran de nacionalidad española y en otros países igual. En Francia o Bélgica son de segunda generación y aquí también. El discurso de odio hacia el inmigrante legitima a los yihadistas en su narrativa. Les dicen que son españoles, pero que los tachan de terroristas por ser de padres musulmanes. Eso lo aprovecha Daesh. El Estado tiene que luchar contra ese mensaje para que no legitimen el discurso y la narrativa yihadista.

¿Cómo suele ser alguien que se radicaliza?

No existe un perfil único, ni se siguen siempre las mismas pautas. Lo que vemos es que son personas de barrios marginales, algunos con problemas mentales, en familias desestructuradas, con problemas de conducta o identidad. Muchos son españoles, como en los atentados de Barcelona y Cambrils. Son de segunda generación. Ahí choca la tradición familiar con la sociedad donde viven. No saben si son occidentales o musulmanes. Ese problema de identidad lo aprovechan los captadores.

¿Cómo se detecta que alguien se entrega a la yihad?

Hay que trabajar desde el ámbito local. Normalmente la primera que suele detectar un proceso de radicalización es la mujer, que es madre, esposa, hija o hermana. Te das cuenta por el cambio de hábitos de comportamiento, vestimenta, sus salidas… No se junta con amigos, se queda encerrado, reza, pasa el día conectado a internet. Es un proceso que no sólo viven familias musulmanas, hay chicas católicas que se unieron al califato. Los motivos por los que alguien se radicaliza son distintos en cada caso.

¿Qué papel juegan las redes sociales?

Donde más se producen radicalizaciones es en internet y en las prisiones. Hay grupos de Telegram donde hay mil personas metidas recibiendo propaganda en su móvil. Eso está en todas las redes: WhatsApp, Facebook, Twitter… Hasta tienen sus redes sociales propias. Con la reclusión con la pandemia, estas personas han consumido mucho más material radical. Eso ocasiona que estos grupos hayan captado más personas. En la época del califato en Siria e Irak pudimos ver lo que se denominó la ‘seducción del Daesh’. Chicas de occidente que se casaron con yihadistas y tuvieron los primeros hijos del califato. Eran universitarias de buena familia que lo dejaban todo en busca de una vida mejor en Siria. Cuando llegaban se desengañaban, pero ya habían ido a unirse y eran buscadas por haberse unido a un grupo terrorista.

A difundir mensajes por redes sociales se dedicaba el detenido en Málaga. ¿Por qué era peligroso?

Porque ya salía él mismo haciendo amenazas y compartiendo propaganda en los vídeos. Se sabía que tenía varios tipos de armas y que iba a comprar una de fuego. Como había amenazas en redes con la posible comisión de un delito, se interviene. Pero como este chico hay muchísimos. Es brutal. Es que hay mucho contenido en el ‘cibercalifato’. Es un bombardeo enorme con discursos bien preparados, que convencen a cualquiera en un momento de vulnerabilidad. El detenido en Málaga tiene pinta de que fuera a convertirse en un ‘lobo solitario’, un concepto que no me gusta porque nunca están solos. Este chico había venido de Melilla y quería comprar un arma. Había riesgo y lo detuvieron.

¿Cómo se lucha contra estos mensajes?

Ellos saben que puede haber un policía observando. Tienen sus propios códigos y sistemas de camuflaje para no ser localizados. Es muy complicado atajar el problema por el volumen. Hay grupos de todo tipo. Además, las empresas se negaban a intervenir amparándose en la libertad de las personas. Ahora hay un reglamento en Europa que ordena a estas empresas de redes sociales a retirar todo el contenido yihadista. En la Unión Europea se elimina automáticamente.

Otro problema es cuando estos difusores de contenidos o los captadores entran en prisión…

Cuando se juntan con los pequeños delincuentes de la cárcel los contaminan. Se da entonces otra radicalización. Hay que trabajar la prevención. La desradicalización ha fracasado en Reino Unido y Francia. Hay personas que lo consiguen, pero otras no. En España se ha intentado con determinados casos, pero es muy complicado.  

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