La Virgen regresa a su Santuario al despuntar el día

La procesión extraordinaria en conmemoración del centenario de la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío ha culminado alrededor de las ocho de la mañana, sin que, técnicamente, ni un solo rayo de luz solar haya tocado ni a la Blanca Paloma ni las bambalinas elaboradas por Fernando Calderón , que, por otro lado, han sido uno de los elementos que mayor admiración han despertado entre los miles de devotos que han acompañado durante toda la noche a la Patrona de Almonte .

Con la ayuda de las carruchas la imagen subía la pendiente que da acceso a la puerta principal del templo , donde los almonteños, absolutamente exhaustos, retomaban el control del paso para devolver a la Virgen del Rocío a su altar, donde no ha dejado de recibir visitas mientras los santeros de la Matriz adecentaban su entorno y volvían a colocar las velas y el resto de exornos que acompañan a la imagen en el presbiterio.

Casi ocho horas ha permanecido la Blanca Paloma por las calles de la aldea desde que saliera precipitadamente antes de la medianoche y al límite del final del Santo Rosario que se desarrollaba en El Real . Desde entonces, la Virgen comenzaba un recorrido un tanto anárquico por los alrededores del costado derecho del Santuario, entre la ermita y la capilla votiva, y encontraba las primeras dificultades para avanzar entre un gentío que durante toda la noche ha atestado las calles y que ha ejercido una presión inusitada sobre el paso de la Virgen, dificultando sobremanera su avance y provocando numerosas caídas.

Sin duda, la presencia de fieles ha superado las expectativas y los cálculos previstos por las administraciones y por la propia Hermandad Matriz, que sin embargo no erraba cuando señalaba con anticipación cuál sería uno de los momentos más significativos de la noche: el encuentro entre los jóvenes tamborileros de la escuela de la hermandad almonteña y la Blanca Paloma en el Real, donde le han tocado varias piezas, entre ellas la Salve Rociera, que era acompaña en voz baja por la multitud que vivía un instante verdaderamente emotivo. Con antelación, se le rezaba una Salve solemne en la puerta de la casa de la camarista y El Real estallaba en un castillo de fuegos artificiales , dando la medida del contraste de elementos que han convivido en una procesión que, también por ello, ha sido extraordinaria.

Al Real regresaría horas después, cambiando el recorrido , en un intento vano por hacer algo de tiempo y no regresar antes incluso de que rayara el día sobre la marisma, sorprendiendo la multitud y el paso a quienes, ya relajados en las terrazas de los restaurantes de la zona, aprovechaban para descansar un rato y recargar fuerzas con un café.

Allí, el vicario parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Almonte, José Antonio Calvo , guiaba una Salve con la voz ya quebrada después de toda la noche tras los pasos de la Señora y una rociera se arrancaba por sevillanas antes de emprender de nuevo el camino de regreso hacia el Santuario, ahora sí, para ocupar su lugar en el altar del que no volverá a moverse hasta el Lunes de Pentecostés de 2019.