Cultura

Teodomiro Ramírez de Arellano, el eterno paseante de Córdoba a los 150 años de su gran proyecto

Su obra central sigue siendo el gran «long seller» sobre la historia de la ciudad

Plaza de la Magdalena, el barrio en que vivió Teodomiro Ramírez de Arellano Valerio Merino

Félix Ruiz Cardador

Teodomiro Ramírez de Arellano nació en Cádiz allá por 1828, en los últimos años de la Década Ominosa de Fernando VII , aunque relacionado por parte de padre con Baena y por parte de madre con Aguilar de la Frontera . Su nombre va ligado sin embargo a Córdoba capital, ciudad en la que vivió durante su vida adulta ejerciendo como periodista, historiador, académico, cronista de la ciudad y escritor de ensayos y obras teatrales.

Todo eso le habría dado para quedar en el callejero, pero no para mantener la vigencia que tiene hoy, cuando cualquier divulgador cultural o guía turístico tiene con él una deuda contraída por medio de su obra más célebre, los «Paseos por Córdoba» , que comenzó a preparar hace justo ahora 150 años, en el arranque de la década de 1870 y cuando acababa de superar la cuarentena.

Andariego y culto , con prosa periodística y amena, Ramírez de Arellano dejó una geografía de la Córdoba de su tiempo, enriquecida con leyendas y anécdotas, que es de obligada consulta para conocer el siglo XIX y para abordar la historia de la ciudad. Tal ha sido su éxito que desde su publicación, que se impulsó en inicio en formato de trilogía aunque hubo un cuarto libro inconcluso, no ha dejado de reeditarse. Todo eso la convierte en uno de los más emblemáticos «long seller» de la cultura cordobesa .

Edición del tomo IV de los «Paseos por Córdoba» en 1877 ABC

Nombrar el apellido Ramírez de Arellano en Córdoba significa aludir también a una veta frondosa de cultura e ilustración decimonónica. Desaparecido ya en la ciudad ese apellido, se mantiene sin embargo en descendientes que no lo llevan en su DNI pero que sí que mantienen vivo el orgullo de ese pasado, como es el caso del escritor y pinto r Mariano Aguayo , nieto de una de sus hijas, Teodomira, y patriarca en la actualidad de una conocida familia de juristas y creadores .

En alguna ocasión ha escrito Aguayo que su bisabuelo era «muy feo» y que por eso nunca se dejaba hacer fotos , de tal modo que el único recuerdo que queda de él es el retrato que su hijo Rafael, que aprendió a pintar con Romero Barros y Madrazo, le hizo ya en la madurez. El que se ve ahí es ya el prócer consagrado, que acumulaba distinciones, pero no el joven inquieto que se vino a Córdoba para fundar periódicos y defender las ideas liberales.

La vida de Teodomiro comienza de hecho en un templo del liberalismo español del XIX , la ciudad de Cádiz, a la que su padre, el político y diputado de origen banense Antonio Ramírez de Arellano, se trasladó tras la caída del Trienio Liberal. El patriarca de los Ramírez de Arellano se marchó allí con su esposa, Concepción Gutiérrez de Salamanca, que alumbró en tierras gaditanas a dos de sus hijos: Feliciano , que llegaría a ser jurista y político, y Teodomiro. Una década atrás había nacido en Aguilar el primogenito, Carlos , que también fue escritor y llegó a ocupar con los años la Alcaldía de Córdoba en diversas ocasiones. Tras la muerte de Fernando VII la familia se trasladó a Córdoba.

Único retrato que se conserva de Teodomiro Ramírez de Arellano ABC

Teodomiro se instala por ello en la ciudad siendo niño. Ahí pasó su infancia y curso sus primeros estudios, aunque luego se marchó a Madrid con el fin de estudiar Magisterio . Su vocación no estaba sin embargo en la docencia y lo que hizo en la capital no fue prepararse para ello sino probar el veneno del periodismo . Colaboró allí en «La Correspondencia de España», y cuando vio que el Magisterio no era lo suyo se volvió a Córdoba.

Con sólo treinta años, en 1858, fundó el periódico de línea liberal «La Crónica de Córdoba» , del que fue director y que estuvo vigente hasta 1875, una longevidad poco habitual en la prensa y que da cuenta de la importancia que tuvo el rotativo. De forma paralela al frenesí periodístico, Ramírez de Arellano inició su carrera literaria, en la que picoteó tanto en la ficción , escribiendo teatro y libretos de zarzuelas , como en el ensayo.

La intención de esta obra central de su labor la explica el propio Teodomiro en el prólogo del primer tomo, salido de la Imprenta de Rafael Arroyo en 1873. Dedicado a su hermano Feliciano, marqués por entonces de la Fuensanta del Valle, lo describe «como una modesta obra » fruto de investigaciones hechas «en nuestra patria adoptiva» y reconoce desde sus primeras líneas que no intenta ser una historia general de Córdoba, un intento en el que varios habían fracasado previamente, sino una contribución para que alguien la pueda emprender en el futuro.

«Nuestra obra tal vez sea una piedra que contribuya a levantar el templo de la inmortalidad en que figuren los nombres de muchos hijos de Córdoba , que tal lugar merecen por su amor al estudio de las ciencias, las letras y las artes», explica ilusionado y mostrando un anhelo que hoy se puede decir sin duda que se cumplió y con creces.

Lápida del escritor en el cementerio de San Rafael ABC

Los tres tomos -que arrancan con un paseo por La Magdalena , el barrio en el que vivía el propio Teodomiro y en el que, como él dice, tenía sus afectos- salieron publicados a lo largo de la década y estructurados barrio por barrio con el fin de no complicar al lector, aunque en los años previos le supusieron una ingente labor investigadora . Contó con la información que le facilitaron vecinos, se leyó a fondo la bibliografía de la ciudad que había en su tiempo y fondeó en el Archivo Municipal con la ayuda del archivero de entonces, José López Amo. También consultó los legajos de la Diputación y las parroquias y tuvo el apoyo de otros ilustrados como sus hermanos Carlos y Feliciano o del académico y farmaceútico Francisco de Borja Pavón .

Teodomiro montó esta especie de libro de viajes a su propia ciudad , en el que siempre se ha dicho que hay parte en sus leyendas de ficción del autor pero que, más allá de esas licencias literarias, sigue siendo un referente ineludible. Una mezcla de ilustración y romanticismo que aún hoy se reedita con frecuencia y encuentra nuevos lectores y curiosos , demostrando que un siglo y medio no es nada cuando se encuentra el camino para sorprender al lector y llevarlo de la mano por un mundo repleto de singularidad y curiosidades. En el cementerio de San Rafael reposan desde 1909, cuando murió rozando los 90 años de edad, los restos de don Teodomiro, el hombre que, gastando suela y tinta, reconstruyó a su modo la intrahistoria de la vieja ciudad monumental y en la que quedó ya para siempre escrito su nombre.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación