Año de tensiones internas en el Ayuntamiento de Córdoba

Los dos partidos políticos con más influencia, PP y PSOE, se lanzaron en 2017 a un cambio de rostros con el objetivo de nuevos aires. En ambos casos, se trata de operaciones forzadas por las circunstancias que pueden considerarse casi gemelas.

El egabrense Adolfo Molina es desde junio presidente provincial del PP en una operación que se proyectó en noviembre de 2016, cuando el Gobierno llamó a José Antonio Nieto a la secretaría de Estado de Interior. Lo que se planteaba como una sucesión tuvo sus más y sus menos. Los populares han arbitrado una especie de primarias con el objetivo de dar el voto a los afiliados. Adolfo Molina tuvo competencia en la persona de la parlamentaria Rosario Alarcón, quien intentó articular una alternativa aunque no consiguió los avales necesarios.

Oposición tuvo también Antonio Ruiz en su carrera a la secretaría general del PSOE , que se concretó en el congreso de Lucena. Ruiz, oficialista, se encontró con una candidatura exprés, también oficialista, que lanzó la entonces delegada del Gobierno, Rafaela Crespín . En ese caso, no se llegó ni siquiera a las manos. En menos de 24 horas, ambos precandidatos llegaron a un acuerdo con el objetivo de establecer una candidatura única. Crespín es la nueva secretaria de organización aunque optó por dejar su puesto como delegada del Gobierno (sustituida por Esther Ruiz) para centrarse en el partido. Ruiz ganó sin oposición el congreso sumando tres cargos: líder del PSOE, presidente de la Diputación y alcalde de Rute. Juan Pablo Durán, que ha tenido un fin de año movido como consecuencia del contrato firmado a la empresa en la que trabaja su sobrino.

También tuvo un año muy movido el expresidente del Partido Popular, José Antonio Nieto, a quien se le reconocieron los servicios prestados en el partido con el cargo de presidente de honor. En su caso, ha sido uno de los políticos clave en los hechos de octubre en Cataluña, cuando el depuesto Gobierno de la Generalitat convocó un referéndum prohibido por el Tribunal Constitucional y proclamó unilateralmente la independencia.

El Ayuntamiento de Córdoba , por su parte, ha sido más veces noticia por lo que sucede en su interior que por lo que se vuelca en el exterior. La dimisión del concejal de Servicios Sociales, Rafael del Castillo (IU), fue la piedra de toque de que algo estaba pasando. Del Castillo declaró que tenía problemas personales pero también políticos, cosa que enfadó sobremanera a la alcaldesa, Isabel Ambrosio, que entendía que le estaban salpicando problemas de otros. La relación de PSOE e IU y Ganemos llegó a un momento de alta tensión justo cuando se abrió el debate sobre si abrir el gobierno a tres partidos e impidiendo la aprobación de las ordenanzas fiscales. El golpe político hizo que se recondujeran con una aprobación presupuestaria rápida.

La regidora no ha tenido un año fácil. Pese a disponer de una comodísima situación económica (literalmente, tiene más dinero del que puede gastar), Ambrosio ha tenido que esquivar bolas de partido como toda una amenaza de huelga de Aucorsa , la quiebra del parque tecnológico, la política de su socio de gobierno sobre veladores (donde se guardaron las posiciones maximalistas) o las diferencias internas en la aplicación de Cosmos , una innovación del Plan General que tuvo que ser reorientada ante los graves problemas que presentaba. IU fue la que en este caso llevó la estabilidad del gobierno a su momento más grave con amenazas nada veladas sobre una ruptura que nadie se cree por los intereses creados.