Trayectoria

Rosa Aguilar, el adiós de un animal político

Tuvo sus años de gloria en IU y sus momentos de mayor poder con el PSOE

Rosa Aguilar deja la primera línea de la política tras 35 años de trayectoria

Rosa Aguilar, en su despedida política ABC

Rafael Ruiz

En 1977, cuando Dolores Ibárruri 'Pasionaria ', la gran referente sentimental del comunismo español, vuelve a España Rosa Aguilar ya estaba allí. Con quince años, con la edad con la que ahora los chavales juegan a la Play, una niña que venía del colegio de Las Francesas empezaba a moverse en los ambientes del PCE de la mano del que fue uno de los grandes introductores del antifranquismo entre los chavales cordobeses de esa época, Rafael García Contreras , luego senador.

Comenzaba, siquiera sin saberlo ella misma, una carrera política que ha durado cincuenta años de presencia en los partidos y sindicatos de la que 35 años han sido de cargos públicos electos y designados concatenados. Primero, en el PCE y Comisiones Obreras , en los que tuvo carné desde 1974 y 1977, Después, en el PSOE, tras una llamada de Griñán en la que fue una de las operaciones políticas más sonadas.

Quienes estuvieron con ella en aquellos momentos hablan de Quina , una cría que hacía las tareas mientras un grupo de jóvenes quería que Franco saliese de escena por la vía más rápida posible. Con el tiempo, ese fue su soporte vital, la cantera de la que tiraría siempre para localizar colaboradores. En cierto modo, su familia.

Con Pasionaria en Barajas ABC

Rosa Aguilar se licenció en Derecho ejerciendo compromiso. Fue de las estudiantes que negociaron lo que ahora se llama Facultad de de Derecho de la Universidad de Córdoba . Ejerció poco y en el servicio jurídico de Comisiones Obreras, donde llevaba asuntos laborales. Y no tardó en estar en las listas de las municipales, un cargo que no tardó en quedársele pequeño. Estuvo al cargo de la Disciplina Urbanística, lo que no deja de tener su punto de gracia.

Si Rosa Aguilar llegó a ser Rosa Aguilar la culpa la tiene Jesús Hermida . En el tramo final de poder de Felipe González, el periodista onubense empezó a realizar tertulias con un grupo de mujeres de distintos partidos como la popular Celia Villalobos. Ahí es donde se labra buena parte de su imagen pública de martillo del felipismo que fue la que la dio exposición.

El dolor de muelas de Felipe

Anguita reunió a un grupo de diputados que fue un dolor de muelas para el PSOE en el que sobresalía el estilo de Aguilar. Mujer, joven y «más viva que un setter» (según la frase del periodista Jesús Cabrera) que le soltaba a los socialistas lo que no querían escuchar. También ahí llegó su fractura con el grupo dirigente de IU. Aún con Anguita al mando, una operación un tanto rocambolesca acaba con Aguilar como candidata a la Alcaldía casi a su pesar.

El contexto es conocido. Herminio Trigo había sido condenado en las previas de las elecciones de 1995 y se había resistido a dimitir hasta el último momento resistiendo unas presiones de Anguita y Aguilar tremendas. Manuel Pérez , su segundo, fue alcalde de forma provisional pero no quiso ser candidato a la Alcaldía, papel que al final desarrolló María José Moruno .

Con Rafael García Contreras, su mentor en el PCE Ruiz de Almodóvar

IU, en 1999, aún era IU. El califato rojo y todo eso. Y la organización quería alguien se pudiera acercar a la victoria. Rosa Aguilar exigió y consiguió lo que ningún otro candidato tuvo. Oficinas de campaña ajenas a la sede de IU (estaban en la calle Conde de Cárdenas, junto al Bocadi) y equipo propio elegido por ella. La IU que aún era IU tragó. Ahí comenzó todo.

Rosa Aguilar ganó una de las tres elecciones a las que se presentó pero siempre tuvo al PSOE para pactar. Y el efecto sociológico en la ciudad fue para estudiarlo. No tenía mayoría política pero en la calle no tenía rival. Besaba a las señoras, a los niños, a los mayores. Se sabía el nombre de todo el mundo. En las distancias cortas, era tremenda. Eso le permitió diez años que el PP bautizó con un concepto: Rosismo .

La sentimentalidad sobre los hechos, esa aire de cristiana de base que nunca llegó a perder, la adopción de las tradiciones de la ciudad como santo y seña. Salir a la calle con ella era perder el autobús seguro de tanto como se paraba. Rosa hizo una campaña callejera desde que puso un pie en la Alcaldía. No había verbena que no visitase, ni caseta en la que no se tomase una cocacola. Estajanovista de las relaciones públicas , los datos de conocimiento y popularidad llegaron a ser tremendos.

Con Julio Anguita, recién llegada a la Alcaldía ABC

Perfeccionista hasta la extenuación y capaz de estar horas y horas discutiendo de dónde se coloca un contenedor, fue capaz de convencer a la ciudad de que tenía más votos de los que realmente tenía. La alcaldesa más importante de IU no se perdía un acto en la Zarzuela ni compraba discursos de república, 35 horas o contra el tratado de Maastrich. El anguitismo se le pasó rápido.

Fue un camino largo, llegó de rozaduras y con alguna pedrada en la frente. Aguilar terminó sus diez años de Alcaldía sin haberse sentado en un banquillo. Los escándalos, que los hubo, perseguirán su biografía pero no sus antecedentes. Aguilar tuvo un numeroso equipo de personas dispuesto a asumir las quemaduras. Su número dos, el fallecido Andrés Ocaña, fue el que tuvo un papel más relevante en esta parte.

Aguilar fue uno de los puntales de Gaspar Llamazares que entonces estaba asesorado por un joven llamado Juan Carlos Monedero que venía por Córdoba a negociar los apoyos en las asambleas federales. Pero Rosa llevaba recibiendo mensajes del PSOE del más alto nivel. Sonó para mil cosas. Hasta para una embajada como paso de transición entre una IU en la que ya no tenía nada que hacer y un PSOE que se había alimentado de cuadros excomunistas desde que Felipe era Isidoro . Enrique Curiel marcó el camino.

En abril de 2009, hubo gol en las Gaunas . Rosa Aguilar dijo sí y se convirtió en consejera de Obras Públicas. La despedida fue todo un psicodrama en IU a pesar de que ella había dado todo tipo de señales. Por ejemplo, dijo públicamente que había votado a una senadora del PSOE, Maribel Flores, siendo aún alcaldesa. «Confío en ella», dijo. A esas alturas, los concejales no eran de IU sino de Rosa que, con las interferencias debidas, terminaba siempre ganando las partidas de póker con 'la sede'.

Con el presidente Griñán, en su etapa de ministra ABC

Luego llegó el estrellato, el Consejo de Ministros , la crisis de los pepinos, la vuelta a Andalucía cuando Rodríguez Zapatero decidió que no había más, la celosía de la Mezquita-Catedral. Rosa Aguilar se quedó en el PSOE aunque, en el fondo, nunca fue una más del PSOE. En un partido donde los militantes se afilian en el instituto, era parte de la élite del partido. Susana Díaz le tuvo fe y Aguilar fue de las que se quedaron cuando todo el mundo se mudaba.

Este jueves, Rosa Aguilar ha dicho que ya no más. Con 65 años ha decidido estar al fondo en un foro de pensamiento llamado Cristianos Socialistas de Andalucía, cosa que le da calidad a la película. Su marcha, voluntaria o forzosa, estaba cantada desde hace meses. Por eso, ha hecho de la necesidad virtud asumiendo su retirada como una decisión propia. En su despedida, no citó las palabras «Izquierda Unida» o «Partido Comunista de España». Hasta el final, un animal político.

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