Mario Flores - EL DEDO EN EL OJO

Tan real como Juanito

Tiene nueve años e irá a Disneyland París, regalo de su primera comunión, con el traje de fiesta de su graduación

Mario Flores
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Juan tiene 9 años pero sus familiares y amigos le llaman Juanito. Según su madre ese apelativo es más cariñoso y está en consonancia con la ternura que el niño despierta (a pesar de ser un niño como otro cualquiera, que se saca los mocos, los pega debajo de la mesa e increpa a los compañeros de clase que llevan gafas).

Hace algo más de un mes ha celebrado su primera comunión acudiendo a la iglesia en coche de caballos (yo lo he visto), misma calesa en la que después llegó al convite donde esperaban cientos de invitados, cientos de regalos, castillos hinchables, magos y payasos y una banda de majorettes para él solito.

A final de este mes, como un regalo más de su primera comunión, visitará Disneyland París con sus padres y su hermana pequeña, excursión en la que se alojará en un fabuloso hotel con vistas al lago.

Pero antes de ello Juanito ha de celebrar el acto de graduación escolar. Ya lo hizo el año pasado, y el anterior, y el otro,.... Realmente los méritos del chaval no resultan excesivamente destacados, pero siente que haber finalizado el curso da para poner sobre él un foco, ser rodeado de oropeles y abrir el baile con Sissi Emperatriz en la Sala de los Espejos. Es lo justo.

Este curso termina tercero de primaria y, por tanto, ya anda probándose el traje que este año lucirá su clase para la ceremonia de graduación (¡ceremonia de graduación!). Sus papás no han escatimado en gastos y la calidad de la tela es realmente espectacular. Tan bien se siente Juanito enfundado en su traje que ya ha dicho que piensa ir así vestido a su cita con Mickey y Minnie aunque sus papás le han dicho que no es conveniente ir así vestido. Las discrepancias han generado un importante conflicto hasta el punto de que Juanito dice que si no se lleva el traje a Francia no se gradúa. Finalmente sus papis han cedido y acompañarán a Juanito a Disneyland también vestidos de gala. Harán el ridículo pero el tierno infante que se saca los mocos, los pega en el pupitre e increpa a sus compañeros gafotas, estará feliz. Todo sea por la felicidad del chiquillo.

El conflicto se ha resuelto de este modo aunque también ha ayudado mucho las sesiones de «mindfullness» que se están llevando a cabo en su clase desde pricipio de curso. Este año, como novedad, sus profesores han incluido dentro del diseño curricular (¡arg!) unas pequeñas sesiones al inicio de las clases donde, a través de la toma de conciencia del aquí y ahora así como del control de la respiración y de las emociones, se pretende eliminar el estrés de los alumnos, alejar las emociones negativas y elevar la carga positiva de felicidad en los mismos; como si se pudiera tapar el sol con un dedo… En cualquier caso parece que a Juanito le ha valido de mucho aprender a controlar sus emociones aunque, bien es cierto, el ámbito de aplicación es solamente el aula y únicamente durante los primeros momentos de la lección porque, al poco tiempo, Juanito se vuelve a sacar los mocos, los vuelve a pegar debajo de la mesa y vuelve a increpar al gafotas que se sienta a su lado. El profe, lejos de regañarle, le dice que respire y aleje de sí la ira; casi parece el padre Carrack en El Exorcista pero con la tiza en la mano en lugar de un crucifijo.

Lo que será de Juanito en el futuro todos lo sospechamos. Esto es lo que estamos construyendo.

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