Cultura

Olga Pericet, la danza de una niña de Córdoba cargada de sueños

La bailaora y coreógrafa cordobesa acaba de ser nominada por partida doble a los Premios Max

Olga Pericet, en uno de sus últimos trabajos en los escenarios Paco Villalta

Félix Ruiz Cardador

Olga Pericet (Córdoba, 1975) fue niña del barrio de la Fuensanta , niña inquieta. Se arrancaba a bailar en cualquier c aseta de Feria a la que acudiese con la familia. Llevaba Olga el movimiento en el cuerpo, lo llevaba en la sangre. Ahí nacía la leyenda de la que es hoy una de las coreógrafas más exitosas de España, galardonada entre otros con el Premio Nacional de Danza de 2018 o con el Premio Max. Estos galardones escénicos la han vuelto ahora a nominar esta semana en dos apartados por su espectáculo « Un cuerpo infinito» , inspirado en Carmen Amaya (1919-1963). Lo que era un reto de altura, pues siempre hay riesgo en acercarse a un mito, se ve ahora aprobado con nota sobresaliente. Son datos más que suficientes para constatar la evidencia: que Olga es una de la grandes figuras de la danza y el flamenco españoles y que está en la cima de la cultura andaluza y cordobesa actual.

Pericet tiene voz dulce y talante reflexivo, que se aprecia en los leves silencios que deja mientras habla, vacíos mínimos en los que su memoria o su pensamiento parecen moverse con velocidad. Desde Madrid , donde guarda el confinamiento obligado, se muestra optimista, feliz. «Las nominaciones han sido una gran alegría, pues ahora voy más despacio y ciertas cosas las saboreo más, pero siempre emociona que reconozcan tu trabajo y más en un reto importante como era ‘Un cuerpo infinito’, en el que somos 16 personas en el escenario». Detrás de esa obra explica que hay un «producción fuerte» y «una i nvestigación de dos años ». «Tengo una gran alegría por el equipo, porque algo así no lo hace una persona sino el equipo entero y somos muchos», explica.

«Mi intención no era provocar , nunca lo es, sino salirme de los moldes , del tópico que siempre rodea a una leyenda y que al final lo que hace es empobrecerla, limitarla», aclara. Niega por ello que Carmen Amaya fuese sólo « fuerza, fuego y volcán », y explica que, aunque la bailaora barcelonesa fue una artista que aprendió de forma natural, tenía su estudio y grandes conocimientos, que dieron lugar a ese modo suyo de cimbrearse, en el que según Pericet «se completan lo masculino y lo femenino ». «Me interesaba mucho su humanidad, conocer de ella lo que no era conocido, y necesitaba hacer este espectáculo, algo importante pues yo creo que cuando necesitas algo al final te sale», reconoce.

Olga Pericet, en uno de sus espectáculos Paco Villalta

«Un cuerpo infinito» se dibuja por todo ello como un trabajo de madurez, que la bailarina y coreógrafa ha afrontado al borde de cumplir los 45 años , justo la edad a la que murió Carmen Amaya. Algo hay por ello de paso del ecuador, o de cruce del Rubicón , en este momento de la vida de Pericet. De ahí que sea buen momento para evocar sus inicios, en una familia con mucha afición al flamenco. «Mis padres vieron que cuando íbamos a cualquier fiesta me animaba a bailar y con siete años ya me apuntaron para que tomase clases», explica.

Olga se reconoce afortunada, pues en esa época había magníficas profesoras en Córdoba. Empezó con Inmaculada Luque , luego con Concha Calero y, ya en el Conservatorio, encontró como referente a Maica Moyano , que organizaba seminarios con invitados tan especiales como José Granero, Pedro Azorín o Javier Latorre . «La danza en Córdoba estaba en un momento potente», explica Pericet, que en los años siguientes pudo aprender, ya fuera de Córdoba, de otras bailaoras sagradas como La Toná, Blanca del Rey o Matilde Coral.

Con «El cuerpo infinito», la bailaora indaga en la figura de Carmen Amaya para buscar su humanidad

Olga reconoce que ha sido un camino largo y con sacrificios. Recuerda que la danza y el baile han sido para ella no sólo una disciplina artística sino una forma de crecimiento y de aprendizaje personal . «Te ayuda a tener disciplina, a ser más fuerte», afirma, al tiempo que señala que esta especialidad le ha hecho abrir los ojos a la cultura en general: «Un bailarín comunica con el cuerpo, ese es nuestro lenguaje, pero tiene que tener curiosidad con todas las artes». Aún así, reconoce Pericet que si algo lleva mal de su carrera es el hecho de ser empresaria .

«Eso no me lo habían explicado en el Consevatorio», dice con humor justo antes de lamentarse de que en el sector cultural haya muchas ayudas pero pocas de ellas destinadas a la danza. «Aquí no queda otra que estar a todo, a lo creativo y a la contabilidad , y lo más sacrificado para mí es esto último porque lo más sacrificado es siempre lo que no te gusta», explica.

Olga Pericet, en la obra «Las cinco estaciones» Javier Fergo

Olga Pericet revela sobre su situación actual que le es difícil ensayar, pues no tiene estudio en casa. De todos modos, la artista explica que ha estado haciendo sus ejercicios en su domicilio y ha mantenido el ánimo. Está contenta en cualquier caso de que esta etapa haya servido para que «las coreógrafas nos unamos para defender nuestros derechos y para pedir que se revisen nuestras condiciones ». Añade Pericet que ahora lo que siente ya son «unas ganas tremendas de subir al escenario» y lo que se reclama es que «se agilicen las medidas para que podamos entrenar como los deportistas de elite, pues nuestro cuerpo tiene que estar entrenado».

En su agenda se acumulan las citas suspendidas y las aplazadas, pero confía en que la vida cultural pueda restablecerse. «Yo creo que la gente quiere que estemos dando vida, que al fin y al cabo es lo que hacemos», explica. En lo personal, Pericet se ve pronto compatibilizando las giras de «La espina que quiso ser flor» y de «Un cuerpo infinito», pero también con ganas «de viajar, de recordar y de sentirme más acompañada». Son los anhelos de una creadora en el punto exacto de su madurez , que también tiene marcada en rojo la fecha del 7 de septiembre, cuando se entreguen los Premios Max. La gala de las artes escénicas españolas se celebrará este año en el Teatro Cervantes de Málaga , muy cerca de una Córdoba que ella lleva grabada en el corazón y a la que espera volver pronto para reencontrarse con esa niña incansable de la Fuensanta que anhelaba ser bailarina. Con esa niña cargada de sueños que en cierto modo aún es.

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