URBANISMO

Miraflores, 20 años de proyectos frustrados en Córdoba

El alcalde Bellido retoma el maleficio de solar con la idea de un gran auditorio para la Orquesta Sinfónica de la ciudad

Solar reservado para el Palacio del Sur en Miraflores VALERIO MERINO

Félix Ruiz Cardador

Algo oscuro se mueve en Miraflores , al Sur hoy asolanado de la ciudad. Un fantasma inoperante que recorre esa zona y sus aledaños y que todo lo malbarata y lo gafa. Una maldición que convierte en pavesa, en nada, en humo, lo que un día fueron sueños de alcaldes en flor y maquetas de arquitectos ilusionados con aquello que venía a cambiar Córdoba . A modernizarla definitivamente mediante un elemento simbólico. Algo así como si la desgracia que se vivió por aquellos terrenos en la vieja Qurtuba , cuando los encorajinados habitantes de arrabal de Saqunda se levantaron sin éxito contra Alhakén I , hubiese persistido también en la modernidad.

Mucho parecen tardar los promotores de rutas turísticas como la «Córdoba misteriosa» en incorporar a sus itinerarios algunos enclaves de esa zona en los que la ciudad ha ido construyendo paso a paso, fiasco a fiasco , un intenso espíritu descreído. Un capítulo de decadencia postmoderna que se ha ido escribiendo al tiempo que los regidores perdían allí sus opciones de reválida electoral y que veían frustrarse el sueño reincidente de dejar al menos un ícono arquitectónico brillante que permitiese que su legado no se esfumase volandero por el sumidero del olvido.

El «nomenclator» de ilusiones embarrancadas en el Sur de Córdoba es amplio y va desde el fenecido Palacio del Sur hasta proyectos aún en el aire como el Cordel de Écija , el Museo de Bellas Artes , el Pabellón de la Juventud , la reforma de San Eulogio , el Plan de los Romerillos o el Mirador de Osario Romano . Sin descartar tampoco el contagio que haya podido sufrir el Centro de Creación Contemporánea de la Junta o C3A , que, aunque al fin abierto tras años de espera e indecisiones, aguarda aún hoy en su embrujo maligno un plan de usos acertado que lo convierta en un lugar de tránsito e inquietudes y no es ese páramo que es en la actualidad.

Los inicios

Veinte años se acaban de cumplir ahora de los tiempos en los que alcalde del Partido Popular Rafael Merino habló por vez primera de reactivar la zona de la península de Miraflores con un edificio municipal de uso cultural . Se bautizó aquel primer embrión, en las alegrías de la campaña electoral de 1999 , como Centro de las Tres Culturas , una especie de museo sobre la historia de la ciudad que se pensó no como una sucesión de enseres y obras de arte, al estilo museístico decimonónico, sino como un espacio en el que, a través de herramientas tecnológicas punteras, se permitiese al visitante conocer el brillante pasado de una forma interactiva y amena.

El presupuesto se cifró en torno a los 5.000 millones de pesetas -unos 30 millones de euros de hoy- e incluso se logró sacar un compromiso al Gobierno central de José María Aznar , que en principio se haría cargo de más de la mitad del ingente montante y que también parecía dispuesto a apostar en esa misma zona por una nueva sede para el antañón Museo de Bellas Artes del Potro , la cual también duerme hoy el sueño de los justos. Merino, que se las prometía felices con esos mimbres, se quedó sin embargo sin Alcaldía apenas unas semanas después, cuando la IU de Rosa Aguilar y el PSOE de José Mellado sellaron un acuerdo de gobierno que los populares acuñaron luego en su cabreo como el Pacto de Sillones .

Imagen del solarVALERIO MERINO

Mellado y el esnobismo

La semilla de construir un edificio simbólico de la nueva centuria en Miraflores, que se sirviese de referente para todo lo que se pensaba construir alrededor, había quedado sembrada sin embargo, aunque los nuevos mandatarios enviaron al desván de los juguetes rotos el proyecto de la Córdoba de las Tres Culturas -sin que eso fuese óbice para que utilizasen ese tópico «tricultural» en los años siguientes hasta en sus cumpleaños-.

Corrían por entonces tiempos de bonanza, años de vino, langostino terciado y rosas, y ese ambiente contagió al nuevo concejal de Urbanismo , José Mellado, de tal modo que aceptó el envido de los populares y se sacó de su chistera un esnobista proyecto de centro de congresos en Miraflores. Se hablaba en esos años de que el palacio congresual de la calle Torrijos se había quedado pequeño, algo por una vez cierto, así que se pensó que lo mejor era construir un nuevo edificio en la zona Sur y revitalizar de ese modo la otra orilla del río. La utilidad, el contenido, no parecía ser sin embargo lo importante, sino que lo que primaba en aquellos años locos era el continente: construir el simbólico edificio . Mellado, como luego tantos otros aquí y en tantas partes, soñó despierto con dejar en Córdoba su propio Guggenheim bilbaíno, ese icono arquitectónico que lo dejase en la Historia a la altura de los «abderramanes» y de tantos otros hacedores y corregidores de la Córdoba monumental.

Vivió en esos días la ciudad uno de los aquelarres esnobistas más ampulosos que nadie recuerda, un concurso de ideas arquitectónicas en el que presentaron proyectos cuatro estrellas del diseño mundial: el español Rafael Moneo , la iraní Zaha Hadid , el nipón Toyo Hito y el holandés Rem Koolhaas . Incluso la prensa nacional quedó seducida por aquel proyecto que consistía en crear un referente arquitectónico frente a la Mezquita de Córdoba -en mutuo diálogo, que se decía entonces con no poca solemnidad-.

Ganó el holandés Koolhaas y Mellado, que volaba ya muy alto en su nube, llegó a decir en aquellos arrebatos del nuevo siglo que Córdoba iniciaba una especie de nuevo renacer. Llegaron sin embargo con puntualidad taurina o británica las elecciones municipales de 2003 y con ellas el descalabro del todopoderoso concejal de Urbanismo, cuyo carrera política, fulgurante hasta ese momento, comenzó a encallarse y a perder la luz de la década precedente. Hasta la irrelevancia.

El proyecto quedó entonces, tras lograr IU el gobierno en solitario, en manos de la propia alcaldesa, Rosa Aguilar, y de su mano derecha, el fiel y recordado Andrés Ocaña , que se hizo cargo de la Gerencia. Con ellos al frente, se licitó y adjudicó el proyecto, a Ferrovial . Pero también comenzó entonces una escalada prodigiosa del presupuesto, que había empezado por 50 millones de euros y que acabaría cifrado en más de 170 . El mandato 2003-2007 pasó para el Palacio del Sur con la consabida molicie, sumido en el laberinto burocrático , y con visos cada vez más claros de su imposibilidad. Aún así, y pese al desgaste que suponía, Rosa Aguilar revalidó la Alcaldía y hubo de ver cómo Ferrovial renunciaba al proyecto y se lavaba las manos. Pero también ella abandonó el gobierno municipal y a su partido a mitad de camino, en sonada e inolvidable tocata y fuga hacia el PSOE.

Así que le tocó a Andrés Ocaña, apoyado en esos años de Alcaldía en Francisco Tejada, ir tachonando los clavos definitivos sobre el ataúd de un proyecto cuyos excesos ya se habían asumido, pues se le encargó de hecho al autor una reducción para ajustarlo a la realidad y a la economía de una España que ya no era la del vino y las rosas sino la de la crisis económica. Se resistió el político aguilarense cuanto pudo, pero ni una primera piedra pudo poner antes de aquellas municipales de 2011 en las que él acudió a las urnas con orgullo torero y certeza en la derrota, que todas las encuestas predecían. El nuevo alcalde, el popular José Antonio Nieto , acabaría liquidando el sueño loco del Palacio del Sur apenas unos meses después. A los cordobeses les quedó una amargura honda -los 10 millones de euros de sus impuestos que se gastaron para nada en el proceso- y quizá un único y poco servible aprendizaje: que Rem no sólo era una banda de rock americana sino también un nombre de arquitecto holandés.

Zona acotada de MirafloresVALERIO MERINO

De jaramagos e ilusiones

Sin mucho tiempo para bromas o nostalgias, la solución del PP tras la larga Alcaldía de IU fue olvidar por completo el proyecto de Miraflores -cuyo solar se mantuvo desde entonces un jardín danunzziano de jaramagos, sonnolencia y olvido- y optar por una salida práctica . Como la necesidad de un gran centro de congresos persistía, lo que pensaron Nieto y su equipo fue en reformar el antiguo pabellón de Cajasur del Parque Joyero con el fin de adaptarlo a esa nueva utilidad. La iniciativa, aunque sin los brillos faraónicos de su antecedente, parecía asumible, pragmática, con su presupuesto de poco más de diez millones, y eso que la Junta, presidida por entonces por Susana Díaz , se quitó del medio con garbo y no dio ni un euro aduciendo que su objetivo era a partir de ese momento reformar el vetusto Palacio de Congresos de la Calle Torrijos.

No desanimó eso a Nieto, que en su mandato, el que iba de 2011 a 2015, le dio un primer impulso a ese Centro de Ferias y Convenciones , que así se bautizó. Los plazos, también afectados sin duda por la maldición de Miraflores, comenzaron pronto a retrasarse y al final vivió algo muy parecido a lo que tres lustros antes había vivido su compañero Rafael Merino: el desalojo de la Alcaldía a manos de los partidos de izquierda, que echaban por tierra su insuficiente victoria electoral. Antes de abandonar el bastón de mando, le dio tiempo al hoy parlamentario andaluz de reavivar el viejo fantasma de Miraflores , espacio para el que propuso un edificio de uso cultural y en el que parecía adivinarse un nuevo intento de promover un icono arquitectónico que sirviese de símbolo de una nueva etapa para la ciudad.

En esas coordenadas llegó a la Alcaldía casi que sin esperarlo Isabel Ambrosio , que logró el cargo tras una campaña a la que se presentó con un programa de perfil nebuloso y con un equipo más bien de circunstancias. Tardó la nueva regidora en cogerle el pulso a la ciudad, si es que alguna vez pudo lograr algo parecido, y cuando acordó ni se había avanzado hacia la inauguración del Centro de Ferias del Parque Joyero, que ahí sigue hoy a la espera, ni se había definido nada sobre el solar maldito de Miraflores, cuyos jaramagos seguían creciendo en libertad.

No faltó tampoco el aporte ineludible del concejal de Urbanismo, Pedro García , que en las últimas calendas del mandato se sacó de la manga una reorganización urbanística de la zona que también vive ya en los amplios territorios de la hemeroteca y del olvido.

Sin solución

El proyecto estrella del Sur de Córdoba sigue por ello a la espera de que acabe al fin su maldición y el nuevo alcalde, José María Bellido , parece decidido a no optar por rendirse a la melancolía y la adversidad y dejar que aquello se convierta en zona verde, que sería quizá la solución pragmática tras tantas decepciones. Bien al contrario, de sus palabras se desprende que, optimista, está dispuesto a echarse hacia delante y a construir en el solar un gran auditorio para la Orquesta de Córdoba , que disponga además de esa sala de exposiciones municipal de la ciudad carece desde hace años. Cuenta el regidor con el apoyo de la Junta, pues los populares también sacaron este asunto en las últimas autonómicas, cuando aún no eran muchas las esperanzas de acabar con el largo mandato del PSOE.

A Bellido y al presidente regional, Juanma Moreno , les toca ahora apretarse el traje de cazafantasmas y ponerse con el asunto, si es que de verdad tienen el arrojo de enfrentarse a una maldición que ya se ha ido cobrando los sueños y también las carreras de numerosos políticos esperanzados. Quizá sea si lo logran el brevaje definitivo que concluya con esta especie de embrujo que padece el Sur de la Córdoba capitalina y que se ha contagiado por los alrededores, como si Miraflores fuese el centro de un tumor que acaba infectando todo lo que por allí se propone por parte de administraciones variadas y de variados partidos.

Veinte años después de que Merino hablase por vez primera ilusionado de las Tres Culturas, y cuando aún los melancólicos jaramagos reinan en los predios que fueron suyos desde antiguo, los terrenos de la vieja Sacunda y del Campo de la Verdad ahí siguen a la espera de ese renacer que algunos en su nube vieron clarísimo pero que en realidad nunca llegó. Quién sabe si porque la maldición que el emir Alhakén I lanzó tras reprimir la revuelta de Sacunda y arrasar el arrabal sigue aún viva o porque nunca existió en estas cuatro décadas la capacidad de gestionar con realismo y de captar los fondos que siempre son precisos para convertir una maqueta simbólica y quimérica en un edificio real.

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