Cultura

Marcial Gómez, el pintor de Córdoba que voló entre seres sacados de los sueños

Este domingo habría cumplido 90 años un maestro del arte cordobés del siglo XX, de biografía insólita y obra llena de maestría, imaginación y magia

Marcial Gómez, durante una entrevista con ABC en 2009 Valerio Merino

Félix Ruiz Cardador

Marcial Gómez , el pintor cordobés y eterno de los sueños renacentistas, el pintor de la imaginación desatada, nació hace justo este domingo 90 años. Lo hizo en Hinojosa del Duque , aunque sus familias materna y paterna procedían de los pueblos cercanos de Villanueva de Córdoba y de Villaralto . Su genealogía estaba plagada de gentes de campo, de pastores y ganaderos, pero su destino iba a ser otro muy distinto bajo los signos de la modernización a trompicones que el siglo XX supuso para España. a Córdoba capital llegó Marcial con apenas dos años, cuando su padre, que trabajaba previamente en la célebre línea de autobuses interurbanos El Rápido , aceptó un puesto labotal en la empresa municipal de autobuses de Córdoba.

Ahí, en la Huerta de la Reina , creció el pequeño y en la ciudad se quedó ya hasta su muerte, en 2012 tras sufrir de parkinson en la etapa final de su vida. Van pasando los años desde entonces, y siempre parecen traer para todos su condena de niebla y olvido. Aún así, la pintura de Marcial Gómez sigue tan fresca como siempre , quizá porque fue un artista que pasó olímpicamente de la modas y las consignas de su época y vivió su obra como fuera del tiempo, como si fuese ya un clásico desde su mismo origen.

Siempre le apasionó el dibujo, pero cuando pudo dedicarse profesionalmente al arte tenía 40 años

Su esposa, Rosa Losada , recuerda que Marcial tuvo siempre una gran facilidad para la pintura, desde niño, por lo que «parecía que se encontraba las cosas ya hechas, como si no hubiese realizado ningún esfuerzo». «A él le encantaba el dibujo y la pintura, e incluso pudo ir algún tiempo a la Escuela de Artes y Oficios , pero luego tuvo que ponerse a trabajar muy joven», explica. Se colocó primero Marcial en la tienda que tenía su paisano Cirilo Sánchez y posteriormente en los almacenes de Rodríguez Espejo . Su pasión por el dibujo seguía ahí, y de ella nació su amistad por correspondencia con el dibujante de Flash Gordon y Rip Kirby, Alex Raymond . El artista norteamericano le ofreció irse a Estados Unidos , pero las circunstancias no se dieron y el pintor se mantuvo en Córdoba, donde siguió su vida de hombre corriente y donde nacieron sus cuatro hijos .

Uno de los cuadros de Marcial Gómez en la exposición en la Diputación de Córdoba en 2004 Rafael Carmona

La pasión por el arte seguía ahí y acabaría por aflorar en el mismo ámbito laboral, pues Marcial Gómez finalizó especializándose en el diseño de estampados de ropa femenina y aceptó una oferta de una empresa catalana. Según el mismo contaba, fue una época en la que aprendió nuevas técnicas, ganó premios y en la que viajó mucho, por la Unión Soviética , por Europa y a lugares de gran glamour como Cannes, donde estudiaba las tendencias que se iban a llevar al año siguiente. Así estuvo Marcial Gómez hasta los 70, cuando, tras ahorrar lo suficiente como para sentirse respaldado y seguro , decidió emprender su carrera como pintor. «Él siempre había tenido ese sueño ahí y era el momento para intentarlo, porque ya estaba cansado de su vida laboral , que le obligaba a ir todos los lunes a Barcelona y a volver los viernes», relata su mujer.

Marcial Gómez abrió estudio entonces en la calle Buen Pastor y se puso manos a la obra. Tenía ya unos 40 años y una vida laboral dilatada, pero eso no impidió que mantuviese viva la ilusión de un pintor joven, pues en el fondo lo era. Se decantó por una figuración que ha venido a identificarse con el realismo mágico literario , cuyo boom arrancaba en esos años, pero que en realidad de realismo o de costumbrismo en su sentido puro tienen poco. Se trata de obras marcadas por una desbordante y frondosa imaginación , en las que se funden su amor por el Renacimiento y por el cómic clásico con su fantasía personal.

Marcial Gómez, en una imagen de 2004 Valerio Merino

Decía que no quería parecerse a nadie, y a fe que lo consigue con unos retratos maravillosos que parecían como sacados de un mundo paralelo y en los que mezclan una teatralidad surrealista con una sutil ironía postmoderna y divertida . Algo tan personal no podía pasar inadvertido y así fue, pues pronto la pintura de Marcial Gómez comenzó a verse en las principales ciudades del país. En 1978 comparece por ejemplo en la galería Haurie de Sevilla y ese mismo año participa en una muestra sobre el nuevo realismo en la galería Heller de Madrid. En 1980 expone en Holanda y 1986 es seleccionado por una galería para acudir a Arco . «Aquello salió muy bien -explica su viuda- vendió casi todas las obras y eso llamó la atención de la galería Rayuela, con la que ese momento alcanzó un acuerdo».

Los últimos años del pintor lo llevaron por nuevas experimentaciones , pero nunca renunció a la imaginación como fuente de sus obras. Incluso acosado por la enfermedad seguía pintando y pintando, «hasta el último día» según su esposa. Su legado, que se recogió hace 16 años en una antológica de la Diputación Provincial de Córdoba, sigue vivo sin embargo a través de uno de sus hijos, el pintor Miguel Gómez Losada , que ha seguido la misma vocación y que desde niño quería ser «pintor como papá», según recuerda su madre.

A partir de los años 70 comenzó a exponer en prestigiosas galerías españolas y llegó a otros países

El propio artista explica que para él el haber visto pintar a su padre, haber conocido su obra y sus viajes por el mundo, ha sido una referencia. «Me ha influido en lo ético, pero también en la forma de poner la pintura, y en entender cuántas cosas hay que poner en el cuadro para que quede bien, para que ni sobre ni falte », explica el artista. «Yo creo que de él aprendí por ósmosis y busqué su aprobación», concluye.

Obras de Marcial Gómez en una exposición en la Diputación de Córdoba Rafael Carmona

La presencia de Marcial Gómez ocho después de su fallecimiento sigue siendo fuerte, aunque se eche de menos esa calle que lo recuerde en su localidad natal o en la urbe en la que vivió desde los dos años. Pequeños detalles que completen una posteridad ya ganada de antemano porque sus seres imaginarios siguen interpelando desde sus obras como si estuviesen recién pintados , pues en realidad no pertenecen a un tiempo fijo sino a todo tiempo. Son hijos de la pasión artística, de esa vocación irrefrenable por pintar e imaginar que llevó a un dependiente de una tienda a cartearse con un exitoso dibujante de cómic y a convertirse en la madurez en un pintor respetado con galería en Madrid. Marcial Gómez, lejos del suelo de lo ordinario, supo volar por el aire de la imaginación desbocada. Ahí sigue ya para siempre, ligero entre su mundo maravilloso de seres inmortales .

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