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Conventos de Córdoba

Con el cierre de monasterios y cenobios se pierde espiritualidad y patrimonio cultural

Antiguo convento de Santa Isabel ABC
Juan José Primo Jurado

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Del medio centenar de conventos que llegó a tener Córdoba, hoy sobreviven menos de veinte. De algunos de los perdidos al menos queda el templo, con culto o desacralizado. De otros ni rastro, solo conserva el callejero su nombre donde estuvo… y a veces ni eso.

Las desamortizaciones del siglo XIX ‘liquidaron’ veintiséis conventos . Femeninos desaparecieron para siempre Espíritu Santo, San Martín, Encarnación Agustina, Santa Inés, Concepción, Jesús y María y Santa María de las Dueñas. Los cinco últimos dan nombres a calles. De Regina permanece un edificio arruinado. Santa María de las Nieves se transformó en el Círculo de la Amistad y Santa Clara continúa vacío y sin uso. El siglo XX contempló la venta y demolición de Santa María de Gracia y la transformación del Corpus Christi en la Fundación Antonio Gala. Y el XXI trajo el cierre del Císter y la venta de Santa Isabel de los Ángeles para convertirlo en hotel. Esperemos que los nuevos rumores de «cierres conventuales» no se cumplan.

Con la «muerte» de los conventos perdemos inmuebles de valor histórico y piezas artísticas que «desaparecen» y con su eliminación se va buena parte del alma de esta ciudad. Los conventos son como «oasis de espiritualidad» en el centro de nuestras ciudades. La iglesia de cada convento es una «Casa de Dios» y, por lo tanto, la «casa de todos». Juan Pablo II la definió como la «Casa común», donde protagonizamos tres grandes encuentros: con Dios, con los hermanos y con nosotros mismos.

Clarisas, capuchinas, carmelitas, cistercienses, jerónimas, dominicas, agustinas, mínimas, esclavas del Santísimo, hospitalarias de Jesús Nazareno, siervas de María, hermanas de la Cruz, hijas de María Inmaculada, hijas del Patrocinio de María y salesas, han aportado oraciones y afanes al alma de Córdoba, hasta el punto que en su poema «Paisaje con campanas» , Julio Aumente escribió: «A veces toda la ciudad vibra entera / y el aire es dulcemente rasgado / por la campana de un convento que toca a vísperas. / Primero es el Císter, luego la Encarnación, / lejos se oyen apenas Santa Isabel y el Corpus». Alerta, de los cuatro que cita solo queda uno.

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