Historia

Castillo de Belalcázar | Incesto, arqueología y flores de lis para zanjar el verdadero origen de los condes

La asociación Turdulia asegura que ha determinado que la madre del primer representante de la casa fue Leonor Daza, quien a su vez era su prima hermana

El castillo de Espejo, un centinela solitario en la Campiña cordobesa

Torre del homenaje del castillo de Belalcázar con la ubicación de la heráldica de tres grandes casas nobles: los Daza, los Sotomayor y los Zúñiga, según la asociación Turdulia ABC

R. Verdú

Las flores de lis, una estilización de lo que en realidad son lirios, están presentes en blasones y escudos de armas de grandes linajes nobles por toda Europa. Comúnmente se asocian a la realeza de Francia, pero también están presentes en la heráldica de algunos monarcas ingleses y en otras familias nobles.

Ahora la Asociación Cultural Turdulia de Belalcázar ha investigado la presencia de estos símbolos en el castillo de los Sotomayor , descubiertos en una de las últimas invervenciones de restauración. Se trata de piedras labradas que en su origen formaban parte del adarve del castillo y que le otorgaron en su momento un aspecto diferente al original. ¿Qué hacen allí unas flores que, en principio, no están relacionadas con la familia condal que poseyó la fortaleza? La respuesta es sorprendente y ha servido incluso para cambiar el origen de la dinastía de los Sotomayor.

El colectivo ha determinado, a través de una investigación histórica , que la madre del primer conde de Belalcázar, Alfonso de Sotomayor, fue Leonor Daza y no Leonor de Guzmán y Córdoba, como algunos estudiosos indican. El apellido Daza es en realidad el acrónimo de García de Aza, abuelo paterno de Leonor y del propio Alfonso, ya que ambos estaban emparentados. Y resulta que las armas de los Daza son precisamente cinco flores de lis con una espada atravesada.

De ese modo, Turdulia asegura que «las flores de lis que hay representadas en la torre del Homenaje del castillo de Belalcázar son en realidad la representación heráldica del escudo de los Daza , que junto con las de los Sotomayor y Zúñiga forman un auténtico árbol genealógico tallado en piedra de los orígenes heráldicos del linaje de la familia condal de Belalcázar».

Hasta ahora existían dos opiniones distintas acerca del origen de la casa nobiliaria. Una de ellas colocaba a Leonor de Guzmán como madre del primer conde, debido a un epitafio en su sepultura que así lo indica y que mandó colocar allí su bisnieto. La otra teoría apuntaba a Leonor de Guzmán en base a una provisión de Juan II de Castilla.

Con abundante documentación, la asociación Turdulia se ve ahora en disposición de « poder zanjar esta antigua polémica , aseverando que la madre del conde fue Dña. Leonor Daza sin ningún género de duda», tal como explican en el mencionado artículo .

Pieza de una flor de lis hallada en la restauración de la torre del homenaje del castillo de Belalcázar, ahora expuesta en una sala ABC

Para entender la historia hay que conocer las complicadas y poco -o nada- edificantes relaciones personales de la nobleza medieval . Resulta que Leonor Daza era la madre del primer conde de Belalcázar, pero también su prima hermana. El padre de Alfonso era a su vez tío carnal de doña Leonor, que tras tener relaciones con su sobrina « decidió honrar a ella y a la memoria de su hermano legitimando oficialmente a su hijo Alfonso mediante provisión real en 1437».

Se trató, por tanto, de una relación incestuosa. «Este tipo de circunstancias, aun sorprendentes hoy en día , eran habituales en la época, donde reyes y nobles casaban con sus mismas líneas de sangre para hacer más puro el linaje», explica la asociación.

La confusión de nombres proviene, tal como explican los investigadores, por la decisión de Leonor de mantener los apellidos de su abuelo paterno, los García de Aza o Daza , en contra de la constumbre muy extendida en la época en Extremadura de colocar primero el apellido más ilustre, en este caso los Sotomayor.

La asociación concluye su artículo alegando que « el castillo de Belalcázar nunca deja de sorprendernos y sus piedras continúan encerrando misterios que, poco a poco, vamos resolviendo».

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