Javier Tafur - El estilita

La ideología de género es un petardo

El obispo, los obispos, se mantienen fieles al pastoreo natural de su rebaños

Javier Tafur
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LA ideología de género no es una bomba atómica. Ya quisieran. Es, todo lo más, un petardo de esos que los niños utilizaban para espantar a las niñas y ahora podrán utilizar los niños y las niñas al alimón para espantar a los padres. Pero es tan disparatada en sí misma que no alcanzará el nivel revolucionario apocalíptico que nuestro recio obispo le atribuye. La ideología de género es un esperpento desde la propia ley que la ha consagrado en Madrid. La Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y No Discriminación, conocida popularmente como Ley contra la LGTBIfobia -que ya son ganas de hacerla, además de infumable, impronunciable- deriva de una sociedad transmutada sin pies ni cabeza o, mejor, con la cabeza y los pies en las partes pudendas.

Cuando una sociedad no cree en nada, ni siquiera en su conservación, termina por habituarse a una masturbación compulsiva, donde el seso de los ciudadanos queda fundido en su sexo. Que no exagero lo puso de manifiesto la diputada de Podemos de la Asamblea de Madrid, Beatriz Gimeno, en su festiva congratulación al ser aprobada la ley antedicha, cuando calificó de histórica -no sin razón- la jornada que legitimaba «la revolucionaria idea de que las niñas pudieran tener pene y los niños vagina». Supongo que ante una interpretación de la ley de tal enjundia, cualquier lectura de la misma resulta ociosa.

No obstante, convendría que nuestros políticos, al menos, la hojearan y la ojearan. De este modo el señor Hurtado -que obviamente no la ha leído- no haría el ridículo escandalizándose de que cierta persona opine «como si la sexualidad de las personas fuese una elección u obedeciera a un plan dirigido». Porque precisamente es esto lo que prescribe la ley: «Toda persona tiene derecho a construir para sí una autodefinición con respecto a su cuerpo, sexo, género y su orientación sexual». O sea, la fantasía al poder, la realidad a hacer puñetas. Ni comentario merecen los «xx» y los «xy». A la mierda los cromosomas fascistas. Delirante ley, sin duda, para volverse del revés. Ni en las sectas imaginadas por las mentes más calenturientas encontramos esta suerte de sandeces satánicas. Cualquier día les harán creer a nuestros hijos que pueden tener alas si les sale de los cojones o del coño y se tirarán por los balcones sin mediar psicotropos.

Tampoco, al parecer, se ha leído la ley el señor Bellido o, al menos, no sabe en que condiciones se aprobó, es decir, con la abstención del Partido Popular. Luego no puede decir, sin ruborizarse, que sea una «magnífica» ley debida a la «magnífica» presidenta de la Comunidad de Madrid, sino, más bien, una ley colada a la epatada señora Cifuentes, que bastante tiene con lidiar con la canalla que la apoya y la desapoya. Felicito a nuestro obispo y a otros obispos que, como él, se mantienen fieles al pastoreo natural y amoroso de sus rebaños. A estas alturas de la película, yo no se sinceramente si creo mucho o poco en Dios. Lo que si tengo claro es que creo en la Iglesia. Siempre es necesario algo sensato a lo que asirse.

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