Cartas a Córdoba

Cuando los cines nos abandonaron

En las fachadas de las viejas salas, las pintadas suplantan a las carteleras

Aaspecto actual de la fachada del antiguo Cine Isabel la Católica ABC
Francisco Solano Márquez

Francisco Solano Márquez

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Querida Córdoba : Hoy que en este juego caprichoso de cierras y aperturas impuesto por la pandemia reabren tus multicines, déjame declarar mi afición al Séptimo Arte. Recuerdo que siendo niño pateaba el entarimado del Teatro Garnelo , en Montilla, para animar en sus cabalgadas al vaquero Bosteles -como llamábamos a Bob Steele- y me entusiasmaban películas del Oeste como «Fort Apache», hasta el punto que un año pedí a los Reyes un fuerte, con sus soldados, cowboys y caravanas en un vano intento de revivir las escenas que veía en la pantalla. Y es que el cine era un mundo fascinante de ensoñación acerca de cuyos ‘peligros’ nos advertían los curas preconciliares cuando había púlpitos, mientras muchos noviazgos maduraban en la oscuridad de las salas.

Luego, de joven, revistas especializadas y cine-clubs fueron transformando aquella curiosidad infantil en verdadera pasión, a medida que iba conociendo las obras maestras del séptimo arte. Fue entonces cuando aprendí a valorar las películas por sus directores más que por sus repartos, aunque sin menospreciar a Bogart , Rita y tantos mitos como nos acompañaron. Mi vida está jalonada de películas memorables que fui disfrutando en las pantallas del Alkázar , con ka, el Palacio del Cine , el Duque de Rivas , el Góngora o el Lucan o, por no hablar de los treinta y tantos cines de verano que tuvimos, donde el proletariado de tus barrios populares olvidaba sus problemas durante hora y media.

Llegó después la moda de los multicines, una forma de multiplicar el negocio mediante la parcelación de las salas para diversificar la oferta. Pero la falta de inversión para modernizarlos y adaptarlos a las nuevas tecnologías los condenaron al cierre y fueron reemplazadas por nuevos multicines desterrados a la periferia urbana, un exilio que obligaba a coger el coche, y eso fue un duro golpe para los cinéfilos que peinaban canas, obligándolos a refugiarse en las videotecas y los deuvedés, que ahora han sido relevados -qué deprisa vamos- por los canales especializados y películas a la carta en las modernas plataformas, esas que permiten bajarse películas incluso al móvil, un disparate, porque eso no es cine, ¿verdad Córdoba? Menos mal que tenemos la Filmoteca , custodia de esencias, que nos acaba de devolver a Fellini total.

Me inundan la añoranza y la tristeza cuando paso ahora por delante del Alkázar, del Isabel la Católica o del Palacio del Cine, con sus puertas cerradas y sus fachadas huérfanas de carteleras anunciadoras de estrenos, sustituidas por grafitis feroces que ensucian la ciudad y nadie limpia. Los cinéfilos de antes nos sentimos abandonados, así que para reconciliarme con mi vieja afición disfruto en el salón de casa con «Casablanca» o «Ladrón de bicicletas» , por poner dos ejemplos entre mil, pero no es lo mismo, ¿verdad, Córdoba?, pues se esfuma la magia de la sala oscura.

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