Feria de Córdoba 2022 | Lunes de transición hacia los días grandes

El recinto ferial vive una afluencia creciente conforme avanza la tarde en una jornada marcada por las reuniones de compañeros de trabajo

Todo lo que tienes que saber de la Feria de Córdoba de 2022

El plano de la celebración de Nuestra Señora de la Salud

El ambiente en el recinto ferial del lunes de la Feria de Córdoba, en imágenes

Una pareja en el exterior de su caseta, este lunes VALERIO MERINO
Rafael Aguilar

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A cierta hora de la sobremesa en la Feria de Córdoba parece que no pasa nada. Ni que vaya a pasar. El calor aprieta hasta rebasar los 35 grados y los valientes que se atreven a adentrarse en El Arenal lo hacen con una actitud heroica. Sudar lo más grande para reunirse con los compañeros de trabajo, por ejemplo. El lunes de la fiesta de Nuestra Señora de la Salud es un lunes de resaca, la del fin de semana, el primero de la cita que cierra el mes de Mayo , con el cansancio a cuestas del tute con los niños el día anterior en la Calle del Infierno.

Parece que no va a pasar nada pero pasa. Y no es para bien: por la calle del Potro, la que el Ayuntamiento ha remodelado para la Feria posterior al Covid , circula a una velocidad de alarma un furgón de la Policía Nacional , que se detiene, en seco, en la puerta de la caseta de la Esperanza , en la calle de Las Tendillas . Tres camareros con uno polos oscuros por uniforme esperan con cierta ansiedad la llegada de los agentes. «Pase, pasen, pasen, les estábamos esperando. La mujer sigue fuera de sí», dicen atropelladamente.

Rumberos hawaianos

En el interior de la sede de la cofradía de San Andrés hay un grupo que toca rumbas con toques de pop vestido con camisetas hawaianas. El conjunto sigue a lo suyo mientras los 'nacionales' resuelven de un plumazo el entuerto: sacan a la mujer, que en verdad parece que tiene la cabeza en otra parte, y la colocan junto a una reata de perros callejeros, a la sombra mínima de la cornisa mínima de la caseta. La mujer, que se ve ha causado algún altercado en la casa de la Esperanza , se disculpa. Los músicos siguen a lo suyo, que en ese instante son los acordes de ' Sarandonga '.

Juan Pedro Lanzas asiste a la escena, que causa más alboroto del que realmente merece, montado en su yegua parda a la sombra de un árbol mínimo. «Las cosas de la Feria : esto es inevitable», se queja para sí. El hombre es un llanero solitario en el Paseo de Caballos , poco poblado durante la jornada. «Esto es como todo: va por ciclos. Si el sábado estuvo flojito y el domingo con una buena representación, hoy somos tres gatos, pero mañana y pasado ya verá como se anima», reflexiona el jinete, que luce un terno azul marino con raya diplomática en los pantalones.

Una mujer camino de una caseta VALERIO MERINO

Si hay resaca no faltan tampoco las ganas de fiesta. Aunque sea lunes y quede aún para el fin de semana o para el jueves o el viernes sin obligaciones laborales, y eso para quien cuente con esos días libres. Fran Bermúdez, Álvaro Márquez y Marisa Morales van camino de La Trabajadera . «Invita el jefe de la gestoría: hoy no podemos faltar, además nos han librado de ir a la oficina por la tarde, y hay que agradecerlo», comentan en la portada de la Feria .

Lola Silva los ve pasar, como quien ve a los invitados de la fiesta cómo se divierten mientras a ella le toca poner la música y nadie se preocupa de sacarla a bailar. «No pagan mal pero tampoco para tirar cohetes: en mi casa hace falta el dinero y si me llaman para ser camarera no lo voy a desaprovechar», señala la joven en la puerta de la caseta en la se emplea durante todo el ciclo festivo. «¿Que si pagan mejor que antes? Vamos a decir que pagan. Y punto», resume. Quien quiera entender que entienda.

Y Patricio entiende. De Feria . Ha salido de la caseta de Fosforito con un clavel en la solapa de su camisa blanca y con el sombrero cordobés negro cerrado bien calado en dirección a La Estrella . «Me espera la parienta», se excusa, como evitando la conversación. Jubilado de una empresa pública de la Junta de Andalucía el pasado febrero, asegura que se dispone a disfrutar de su fiesta de Nuestra de la Salud sin compromisos laborales. «Soy libre», indica lacónico.

Tres jinetes en el Paseo de Caballos VALERIO MERINO

Si uno se empeña todo es nuevo. «Lo que echábamos de menos estos corrillos. Este vernos así sin quererlo. Estos holas y adiós», se escucha en la recepción de la caseta de la cadena de televisión PTV , primera parada de la comitiva de autoridades a la hora del almuerzo. Y de allí a la de la Prensa , como manda el canon del lunes de Feria. Quien no salga en la foto panorámica de los organizadores del perol es que no existe en el Mayo cordobés. La representación de autoridades es amplia, tanto como el objetivo con el que el tipo del trípode toma la instantánea.

Cabe todo el mundo

En la Feria cabe todo el mundo. Ya el alcalde, José María Bellido , ha insistido por activa y por pasiva que la celebración en curso va a ser más inclusiva que nunca. Para darle la razón pasean por la calle Guadalquivir un grupo de personas con problemas de movilidad, unos con muletas, otros en sillas de ruedas. «Vamos: rendirse no es una opción», les anima quien parece que ejerce de guía y de monitor.

El sol cae entonces a plomo sobre El Arenal , como si nunca fuera a dar tregua. Al otro lado de los toldos, los difusores de aire acondicionado trabajan sin descanso: despeinan a las mujeres vestidas de gitana, combaten el alerón sudoroso de la americana. El bacalao refrito sobrevive a la rumba, el jamón del bueno vuela de mesa en mesa, el montadito es fugaz, la caña breve, el vino generoso.

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