Coronavirus Córdoba

Coronavirus en los barrios de Córdoba: Nadie se rinde en Sagunto

El barrio de Córdoba resiste al coronavirus con pocos casos conocidos y se va adaptando a la «nueva normalidad»

Tres viandantes cruzan un paso de peatones en la calle Sagunto en la mañana de ayer Valerio Merino

Rafael Verdú

Cuentan las crónicas que los habitantes de Sagunto -ciudad levantina que da nombre al barrio cordobés- soportaron durante meses un brutal asedio antes de rendirse al caudillo cartaginés Aníbal , exactamente medio siglo antes de que Claudio Marcelo pusiera una primera piedra en Corduba . Dicen que Roma no pagaba a traidores, sentencia lapidaria que quiere reforzar el honor militar de las legiones, pero al menos en el caso de Sagunto tampoco lo hizo con sus fieles. La ciudad esperó en vano el socorro del Senado , a quien poco o nada preocupaba por entonces el ímpetu bélico de un mocetón de veintimuchos años de origen africano, aunque los patricios no tardaron en cambiar de opinión por las bravas. Abandonados a su suerte, los saguntinos prefirieron inmolarse en el fuego antes que rendirse. El sacrificio es probablemente más leyenda que otra cosa pero dejó a Sagunto como sinónimo de resistencia y pundonor.

En el Sagunto cordobés los vecinos han resistido estoicamente el «asedio» de otro enemigo más poderoso que los elefantes cartagineses, el Covid-19. Poco a poco van saliendo del aislamiento sin tanto drama como sus homónimos de la historia. Con naturalidad y cierta alegría , la propia de la primavera en un barrio que tiene parterres exteriores en casi todos los bloques de viviendas. Un tanto ajados, eso sí, tras casi dos meses sin los cuidados de un jardinero.

Chari y Ana conversan en la pescadería La Lonja Valerio Merino

Sagunto está aguantando, al menos hasta ahora, relativamente bien a la pandemia. «Aquí hemos sabido de pocos casos, ¿verdad?», le pregunta Ana a la pescadera Chari en la mañana soleada del martes. La tendera asiente y confirma el bienestar sanitario del barrio mientras prepara una pescadilla. Dan ganas de pedirle un cuarto de boquerones, pero no hay porque «hoy han arrasado con ellos», se ríe Chari tras su mascarilla. A su lado, la clienta sabe por qué el barrio ha resistido bien al virus: «Es que aquí hemos sido muy buenos».

Rafael limpia su peluquería en Sagunto antes de atender a un cliente Valerio Merino

Es éste un barrio popular, unido , en el que todo el mundo conoce al vecino de arriba, al de abajo y al de al lado. En los comercios familiares los tenderos llaman por su nombre de pila a los clientes. Sirva de ejemplo la charla entre el fígaro Rafael y uno de sus parroquianos de toda la vida en Sánchez Torres Peluqueros , un comercio semioculto en una calle peatonal que no necesita más exposición si en el barrio ya lo conoce todo el mundo. El cliente lleva dos meses sin tocarse el pelo porque «a mí no me pela nadie más». Lleva, asegura orgulloso, más de 30 años acudiendo fiel al mismo barbero. Rafael lo corrobora y recuerda que le cortó el pelo para su Primera Comunión; ahora le hace lo mismo a punto de ser abuelo. Pasa el tiempo, pero aquí en Sagunto las fidelidades permanecen inmutables.

José Carlos Cervera preparar su zapatería para la reapertura del día 11 Valerio Merino

También hay quien mide los años de otra forma. José Carlos Cervera, por ejemplo, sabe que su zapatería ( Calzados Córdoba ), en la esquina de la calle Sagunto con Doctor Manuel Villegas, cuenta la misma vida que el bloque de viviendas que tiene por encima. Lo que no sabe es que ya podía tener abierto su comercio, aunque sólo con cita previa. La desescalada le pilló con el pie cambiado , como a tantos otros, porque «es que esto es un lío» y eso que «yo por mí hubiera abierto ya». Al menos, José Carlos aprovechará para terminar de montar los escaparates de una tienda que se nutre casi exclusivamente de los clientes del barrio, que no le faltarán. « ¿Cuándo abres? », le pregunta una vecina al verlo ajetreado. «El día 11». «Pues me paso entonces a por unas zapatillas». Allí estará el zapatero para dárselas.

Fany juega con su perra «Mora» en el parque Madre Coraje Valerio Merino

Casi todo el lateral derecho, si se camina hacia Carlos III , de la arteria princial está ocupado por equipamientos que permiten a los «saguntinos cordobeses» disfrutar de servicios sin moverse del barrio. Tienen al lado la Casa Ciudadana , la Biblioteca Central, el Centro de Salud Levante Sur -donde trabajaba el primer sanitario que falleció en Córdoba-, un amplio aparcamiento, un gran polideportivo y un cuidado parque público.

Esos jardines sirven a los mayores para solazarse y a los más pequeños para jugar un rato en la calle. Como el pequeño Íker con su joven padre David , que salen «un rato cada día» aunque «después de tanto tiempo le cuesta trabajo bajar», asegura el progenitor. O como Fany, que se entretiene con su juguetona perra «Mora». El parque homenajea a otra resistente como los saguntinos: Elena Moyano, la «Madre Coraje» que en el Perú de los años 80 se enfrentó al terrorismo comunista de Sendero Luminoso en defensa de los derechos civiles. Su lucha terminó constándole la vida y eso, por desgracia, no es leyenda sino historia cierta.

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