CALLEJERO SENTIMENTAL DEL CASCO ANTIGUO DE CÓRDOBA

Callejero Sentimental de Córdoba | San Fernando, una Feria junto a la muralla

Esta vía aparece reflejada en «La feria de los discretos», de Baroja, por las pequeñas casas de la acera de la muralla

Imagen de la calle San Fernando de Córdoba VALERIO MERINO

Francisco Solano

[El texto fue redactado antes de la declaración del estado de alarma, pero las fotos están tomadas esta misma semana, con la declaración en vigor]

Aunque es continuación de Diario de Córdoba, la calle San Fernando comienza en la Cuesta de Luján y termina en el eje Cardenal González-Lucano, casi 450 metros más abajo, trazando una suave pendiente, mirador sobre la Campiña . Antiguamente se llamó de la Feria por la que aquí celebraba la cofradía del hospital de la Lámpara o del Amparo, del gremio de calceteros, que, según don Teodomiro, organizaban una «que duraba los ochos días anteriores al de la Virgen de Linares», anunciada en la ciudad con «una lucida cabalgata con clarines y chirimías».

Pero la calle fue también escenario de ejecuciones y coso taurino en el que se corrían toros y cañas. Todas estas fiestas , celebraciones y espectáculos originaron la apertura de innumerables ventanas y balcones para contemplarlos. En 1862 la calle cambió su nombre por el de San Fernando, en honor del conquistador de Córdoba a los musulmanes en 1236, pero el pueblo la sigue llamando por su antiguo topónimo.

Por la acera de los pares baja la muralla romana que cerraba la primitiva urbe y buscaba el río, tramo levantado en el primer tercio del siglo I, época de Tiberio, como informa una placa en la casa número 4. Hoy la muralla queda oculta por las casas, que tienen muy poco fondo. Pero hay lugares en los que está visible, como la antigua ermita de la Aurora, el Portillo, la casa de los Herruzo y el restaurante Garum. La calle fue muy comercial e industriosa, como evoca en sus «Notas cordobesas» la pluma costumbrista de Ricardo de Montis, que situaba aquí talleres de toneleros, cordoneros y plateros, así como reparadores de paraguas y abanicos y hasta un pintor popular de «milagros».

Antigua ermita

Una añeja fotografía muestra la fuente de la calle San Fernando , fechada en 1796 , cuando tenía un pilar circular en el que abrevaban las bestias de labor. Pero se reformó, sustituyéndolo por otro barroco de mármol gris procedente del patio del antiguo Ayuntamiento. En su testero ostenta el escudo de Córdoba labrado en mármol blanco, bajo el que una inscripción advierte que se impondrá «pena de quatro ducados a el que ate bestias, de golpes o aga daño» a la fuente , sobre la que la casa número 29 despliega una galería de arquillos como si fuera una peineta, y raro es el turista que, sobre todo en verano, no bebe su agua potable o refresca sus brazos bajo los sonoros chorros.

La muralla romana discurre bajo las casas de la acera derecha, de escasa profundidad, visible en algunos puntos de la calle

En lo que queda de la antigua ermita de la Aurora algunos domingos por la mañana surge un pequeño rastro de coleccionismo y viejos cachivaches. La ermita fue construida en 1725 por una joven hermandad devota del santo rosario, pero acabó en el olvido hasta el punto de amenazar ruina, lo que aconsejó trasladar sus imágenes a la parroquia de San Francisco, entre las que destacaba la Virgen titular, una talla barroca de mediados del siglo XVIII. Y menos mal que así se hizo, porque la tarde del 22 de febrero de 1960, día de intensas lluvias, «la techumbre se vino abajo arrastrando los muros y parte de la fachada», según recogía la prensa. Después, nadie se tomó interés en reconstruir una ermita sin uso, hasta que por fin, en 1998, Vimcorsa se apiadó de ella y restauró lo que quedaba en pie, como hoy puede verse. El pronunciado desnivel existente entre la ermita y la calle Ambrosio de Morales se protege con un muro de hormigón cuya fealdad intentan de disimular unas yedras trepadoras, bajo las que aún queda parcialmente visible un verso de Pablo García Baena: «Sede y asiento del sagrado Betis / Agua viva del Potro».

Uno de los lujos arquitectónicos de la calle es el arco del Compás de San Francisco , que enmarca la fachada barroca de la parroquia homónima, desde cuya hornacina central nos contempla la gallarda estatua de San Fernando. Como esto era barrio de plateros, en 1927 se les dedicó el jardín del compás, en el que pervive la fuente situada a la vera de la iglesia, con su taza avenerada y un frontal de azulejos que reproduce la Virgen de los Plateros, de Valdés Leal. El arco del compás, de 1782 , quedó reluciente tras la restauración emprendida en 2008 , que lo consolidó, le lavó la cara y colocó a San Francisco en la triste hornacina vacía. Una belleza recobrada.

El Portillo y Junio Galión

Lástima que no pueda presumir del mismo esplendor el arco del Portillo situado enfrente -el antiguo portillo del Corvache abierto en el siglo XIV, que comunicaba la Medina con la Ajerquía-, que lleva demasiados años afeado por el solar vecino. Traspasado el arco, en las casas números 6 y 8 Luis Celorio ha abierto un bellísimo museo, La Casa del Agua , que muestra el ciclo del agua a través de la historia mediante vestigios arqueológicos, colecciones etnográficas e información clara y ordenada. Y todo por iniciativa privada. Hay que verlo.

La hermandad de la Lámpara o del Amparo, del gremio de calceteros, celebró aquí sus fiestas anuales

Poco más arriba se abre la quebrada calleja abierta en 1965 dedicada a Junio Galión , que sube hasta la calle San Eulogio. Problemas de inseguridad motivaron su cierre años después, hasta que volvió a abrirse en 2007 tras edificar los edificios interiores, hoy apartamentos turísticos. En el r ellano de la escalera que salva el desnivel figura un relieve dedicado a la Familia Annea . Y es que ese Junio Galión, hijo biológico de Séneca el Retórico y por tant o hermano del filósofo Séneca , llegó a ser procónsul de la región griega de Acaya y es el único cordobés nombrado en el Nuevo Testamento a raíz de la denuncia que los judíos del lugar le presentaron sobre Pablo de Tarso por las predicaciones contrarias a su ley, pero el procónsul no atendió la demanda por referirse a una mera cuestión de palabras.

L a calle se engalana con naranjos a partir de la fuente; 1 20 he contado a ambos lados , así que es un placer transitarla en primavera para aspirar el aroma del azahar. Pero si las naranjas no se recogen a tiempo caen al suelo y acaban aplastadas por los autos, una inmundicia. Tampoco se cuida el recorte de las copas, que piden una poda cuidadosa. Un caso llamativo es el de la fachada de la casa número 69, en la que vivió y falleció , en 1893, el insigne músico Eduardo Lucena , que ostenta una artística placa modernista que Ayuntamiento y admiradores le dedicaron en 1912 e incorpora un medallón con el busto del músico; bellísima. Pero no se ve porque la tapan por completo las ramas del naranjo que crece delante; ¿no hay quien lo recorte, por favor?

Una casa fortificada

En la discreta arquitectura de la calle sobresale la fachada fortificada de la Casa de los Herruzo , en el número 92, antigua mansión de los Marqueses del Carpio. El aspecto actual de la casa responde a la restauración emprendida en 1933 bajo la dirección del arquitecto Casto Fernández Shaw «que le dio el aire mudéjar que hoy tiene», según la placa informativa colocada delante. También intervino en ella, ya a principios de los años cincuenta, el arquitecto Sáenz de Santamaría, «dando señorío y prestancia medieval» a la mansión, como escribió un periodista. Conserva la casa obras de arte así como patios, salones y galerías con nombres propios, sobre las que se alza imponente el torreón medieval del s iglo XV recayente a la calle Cabezas. En el sótano se descubrió una domus romana organizada en torno a un estanque rodeado de pórtico y pavimentada con mosaicos. Un tesoro escondido. La mansión, que está bien conservada, pertenece a los herederos de Alfonso Herruzo Sotomayor.

A mediados del pasado octubre una empleada del hotel Maestre pensó que volvía a nacer cuando escuchó el estruendo originado por el desplome de un tramo de la muralla sobre la acera por la que acababa de pasar. El derrumbe se produjo a la altura del solar existente en el número 96, que marca un gran desnivel y soporta la presión del jardín de los Herruzo. La acera queda hoy interceptada en ese lugar por una valla y contrafuertes metálicos, a la espera de su reparación. Bajan los autobuses incesantemente, a razón de una veintena por hora.

La Cruz Del Rastro rememora los graves disturbios acaecidos en 1473 por un incidente con los judíos en una procesión

La calle desemboca en la plazoletilla Cruz del Rastro , que rememora la tragedia desencadenada en 1473 , finales de la Edad Media, cuando durante una procesión que discurría por la calle de la Feria, desde la casa de un judío converso una niña lanzó agua a la calle y cayó sobre la imagen de la Virgen . Creyendo que se trataba de aguas menores arrojadas para menospreciar a los cristianos , se originó «un gran desorden social como resultado del cual se produjeron en Córdoba, durante varios días, numerosos homicidios acompañados de violaciones, robos e incendios de las casas de los conversos», asegura la historiadora Margarita Cabrera, muchos de los cuales hubieron de emigrar. La artística cruz de hierro que hoy conmemora tan triste episodio fue instalada en 1927 en sustitución de otra más antigua.

Imagen de la histórica fuente, de 1796, de la calle San Fernando V. MERINO

Diversos bares, pequeños o grandes, jalonan la calle , algunos con veladores en la acera. Comenzando por arriba anoto sucesivamente el restaurante La Boca; los bares Adamuz, Los 3 Califas y La Parada; zumería El Arbolito, La Popería y el restaurante Garum 2.1, que toma su nombre de una salsa romana hecha con vísceras de pescado. Ya en la Cruz de Rastro, siguen los bares Mezquita, El Alpiste y el Paseo, estos con sus terrazas donde yantar y tomar el sol. Buen provecho.

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