En mememoria de Vic

Mi buen amigo Vicente

Pocos se merecen más una calle que Vicente Torres Esquivias

Vicente Torres «Vic» Valerio Merino
Javier Tafur

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Hay muchas formas de emparejarse en esta vida . Y no todas son para hacerse la puñeta. Vicente y yo iniciamos nuestra relación con cierta madurez, cuando se vislumbra ya que los años no deparan nada bueno. Aunque la esperanza de longevidad de los españoles alcanzase décadas improbables, empezaban a morirse amigos a edades tempranas. Otra generación perdida, decíamos- que ni siquiera cumplía con las estadísticas favorables. Era hora de buscar un punto de apoyo, no para mover el mundo sino para moverse uno mismo. Entramos en el ABC de Córdoba casi a la vez. Él no me necesitaba a mí, pero yo si lo necesité a él. Fatigamos juntos tabernas que ya conocíamos para llevarnos por delante su leyenda y no solo su vino. Vic retrató esas tabernas en unas instantáneas sin tiempo y sin espacio concretos, ajenas a la cronología e incluso a la ordenación urbanística, que las cámaras fotográficas fueron incapaces de reflejar. Es la diferencia entre el arte y lo demás. Lo demás es lo que yo hacía. Gracias a Vic escribí un libro, o dos, mediante comentarios intrascendentes a una realidad compartida que el trascendía y trasformaba en un surrealismo sin pretensiones, sencillo e imaginativo a la vez, libérrimo y hogareño, inquieto y conservador, como tal vez sea el espíritu de un parcelista clandestino. Al cabo tuve la suerte de colaborar con él en la representación festiva de una ciudad, a la que su genio ha hecho más entendible y llevadera.

Pero Vic llevaba ya entonces mucho tiempo animando las mañanas cordobesas. Una observación y un dibujo despertaban las viejas neuronas ciudadanas y las hacían reparar en que aun podían ser únicas, personales, intransferibles. Córdoba sigue siendo Córdoba, entre otras razones, porque Vic ha hecho lo posible por mantenerla, siendo fiel a su idiosincrasia cada día. Se ha dicho de sus viñetas que eran editoriales gráficos, pero los editoriales son circunspectos, pesados y, en el mejor de los casos, estrictamente analíticos. Las viñetas de Vic eran invitaciones amables a la inteligencia del observador, que ofrecían innumerables posibilidades de interpretación sutil de lo cotidiano. Y ninguna convertía la sonrisa en mueca.

Pocos habrán hecho tanto por la convivencia de sus semejantes como Vic. Menos lo habrán hecho con tan simples recursos: un lápiz y una mirada limpia. Verdaderamente Vicente Torres Esquivias merece un homenaje de los cordobeses. ¿Por qué no una calle? Calle de Vic, entre el templo romano y el consistorio, la historia de Córdoba en una síntesis gráfica y surrealista. Sería un rasgo de humorismo municipal a la medida de un humorista puro. Porque el humorismo consiste en ver la vida como si la acabásemos de inventar y fuese susceptible de ser reinventada. Es lo que expresaba Groucho, con más malicia, cuando afirmaba que tenía unos principios, pero que, si su interlocutor se lo pedía, podía tener otros. El humorismo es el camino de al lado de la seriedad, va paralelo a ella, pero no pretende llegar a ninguna meta. El humorismo es el limbo donde los inteligentes vacan, se jubilan, se abandonan e incluso mueren. No será mal sitio, amigo Vicente , si además allí encuentras a Rayo, que era como Milú.

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