Perdonen las molestias

Dos Españas

Podríamos pensar que el AVE 'low cost' es un intento por coser la fractura social, pero tampoco estamos muy seguros

Tren Ilsa, que podría llegar a Córdoba en el segundo semestre de 2022 ABC
Aristóteles Moreno

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Hay una España que viaja en alta velocidad, vagones a todo confort, silencio ultrasónico, servicio VIP de cafetería y precio ejecutivo 'prêt à portêr'. Para esta España que le estamos describiendo, el espacio partido por tiempo dura lo que dura un crucigrama blanco. Es decir: lo que tarda el AVE en poner un pie en Atocha . Por 185,48 euros, céntimo arriba, céntimo abajo, y en tarifa estándar de ida y vuelta, las tierras peninsulares pasan como el rayo al otro lado de la ventanilla.

Otra España viaja en bus de toda la vida, rodeada de personas corrientes y molientes, curritos de brocha gorda y falsos autónomos , gente con más tiempo que dinero en el bolsillo. A la altura de Guarromán , parada de 20 minutos y birra fresca con bocata de calamares mientras el conductor se mete un café doble al fondo de la barra. Por 48,78 euros, céntimo arriba, céntimo abajo, y en tarifa de ida y vuelta, España desfila parsimoniosa al otro lado de la ventanilla: las dehesas ondulantes , los riscos de Despeñaperros y la meseta monocorde como el canto de una chicharra en agosto.

Pues bien. La alta velocidad 'low cost' llega a Córdoba el segundo semestre de 2022 como un híbrido de las dos Españas . La nueva criatura integrará el ancho de vía internacional con el bocata de calamares en un ejercicio democratizador de la alta gama cuyas consecuencias son difíciles de prever. Las compañías anuncian tarifas de bajo coste desde los 7 euros. Ojo con esto. Cada vez que un precio cualquiera viene precedido de la preposición «desde» lo más probable es que tenga usted que adquirir el billete un año y medio antes o quizás lo van a acribillar a suplementos. Recargo por la maleta. Recargo por viajar en temporada alta. Recargo por ventanilla. O comisión de gestión, que es este tipo de gravamen insólito que algún día alguien tendrá que explicarnos con tiempo y un carajillo. Sobre todo lo segundo.

Podríamos pensar que el AVE 'low cost' es un intento por coser la fractura social de un país partido por la mitad: los que viajan en el siglo XXI y los que se han quedado descolgados en alguna curva de finales del XX. Pero tampoco estamos muy seguros.

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