El tráfico de correo postal entre individuos particulares es hoy «residual»
El tráfico de correo postal entre individuos particulares es hoy «residual» - César Minguela

La reinvención de la comunicación tradicional

Cabinas de teléfono, cartas y telégrafos ensayan fórmulas para evitar su ocaso

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Los llamativos buzones cilíndricos de Correos languidecen hoy por las calles y plazas de España, sus bocas amarillas cada vez se abren menos y sus estómagos están semivacíos. Internet ha herido de muerte el intercambio epistolar. Pese a todo, los bancos y las compañías siguen confiando en el papel para enviar a sus clientes las notificaciones pertinentes. La Sociedad Estatal Correos y Telégrafos estima que el 90% de los envíos actuales tienen como origen o destino empresas y administraciones públicas, mientras el tráfico entre individuos es «residual».

Como las cartas, el flujo telegráfico nacional (que incluye telegramas, burofax y giros) también ha caído en picado. Si en 1975 España era testigo de más de 20 millones de envíos anuales de este tipo, con el cambio de milenio esta cifra quedó reducida a la mitad.

Por suerte, Correos ha sabido aplicarse el cuento de «reinventarse o morir». A punto de soplar sus 300 velas, a esta empresa pública hay que reconocerle el mérito de haber evolucionado al ritmo de la sociedad. Los telegramas y burofax son ahora «online» y pueden gestionarse mediante cualquier dispositivo electrónico a través de la llamada «Oficina Virtual». En concreto, Correos soporta hoy un tráfico de unos mil telegramas diarios y 10.000 burofax. Fuentes de la compañía detallan que «las empresas del sector legal y financiero son las principales usuarias».

Valor añadido

Estos envíos tienen validez legal ante un tribunal, así que no es de extrañar que se utilicen a menudo a la hora de notificar renovaciones, desistimientos de contratos, citaciones o reclamaciones de deudas. Y es precisamente este «valor añadido», intrínseco a los mensajes telegráficos, lo que les ha salvado de lo que parecía una muerte segura.

El protocolo es otra de las razones que los mantiene vivos. Según informa Correos, los jefes de Estado suelen recurrir a menudo a ellas para enviar «mensajes de felicitación o de pésame».

Con las cabinas telefónicas sucede algo similar. Han sobrevivido casi 90 años desde que en 1928 se instalara la primera -que funcionaba con fichas- en el salón de té Viena Park del madrileño Parque del Retiro.

Ahora, sin embargo, habría que retroceder a los tiempos de la peseta para imaginarse a un transeúnte sin el móvil en el bolsillo y echando monedas en un teléfono público. En España quedan 28.820 cabinas telefónicas de las 68.022 que, de acuerdo con la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia ( CNMC), había en el año 2000. Fuentes de Telefónica indican que la caída media interanual sostenida es del 32%.

Las razones son, sin duda, dos: la popularización de la telefonía móvil y el auge de los locutorios. Según datos del Instituto Nacional de Estadística ( INE), que cifra el censo actual en algo más de 46 millones de residentes, en este país el número de líneas de telefonía móvil -unas 50 millones- ya supera con creces al número de personas. También los locutorios, a fuerza de seducir al público inmigrante con precios más económicos, les han comido terreno.

Sin dinero

Tal es el desuso de los teléfonos públicos que, al preguntar por los robos y el vandalismo -dos problemas que tuvieron que soportar durante décadas- la multinacional constata que se han reducido «enormemente» porque «en las cabinas ya no hay dinero».

En definitiva, podría decirse que si las cabinas han resistido hasta la fecha es por la obligación de garantizar este «servicio universal». El real decreto 424/2005, modificado al cabo de seis años por el decreto 726/2011, insta a Telefónica a garantizar una oferta «suficiente» de teléfonos públicos de pago, al menos hasta diciembre de 2016. La norma detalla además la cantidad: «un teléfono por cada 3.000 habitantes en poblaciones medianas y grandes y al menos uno en los núcleos de menos de 1.000 vecinos».

Hoy quedan 28.820 cabinas en pie (Rocío Ruz)
Hoy quedan 28.820 cabinas en pie (Rocío Ruz)

Apoyo a internet

Países como Bélgica ya han optado por retirarlas. En otros puntos del planeta el ingenio entra en juego para darles una vida «extra». Desde puntos de acceso wifi en Nueva York hasta enormes peceras callejeras en Japón, las cabinas se resisten a desaparecer del mobiliario urbano y ofrecen usos alternativos antes inimaginables.

En el territorio español, sin ir más lejos, cualquiera puede acercarse a una de ellas para recargar sus aparatos móviles. Además, como experiencia piloto, este año se instalaron en las fallas de Valencia 20 «small cells», unos pequeños dispositivos ubicados en ciertas cabinas que permitieron amplificar la señal 4G y mejorar la cobertura en zonas de difícil acceso.

Lo que pasará a partir de 2017 con las cabinas es una incógnita hasta para la propia Telefónica. «Será tarea del Gobierno dictar lo que se hace a partir de esa fecha», explica una portavoz de la empresa.

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