Medición de la presión arterial
Medición de la presión arterial - ARCHIVO
HIPERTENSIÓN ARTERIAL

La ‘evolución’ de nuestra presión sanguínea predice nuestro riesgo de ictus y mortalidad

La evolución de las cifras de presión arterial, que pueden cambiar drásticamente en solo dos años, condiciona el riesgo de ictus y de muerte por distintas enfermedades

MADRID Actualizado: Guardar
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En torno a 1.800 millones de personas en todo el mundo y más de 14 millones de españoles padecen hipertensión arterial, enfermedad definida por unas cifras de presión sanguínea superiores a 140/90 mmHg. Un aspecto a tener muy en cuenta dado que la hipertensión arterial está reconocida por la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) como la primera causa de mortalidad global. De hecho, hasta un 75% de la población con hipertensión se encuentra en riesgo de sufrir un ictus, un infarto de miocario o de desarrollar enfermedad renal. Por tanto, la medición de los niveles de presión arterial ya desde la mediana edad tiene una importancia vital de cara a la adopción de medidas preventivas cuando resulte necesario.

Sin embargo, no es suficiente con que esta medición se realice de forma puntual, dado que puede cambiar drásticamente en tan solo un par de años. Por tanto, debe hacerse un seguimiento regular de la evolución de esta presión arterial, pues como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores del Centro Médico de la Universidad Erasmus en Rotterdam (Países Bajos), es esta evolución la que determinará el riesgo de padecer un ictus o, incluso, de morir por enfermedades como la insuficiencia cardiaca, la enfermedad renal o un infarto.

Como explica M. Arfan Ikram, director de esta investigación publicada en la revista « Hypertension», «ya sabemos que tener unas cifras elevadas de presión arterial es el principal factor de riesgo de ictus y que en la gente con edades entre los 50 y los 75 años estas cifras pueden cambiar en un par de años. Sin embargo, la mayoría de los estudios para analizar la relación entre la presión arterial y el ictus se han llevado a cabo a partir de la medición de las cifras de presión sanguínea en un único momento específico en lugar de mirar la evolución de esta presión y del riesgo de ictus».

Grupos de riesgo

Para llevar a cabo el estudio, los autores siguieron a lo largo de dos décadas la evolución de la presión arterial sistólica (PAS) de 6.745 personas con edades comprendidas entre los 55 y los 106 años. Y de acuerdo a la evolución de esta PAS, los investigadores pudieron incluir a los participantes en cuatro grupos diferenciados: grupo 1, el más numeroso, en el que la PAS tiene unos valores normales en la mediana edad (120 mmHg) y alcanza unas cifras elevadas (160 mmHg) al cumplir los 95 años; grupo 2, que se diferencia del primer grupo en que alcanzados los 95 años la PAS es incluso mayor (200 mmHg); grupo 3, caracterizado por una PAS ligeramente elevada en la mediana edad (140 mmHg) pero que no varía significativamente con el tiempo; y grupo 4, en el que en la mediana edad ya se tiene una PAS elevada (160 mmHg) pero que disminuye una vez superados los 65 años –una situación común en los varones, sobre todo en aquellos que toman fármacos antihipertensivos.

Una vez descartados otros factores de riesgo de ictus como el tabaco, el alcohol, el peso corporal o la toma de medicación antihipertensiva, los resultados mostraron que las personas en las que la PAS aumenta significativamente con el paso del tiempo –grupo 2– o se reduce una vez cumplidos los 65 años –grupo 4– tienen el mayor riesgo de ictus o de morir por enfermedades distintas del ictus al superar la edad de 80 años.

La presión sanguínea debe ser medida regularmente porque puede cambiar mucho en un par de años
Arfan Ikram

Sin embargo, puntualizan los investigadores, «las personas que mantienen una PAS moderadamente elevada a lo largo de su vida, esto es, las incluidas en el grupo 3, tienen el mayor riesgo global de ictus pero, a su vez, el menor riesgo de mortalidad por no-ictus junto con las del grupo 1».

De hecho, las personas con una PAS normal en la mediana edad que se va incrementando hasta unos niveles moderadamente elevados al cumplir los 65 años –esto es, el grupo 1– tienen el menor riesgo tanto de sufrir un accidente cerebrovascular como de fallecer por una causa no asociada a estos ictus.

Hay que mirar la ‘evolución’

Durante los 20 años de seguimiento, hasta 1.053 del total de participantes acabó sufriendo un ictus. Pero en este contexto, debe tenerse en cuenta que la hipertensión arterial también aumenta el riesgo de mortalidad por otras causas distintas de estos accidentes cardiovasculares, caso de los infartos de miocardio, la insuficiencia cardiaca o la enfermedad renal.

Tal es así que, como concluye Arfan Ikram, «la presión sanguínea debe ser medida regularmente porque puede cambiar de forma muy marcada en tan solo un par de años y poner a los pacientes en alto riesgo de sufrir un evento adverso. Además, el hecho de que el riesgo de ictus y de mortalidad difieren en función de la evolución de la presión arterial puede resultar, cuando menos potencialmente, muy importante para el diseño de las estrategias de prevención».

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