Empleados de Christie's durante la venta ayer en Londres
Empleados de Christie's durante la venta ayer en Londres - AFP
SUBASTA

Thatcher conserva su tirón

Éxito de ventas en una subasta de objetos personales de la Dama de Hierro que ha dividido a sus hijos

Londres Actualizado: Guardar
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El mes pasado, el londinense Victoria & Albert, probablemente el mejor museo de decoración y diseño del mundo, desdeñó hacerse con prendas y joyas de Margaret Thatcher insinuando que carecían de glamour. La Dama de Hierro se tomó ayer su venganza ultratumba, con una exitosa puja en Londres de 186 objetos que le pertenecieron (vestidos, joyas, porcelana, caricaturas, libros, cartas de otros líderes, como sus pares Reagan y Gorbachov…). La mayoría de los artículos superaron de largo su precio de salida. Un bolso de Dior valorado en 1.500 libras se fue a 11.000 (15.000 euros). Por su vestido de novia en terciopelo azul se pagaron 27.500 euros y por dos cajas rojas en las que almacenó documentos oficiales durante sus once años de Gobierno se llegó a los 276.000 euros.

La subasta se celebró en la sede central de Christie’s, en el barrio de St. Jame’s, a un paso del hotel Ritz, en una de cuyas suites murió Thatcher de un ictus en abril de 2013 con 87 años. La ex premier se alojaba allí por cortesía de los hermanos Barclay, los gemelos que son también dueños de «The Daily Telegraph».

La iniciativa de vender algunos de sus objetos personales ha enfrentado a sus dos hijos, los también gemelos Mark y Carol, de 62 años. Ella ha tomado la iniciativa pese a la oposición de él, que abogaba por custodiarlos en el archivo oficial del Churchill College de Cambridge. En vida de su madre, el tarambana Mark casi le dio más dolores de cabeza que los asuntos de Estado, pero los allegados a la familia señalan socarrones que «por una vez Mark está del lado de los ángeles».

La subasta ha desvelado detalles del gusto de Thatcher a la hora de vestir. Concedía gran importancia a los botones, pues de su madre Beatrice, modista, había aprendido que «pueden convertir un vestido normal en uno extraordinario». Su color predilecto era, por supuesto, el azul marino (o azul tory). En el Reino Unido jamás se vestía de rojo, distintivo de los laboristas, pero sí en el extranjero. Huía del amarillo y el beige y le agradaba también el verde. Concedía gran importancia a su apariencia, pues pensaba debía subrayar su rol de Estado, e intentaba promocionar el estilo inglés. Las perlas eran para ella un atributo más del poder y detestaba los pantalones, que solo utilizaba cuando le tocaba visitar una mina o una industria pesada.

Cuando se comenzaron a emitir por televisión los debates de los Comunes, su equipo consideró que no debía repetir vestimenta en una misma semana y se llevaba un inventario para evitarlo. En Rusia protagonizó una estupenda anécdota. En una visita al Kremlin su jefe de seguridad impresionó a sus homólogos rusos por las abultadas armas que guardaba en los bolsillos de su gabán. En realidad era los zapatos de taconazo de Thatcher, que se los calzó en el vestíbulo de palacio para dar la altura ante Gorbachov incluso en lo físico. En la puja se vendieron ayer unos Manolo Blahnik negros de su colección, con un precio de salida de 200 libras.

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