Carlos de Inglaterra y la Duquesa de Cournualles, en la taberna dedicada a ella, el pasado octubre
Carlos de Inglaterra y la Duquesa de Cournualles, en la taberna dedicada a ella, el pasado octubre - EFE
REALEZA

Poundbury, viaje al experimento del Príncipe Carlos

La localidad que inició hace 23 años para aplicar sus ideas arquitectónicas tradicionalistas fue tachada de «Disneylandia», pero hoy es un éxito

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Estamos en Poundbury, en el umbrío Suroeste de Inglaterra, donde casi el 40% de la población son jubilados. Se trata de un inaudito barrio de 3.000 vecinos, que es una extensión de la villa de Dorchester, de 19.000 habitantes, fundada por los romanos y que luego vio pasar a vikingos, sajones, puritanos…

Poundbury en cambio carece de historia. Su primera piedra se colocó en 1993 y por un motivo sorprendente: una «visión» del Príncipe Carlos, que quiso aplicar aquí sus principios arquitectónicos tradicionalistas, expuestos en 1989, a los 41 años, en su controvertido libro «Una visión para Gran Bretaña». Resumiendo, su ensayo ponía verde a la arquitectura moderna y abogaba por construir a la medida del hombre y respetando la tradición.

El gremio de los arquitectos lo despellejó. Pero es probable que al final haya ganado. Su propuesta gusta a la mayoría silenciosa. «Después de todo, tal vez valga la pena ser obstinado», musitó en uno de sus minuciosos paseos por Poundbury, a donde acude sin falta cada seis meses.

Unas pintas en el pub

A un tren que no es precisamente el AVE le ha costado dos horas y media recorrer los 186 kilómetros que separan Londres de Poundbury. El día es miserable, con siete grados y lluvia y un viento inclementes. Refugiarse en el magnífico pub y hotel de 20 camas de la plaza mayor se convierte en un placer muy inglés. El animado pub, decorado a todo meter, es uno de los dos de Poundbury y presenta algunas originalidades. La primera es que se llama Duquesa de Cornualles Inn (el título de Camilla). La segunda es que fue inaugurado el pasado octubre por ella misma, de 69 años, y su marido Carlos, de 68 años. La Duquesa, persona de buen humor, se puso tras la barra y se tomó un vino. El Príncipe de Gales, siempre leal a la tradición, se ventiló la preceptiva pinta.

Plaza dedicada a la Reina Madre
Plaza dedicada a la Reina Madre - L.V.

Aquel día fue histórico para los 3.000 pioneros poundburynianos, porque la comitiva incluía también a Isabel II, quien desveló una estatua dedicada a su progenitora en la piazzetta del pueblo, bautizada como Plaza de la Reina Madre. En su visita, Isabel II visitó el supermercado de la plaza, un Waitrose, la cadena que distribuye en exclusiva Duchy Originals, la marca de alimentos ecológicos que fundó Carlos en 1992 y que hoy es un boyante negocio, cuyos réditos van a la filantropía. Pero estamos en Poundbury, no lo olvidemos: el súper tiene en su frente columnas dóricas. La fachada del pub de Camilla se discute si está inspirada en un convento veneciano del gran arquitecto Andrea Palladio o en el Ritz londinense de Picadilly. Al fondo de la plaza divisamos un flamante edificio residencial pintado de amarillo, Strathmore House, donde los pisos cuestan entre 580.000 y 870.000 euros y cuya peculiaridad es que es clavado a Buckingham, pero en pequeño. A su lado se construye el llamado Pabellón Real.

Una de las calles de Poundbury
Una de las calles de Poundbury - L. V.

En Poundury se han aplicado 25 estilos arquitectónicos distintos, pero todos tradicionales. Ecos neoclásicos e italianizantes, cottages inglesas, mansiones georgianasy hasta viviendas con ecos de la Nueva Orleans. ¿Pastiche o éxito? Sus detractores lo tachan de «casa de muñecas», o se mofan del «Disneyworld de Charles». Hace tres años, se saboteó la señal de una rotonda y donde indicaba Poundbury los vándalos pegaron el rótulo «Ugly Houses» (casas feas). Pero paseando por el pueblo de la mano de Simon Conibear, director del proyecto inmobiliario y alto empleado de Carlos en el Ducado de Cornualles, cuesta no reconocer que el resultado es mucho más agradable que los pueblos dormitorios al uso de tantos suburbios británicos, repetición hasta el infinito de casas idénticas de dos plantas en ladrillo pobre.

«Lo de Disneylandia lo dice gente que jamás ha estado aquí. Poundbury atiende a una visión del Príncipe Carlos, que quiso recuperar el sentido de comunidad de las ciudades y su sabor histórico, pero con materiales modernos. Yo creo que ha sido un éxito y la mayoría de la gente que viene también lo ve así», señala Coniber, que como buen inglés no teme a los elementos y se empapa bajo la lluvia con su exigua chaqueta de tweed, mientras observamos una sólida mansión de época que está a la venta por 800.000 libras.

Pleno empleo

En Poundbury no hay paro. El pequeño pueblo genera 2.000 empleos y hay casi 190 negocios abiertos, dos tercios regentados por mujeres. La fábrica Dorset Cereals, de cereales delicatessen, cuenta con 200 empleados. Hay otra de chocolates, un taller de mampostería, diseño de componentes para la industria de defensa, diez inmobiliarias, despachos de abogados, un centro oncológico, dos tiendas de bicis, floristerías, trajes de novia, restaurantes… (comemos en uno francés, 33 libras por dos sopas, dos ensaladas de salmón y tres copas de vino).

Simon Conibear, de la inmobiliaria local
Simon Conibear, de la inmobiliaria local - L. V.

Pero Coniber, el administrador, cree que el principal encanto local son los talleres-tienda artesanos. «Eso es lo especial de aquí. Un gran ejemplo para otros desarrollos. Tiendas que tienen un taller tras la ventana del mostrador, como hace cientos de años. Una idea que hemos reintroducido».

Carreteras sinuosas

Poundbury es ecológico. El viaje a la vecina Dorchester se hace con un micro bus eléctrico. La electricidad local procede una planta de biodiesel, alimentada con cultivos y restos de comida. El pueblo carece de señales o pintura en las calzadas. Las carreteras son intencionadamente curvas y complicadas. «Los diseñadores buscaban que los conductores sean cuidadosos y que el peatón sea el dueño de las calles. En Poundbury puedes llegar a cualquier sitio andando en cinco minutos».

La periodista Miriam Phillips en su casa
La periodista Miriam Phillips en su casa - L. V.

La joven y simpática Miriam Phillips es la periodista del pueblo, que ha puesto en marcha su web ( celebratingpoundbury.co.uk) y su revista. Charlamos en su acogedora casa, un poco de cuento, donde vive desde hace cuatro años con sus dos hijos y su marido, un policía. «Vaya problema tiene su marido, porque en Poundbury no existirá el crimen», le apuntamos. Se ríe: «No te creas ja ja ja…». Miriam destaca el «carácter mixto» del pueblo, donde los comercios conviven con las viviendas y donde las viviendas de personas de renta alta están mezcladas con las protegidas. «El 35% de la vivienda es social», señala con evidente orgullo. «Aquí hemos evitado los guetos», celebra también Coniber.

Impoluto y agradable, para el visitante español Poundbury huele a aburrimiento. «No, para nada. Haces tu vida, con tus hijos, tu trabajo, tu familia. Además varias familias jóvenes hemos llegado aquí a la vez y buscamos un espíritu de comunidad. Aquí hablas con tus vecinos, algo que no me ocurría cuando vivía en Londres».

La cuarta fase

El sueño de Poundbury tiene truco. En 1337, el Rey Eduardo III creó el Ducado de Cornualles, para dar medios al heredero varón del trono, que se convierte en Duque. Carlos lo es desde 1952, el número 24 y el más longevo. El título lo convierte en uno de los mayores latifundistas de Inglaterra. El Ducado posee 530 kilómetros cuadrados de tierras, del 0,2% de la superficie del Reino Unido, y una gran cartera de inversiones. Sus beneficios superan los 20 millones de euros anuales. Poundbury seguirá creciendo. En 2022 se concluirá con su cuarta fase, con 500 casas más. Serán entonces 4.500 vecinos viviendo en un experimento urbanístico que Carlos quiere repetir ya en Nansledan (Cornualles).

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