María Jurado posa para ABC, junto a su nueva colección de velas
María Jurado posa para ABC, junto a su nueva colección de velas - MAYA BALANYA

María Jurado: «El pasado solo es eso. No me identifico como actriz»

Ha dejado atrás la interpretación para convertirse en la creadora de unas velas con «sentido y sensibilidad»

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Nada queda de aquella novia de Andrea Casiraghi que a los 27 años protagonizó un efímero, aunque sonado, romance con el joven monagesco, de 19. Tampoco hay rastro de la jovencísima Isabel, de «Al salir de clase», a la que los más jóvenes pedían autógrafos por la calle. Ni de la actriz nobel que se fue de España en busca de un anonimato perdido, y acabó rodando a las órdenes de directores como Abel Ferrara o Michel Gondry y prestando su imagen a firmas como Chopard o Dior. A sus 40 años, María Jurado es una atractivísima mujer, feliz esposa del músico Igor Gayarre, madre de una niña maravillosa y de un bebé que está en camino, ex Maestra de Reiki y creadora de una línea de velas «con sentido y sensibilidad».

¿Qué queda de todo ese pasado en ti? «Solo eso, pasado. Ahora lo que interesa es mi presente», cuenta. «Ya no me identifico ni como actriz. Lo fui durante 17 años, pero después me dediqué a la sanación durante cinco años y desde hace seis estoy volcada en Suniti Essence, mi línea de velas emocionales». ¿Por qué el Reiki? «Cuando era pequeña y me dolía la tripa, mi madre me ponía las manos encima, sentía calor y aquello me curaba. Debió dejarme marcada, porque con 19 años, me topé con una tarjeta anunciando Reiki en una tienda y pedí cita. Estaba en mí, y a partir de ese momento entró de lleno en mi vida, pero no fue hasta que dejé el cine, cuando sentí la necesidad de hacerme maestra».

Durante cinco años viajó por India, Noruega y Brasil, hizo retiros de silencio, ayunó, conoció a todos los grandes gurús y trabajó con muchos enfermos. Tuvo que dejar de ejercer cuando se embarcó en este proyecto, y en su embarazo. «Necesito todas mis energías para el bebé que espero y para mis velas», explica. Su colección de cerería tampoco es fruto de la casualidad, y si de la causalidad. El universo de los aromas es una senda por la que había transitado desde pequeña. «Mi padre tenía una discoteca en Alicante que se llamaba Musk, y olía a eso, a almizcle. Todos vivimos inmersos en ese aroma. A los once años le pedí a mi abuela que me regalara Eau de Rochas por mi cumpleaños. Y desde entonces, todo mi dinero me lo gastaba en perfumes nicho», explica. Solo hizo falta que llegara el momento para estudiar olfatoterapia. «Llegó cuando trabajaba con enfermos. Me sorprendía a veces los malos olores que percibía, y empecé a preguntarme qué podía producirlo -luego descubrí que la enfermedad- y a interesarme por los poderes curativos de los aceites esenciales». Como un druida, se sumergió en la «magia» botánica, hasta llegar a crear estas velas «sanadoras», capaces de transformar el estado anímico a través del olfato. «¿Sabías que el aceite de rosa abre el corazón?», me dice. «Los aromas están concebidos para emocionar, no solo perfumar».

Con Emmanuel Philip, nariz de la legendaria casa francesa Cire Trudon (y creador, entre otros de Fornasetti Profumi, Boucheron y Louis Vuitton), ha diseñado cuatro «escenarios» (velas) llenos de evocaciones. «El sentido del olfato es como una cápsula del tiempo. Mis velas evocan recuerdos de mi vida, todos acompañados de un aroma». Breakfast in Paris, recrea una siesta bajo una higuera centenaria en casa de su abuela tras una comida familiar. «Un momento de descanso, de soledad en paz», recuerda. Silence Time, huele a magnolia champaca, una flor para conectar con la creatividad, escribir, componer una canción, cocinar una cena inspirada. «Cuentan que Buda se iluminó bajo un magnolio».

¿Con qué aroma le gusta dormirse? «Con lavanda, que limpia el ambiente olfativo y vibracional». ¿Y despertarse? «Con el de mi marido y mi hija». Para una tarde con amigas le gusta el perfume floral de Gourmand Floral, y para una cita amorosa, el oriental de Spicy Aperitive, con ese toque picante y atrevido que levanta el ánimo, incitando al juego. «Es perfecto para una cita a ciegas o un aperitivo con amigos en casa antes de una noche que promete diversión», asegura. «Con notas muy similares conquisté a mi marido», confiesa. Como decía Goethe, «el olfato es un poderoso mago, capaz de transportarnos a lo largo de varios miles de millas y de todos los años que hemos vivido».

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