Constantino y Ana María de Grecia han vuelto a vivir allí
Constantino y Ana María de Grecia han vuelto a vivir allí - gtres

Grecia no es país para ricos... pero ellos se quedan

A los herederos de los grandes armadores, como Onassis o Niarchos, no se les ve el pelo. Pero hay otras fortunas que optan por resistir

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Las grandes fortunas griegas, tras el anuncio de elecciones anticipadas para el 25 de enero, vuelven a enfrentarse al riesgo de permanecer en un país hundido en la incertidumbre política y ante la amenaza real de verse fuera del euro; un país repentinamente balcánico y mucho mas pobre. Pero desde el año 2012 sabían que esto podía ocurrir, y ya entonces algunos trazaron su famoso «plan B», lo que harán en caso de que el partido radical Syriza llegue al poder y aplique su mantra: «Que paguen los ricos», y especialmente los armadores.

Si echamos la vista atrás, todos los grandes patrimonios helenos -basados en el comercio, en su mayoría- siempre han ayudado a su país de origen.

Familias como los Benaki, Zappa, Sismanoglu, Varvakis, Evgenidis, Averoff Tositza, Dromokaitis, Singros, Rizari y muchas otras fundaron y financiaron museos, hospitales, centros educativos, orfanatos y fundaciones para madres trabajadoras o adolescentes sin familia. Llegaban donde el Estado no podía. Ahora lo hacen otras fortunas más recientes: el legado de los armadores Aristóteles Onassis y de Stávros Niarchos, por citar dos nombres legendarios, ayuda al país a través de sus fundaciones. La de Onassis concede las mejores becas para estudios universitarios y aportaciones para proyectos culturales; además, fundó el mejor hospital cardiológico de Atenas y, ahora, el Centro para las Artes. La de Niarchos, dirigida por su sobrino favorito, Andreas Dracópulos, ha mantenido estos años de crisis a la mayoría de las ONG que asisten a los más necesitados -con una inversión de más de 200 millones de euros en dos años- y está construyendo una Ópera soberbia. Pero, ¿dónde están sus descendientes? Ninguno reside en Grecia.

Esta es una característica de los armadores de origen griego: en su mayoría estudian y acaban trabajando en el extranjero, normalmente en Londres, Nueva York, Ginebra y otras capitales financieras. Si viajan a su país de origen se debe a motivos laborales y aunque en Navidad optan por esquiar en la estación suiza de Gstaad -la favorita de la jet internacional-, en verano sí se dejan caer por «sus» islas: la mayoría en Jíos, aunque también en Andros, Santorini o Cefalonia. Ahora se ha puesto de moda Porto Jéli, en la costa del Peloponeso, frente a la isla de Spétses. Un ejemplo: el armador Márkos Nomikós y su mujer, Victoria de Borbón, vivieron durante años con gran discreción en Kifisiá, una magnífica zona residencial al norte de Atenas, dónde nacieron sus hijos. Sin embargo, en este momento residen en Londres, aunque pasan gran parte de sus vacaciones en la isla de Cefalonia, de donde procede la familia materna de Márkos.

Los grandes clanes de armadores mantenían hasta hace dos años parte de su fortuna personal en Grecia, como una forma de financiar muchos de sus proyectos. Sin embargo, el dinero comenzó a «volar» en 2012, cuando el peligro de la salida de la zona del euro y la llegada de un gobierno radical y «rabioso» ya resultaban palpables. Se rumorea que algunos llegaron a pagar a miembros del partido neonazi Amanecer Dorado para proteger sus casas y sus oficinas -los seguidores neonazis son enemigos personales de los seguidores de los radicales y mantienen enfrentamientos muy violentos en toda Grecia-. «Mis jefes, hace dos años, ya tenían preparado el cierre de las oficinas en Marusi (ayuntamiento junto a Atenas) para irse a Holanda en cuanto eso sucediera», dice Aleka L., que trabaja en un puesto de responsabilidad en una importante naviera. «Ahora estamos en lo mismo», comenta. Los radicales y sus propuestas sobre impuestos del 75% sobre el patrimonio de las grandes fortunas están provocando una salida de divisas hacia el extranjero y la congelación de nuevas inversiones.

Pero hay griegos que han regresado, como el Rey Constantino y la Reina Ana María, quienes ya tienen casa en Porto Jéli, precisamente cerca de la residencia de verano de los Reyes de Holanda; también, su hijo el Príncipe Nicolás con su mujer, Tatiana Blatnik, que viven en la zona de Kifisiá, al norte de Atenas. Hay otros que también se quedan; eso sí, están diversificando su patrimonio en diversas empresas. Controlan directamente o indirectamente los medios de comunicación y hasta la financiación de algunos partidos. Se trata de los Kokalis, Vardinoyánis, Angelópulos, Látsis, Furlís, Frangos, Vasilakis... Se les ve poco, poquísimo, en las revistas del corazón. «Llegan a pagar para que no se publiquen sus fotos», comenta un paparazzi. Las únicas excepciones son Mariana y Yána.

Mariana Vardinoyáni es la esposa de Vardís, el líder de una extensa familia cretense con infinidad de negocios, desde refinerías hasta ferris, pasando por importantes participaciones en los medios de comunicación griegos. Preside una organización para ayudar a los niños con cáncer y a sus familias, y es Embajadora de la Unesco. Es una de las personas que más está luchando por el regreso de las esculturas del Partenón a Grecia.

Yána, la dinámica presidenta del Comité de los Juegos Olímpicos de Atenas en el 2004, está casada con Thódoros Angelópulos y forma parte de una importante familia cuya fortuna comenzó con una empresa siderometalúrgica, ahora muy diversificada. Su nombre figura en la lista de los que se barajan como candidata a la Presidencia de la República. Sus hijos viven y trabajan en Atenas. Recientemente se ha entrevistado con Alexis Tsípras, líder de Syriza, para invitarle a participar al Congreso convocado por la Fundación Clinton (Clinton Global Initiative Mediterranean), donde distintos líderes tratarán los problemas de la zona mediterránea. Permanecieron hablando una hora y 20 minutos. Un encuentro que no ha pasado desapercibido.

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